Aún recuerdo de la primera vez que la vi: era la fiesta de un amigo en común. Ella llevaba aquel vestido azul corto tan hermoso, que hacía que con su paso las miradas le siguiesen. Después de unas copas tuve la valentía de hablarle, y acabó siendo mi única compañía durante el resto de la noche. Podía perderme en sus ojos durante horas y aunque hubiera un desastre natural a dos metros, no importaba: ella era mi mundo, mi universo, mi vida entera.
Estábamos destinados a estar juntos, y cualquiera que no lo viese era porque o tenía envidia o era un ciego. Nuestra relación iba de maravilla, nos explicábamos todo: ella me contaba como no le gustaba estar en una relación, ya que su madre estaba gravemente enferma y no le dejaba mucho tiempo para el romance. Pero que conmigo estaba bien, que yo le entendía y le daba vida. Yo también le explicaba lo mío, por ejemplo: la perdida de mi familia en un accidente que me había llevado a desarrollar un gran sentido de lo "mío" y grandes celos, pero nada demasiado extremo.
Nos mudamos a mi apartamento a los pocos meses, estábamos seguros de que solo nos necesitábamos a nosotros y ya estaba, el mundo podía hacerse pedazos. Ella consiguió un nuevo trabajo, y empezó a hacer migas rápidamente con sus nuevos compañeros. Un día me dijo que quería salir con el vestido azul que lo había empezado todo. Ella no podía salir así. Era nuestro vestido, con su significado, además, ¿quién me iba a prometer que al igual que era imposible quitar la vista en aquella fiesta, no iban a hacer lo mismo los hombres de ese club al que quería ir? Al final no salió de fiesta ese día.
A partir de ese incidente empezaron a torcerse las cosas: por ejemplo: otro día quiso irte a ver con nuestro vestido, y obviamente no la dejé. ¿Ves, maldito manipulador? Tú siempre has sido el problema, desde el inicio fuiste quien la manipuló a mi contra. Desde entonces empezó a mentirme, decía que salía con unas amigas, pero iba a verte. Y yo ya no aguantaba más: primero le quitaba valor a algo como nuestro vestido, después me mentía con la compañía con la que salía y empezaba a salir de casa sin avisarme ni pedirme mi opinión al respecto.
¿Quién me culparía por pensar que ella me estaba engañando? Y, obviamente, no podía quedarme de brazos cruzados mientras ella hacía lo que quería. Así que fue cuando yo inicié a hacer lo mismo. Nuestro hogar, antes lleno de risas, caricias y besos, ahora estaba desértico por tu culpa.
Y todo fue de mal a peor, sus nuevas "amigas" empezaron a decirle tonterías como que debía terminar conmigo. Sus excusas eran de que le hacía mal, incluso una de ellas dijo que la maltrataba. ¡Tonterías! ¿Cómo querían que maltratase al amor de mi vida? Además, nunca le había puesto ni una mano encima; solo discutíamos, como cualquier pareja. A ellas no les debía importar nuestra relación y como la llevábamos. Nunca volvió a hablar con esas "amigas".
Pero el día más triste de mi vida llegó, como aquel despido que esperabas pero que deseabas que no llegase. La primera vez que cortó conmigo sentí como un puñal me atravesaba el corazón. A continuación, se hizo rutina, cortábamos por culpa de las malas influencias en su vida, pero poco después ambos volvíamos a los brazos del otro. Siempre era yo quien le pedía que volviera, que cambiaría, aunque no hubiera nada que cambiar de mí.
Al final ella descubrió que yo la estaba engañando con otra, al igual que yo descubrí que vivía más en tu casa que en la mía. Ese día ella me dijo cosas horribles, todo por tu influencia y tu manipulación. Sentí que moría, sin ella el mundo no tenía sentido. Finalmente ella decidió quedarse conmigo, si yo le prometía cambiar.
Hubo unos dos meses de tensa paz, hasta que un día aparecí en nuestra casa borracho, y la vi: estaba en el sofá, llorando en tu hombro. Te levantaste y empezaste a amenazarme que si no la dejaba irse me ibas a denunciar por maltrato. No sabía de que hablabas; sí, mi novia había estado más triste de lo normal, pero su madre había empeorado. Al mismo tiempo, pensé que como era que tu estuvieras aquí, era mi lugar, yo era quien debía consolarla, yo era quien debía preocuparse por ella, YO era su mundo.
Huyó, como una cobarde, sin siquiera preocuparse de quien una vez había llamado amor, ni del apartamento compartido, ni nada. Ella abandonó nuestro hogar por culpa tuya, por tus mentiras. Pero lo peor aún no llegaba a mi vida.
Una tarde, mientras yo me estaba mudando de la casa que compartía con ella, su madre murió, de la noche a la mañana ya no estaba en este mundo.
Al mes siguiente encontraron a mi amor en la bañera de nuestro apartamento, con su antebrazo abierto en canal y una nota al lado. En esa nota me culpaba de sus desgracias, cada uno de sus problemas los añadía a la carga de mis hombros.
Me detuvieron por maltrato, tres años en una sucia cárcel. Los testigos fueron él y sus pocas "amigas". Y ahora que ya he salido, voy a por ti, maldito. Voy a hacerme justicia, siempre fuiste quien la manipuló, quien le mintió, quien se aprovechó de el estado de nuestra relación para usarla.
Tú: su nuevo compañero de trabajo, que después fue el amigo del trabajo, luego su amante escondido y por último la razón de su muerte. Yo la amaba y su muerte no fue mi culpa.
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Este relato va dedicado a todas vosotras: a las que, como nuestra protagonista, estáis enterradas bajo 2 metros de tierra; a las vivas, que han sido tan valientes de gritar su situación, y a las silenciosas, que viven con el peso de su agresor. Pero también va a muchas adolescentes que, leyendo libros típicos de comedias románticas, acaban deseando una pareja como nuestro narrador. Ese bad boy no es el amor de vuestra vida, e incluso os la puede quitar. No tengáis a ese tipo de personaje como vuestra pareja platónica en la vida real.
A vosotras os lo dedico especialmente porque los maltratadores vienen enmascarados en bellas carátulas, y no le desearía a nadie el error de nuestra heroína. Las señales del final de la historia se veían venir, pero en la vida real están escondidas. Este relato solo busca que ese número de mujeres muertas por violencia de género disminuya, con lo poco que puedo hacer. Por todas vosotras este relato viene pintado de violeta y tiene sabor a revolución.
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Trozos de porcelana rota:
Historia CortaUna alma rota, unas venas llenas de tinta, una siendo llamada loca y una historia en ruinas. Un libro donde publicar mis relatos cortos y poemas.