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Trazaba pequeños círculos imaginarios con mi dedo índice, desde la espalda hasta los hombros de Taehyung, desnudo pegado a mi pecho dormía el ser dueño de mi desmesurado amor. Veía atento el retrato que había pintado hace algunos años, el retrato del pequeño ángel que intentaba alcanzar la radiante estrella.

Los recuerdos de mi hermana llegaron a mi de manera instantánea, hace unos días no dejaba de soñar con ella, la veía en distintos escenarios, cada uno de ellos era simplemente precioso, encontrándose en la montaña de nieve más alta o en el lago más azul de la tierra. Ella estaba ahí sonriéndome y asegurándome que estaba siendo feliz, invitándome a serlo también. Fue tanta la emoción que para mi segundo sueño no lo soporté y me levanté derramando lagrimas como todo un niño, Taehyung estuvo ahí para abrazarme, consolarme e incluso cantarme hasta que me volví a quedar dormido.

Claro que estos sueños me reconfortaban, era magnífico ver a mi preciosa estrellita consecutivamente en mis sueños, era bueno saber que se mantenía tan feliz. Pero no podía dejar de preguntarme, ¿Por qué de un momento a otro comencé a tener esta clase de sueños? Bastante repentino a decir verdad. Estaban lejos de ser pesadillas, pero seguía desconcertándome el hecho de ver a Hyesoo en cada uno de ellos.

Bajé mi mirada para apreciar el rostro durmiente de Taehyung, sus pestañas descansaban en sus mejillas y su cabello alborotado cubría parte de su rostro. Acaricié su mejilla con un deje nostálgico, no podía creer por todo lo que había pasado con el chico de cabellos azules, jamás me imaginé amando tanto a alguien al punto de no dudar en hacer todo por él. Y es que está de sobra afirmar que Taehyung era precioso y que su belleza me enganchó desde el primer momento en que lo vi, pero la pureza que guardaba en su interior era el mayor atractivo sin duda alguna.

La puerta de la recamara se abrió un poco, metiéndome ideas paranormales en la cabeza, levanté esta para mirar bien el espacio. Todo pensamiento se fue al carajo cuando vi a Atún subir a la cama como todo un profesional, moviendo su blanca cola tan elegante como siempre. Sonreí expectante a los movimientos del pequeño felino, el cual no dudó en acercarse hasta estar recostado al lado de mi rostro.

-¿Tus padres están portándose mal y te despertaron, Latoso? -pregunté acariciando su cabeza. -Pobre pequeño con traumas, no te preocupes que nosotros nos portamos bien.

Taehyung se removió en mi pecho, rodeando mi cintura con una de sus piernas bajo la blanca sabana, rozando cierto espacio sensible que hace unas horas había sido atendido. Todo estaba bien, había logrado mantener el control, hasta que volvió a moverse pegándose más a mi cuerpo, frotando así la zona dicha y despertando rápidamente a aquel órgano.

Miré a Atún sonriente y con cierta culpa.

-¿Sabes quién se porta increíble?, Jin y Nam Hyung, uff ellos son tan responsables y cuidadosos, deberías ir a verlos.

El gato repartió unos cuantos maullidos en desacuerdo, mientras se pegaba más al calor que desprendian nuestros cuerpos. Me tomé unos cuantos minutos respirando detenidamente para calmar la calentura en mi interior, Tae estaba más que perdido en sus sueños; verlo así, me trajo una idea instantánea que me optimizó en cuestión de segundos.

Me levanté con cuidado de la cama, acomodando a Tae entre las muchas almohadas y posicionando a Atún a su lado, lo cubrí bien con las sábanas dejando únicamente su delicada espalda expuesta y arrastré mi maleta de arte para sacar los materiales necesarios que serían partícipes en mi idea. Me senté como indio en la orilla de la cama y sonreí mientras observaba la silueta del precioso chico durmiente. Con la gran libreta descansada en mi regazo, comencé a trazar con el lápiz a mi chico.

Desde su cabello azul desordenado en la almohada y en su rostro, hasta sus hoyuelos de Venus en su espalda baja. Intenté dar gran énfasis a su rostro, el cual expresaba serenidad y comodidad, esperaba que sus sueños fuesen tan dulces como la imagen con la que me estaba deleitando. Sus labios sellados podría jurar que estaban levemente elevados de sus comisuras, como una leve sonrisa acorde con toda su aura, sus pestañas descansando en sus mejillas y ese brillo en su nariz debido al reflejo de la noche. No perdí vista ni de los pequeños lunares, como aquel en su nariz o el que descansaba en su hombro, también hice ligeros toques en la pequeña cicatriz no muy visible en el costado de su cintura, esa que me contó se hizo en primaria; finalizando el dibujo, tracé un poco de la sabana que cubría su trasero, dando textura a la tela.

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