VII. Antes de dormir

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Terminado el banquete fue momento de que cada Casa se dirigiera a sus dormitorios. Nami estaba por ponerse de pie, cuando Sanji la detuvo. Los mayores permanecían sentados, mientras con la mirada indicaban a los de primero que no se precipitaran. La mayoría de los primeros años permanecían con mirada tan neutral como los mayores, aunque unos pocos miraban nerviosamente a su alrededor. Los seis prefectos de Slytherin eran los únicos de pie: recorrían la mesa casi como si fueran los custodios del comedor de una prisión.

Nami centró su atención en las otras tres mesas.

Gryffindor fue el primer grupo en salir. Sus alumnos abandonaron del comedor charlando entre sí de manera ruidosa, de tal forma que Nami apenas si podía escuchar la voz de su hermano, Percy, mientras trataba de reunir a los de primer año. Tarea un poco complicada, con Fred y George riéndose a costa de él. Por fin sólo quedaron los de primer año, los cuales se veían agotados y somnolientos. Bueno, Nami tenía que admitir que ese idiota de Zoro siempre estaba somnoliento, a menos que estuviera luchando o entrenando. Luffy, como era de esperarse, rebotaba por todas partes, aunque Ace y Sabo parecían ser más que capaces de controlarlo... al menos de momento. El asunto no era si el capitán haría algo que lo metería en problemas, sino cuando lo haría.

Hufflepuff fue la siguiente casa en retirarse. Parecían ser tan alegres como los leones, pero el bullicio era mucho menor en comparación. Salvo por Franky, quien no paraba de gritar lo súper que era estar allí y lo bien que esperaba pasarlo con todos. Vivi parecía divertida por su actitud, mientras la mayoría de los otros de primer año lo miraban como si fuera un bicho raro. Los prefectos de Hufflepuff al parecer no sabían cómo lidiar con un tejón cuya actitud era más Gryffindor que otra cosa. Pero al final lograron imponer el orden y salir del comedor, casi al mismo tiempo que los Ravenclaw, más ordenados, aunque igualmente felices de estar allí, también salían del comedor.

Nami se dio cuenta de que quedaban únicamente los Slytherin, ya que incluso los profesores habían salido. Excepto uno.

Los prefectos se movieron al frente de la mesa, en donde ya los esperaba su jefe de casa, el profesor Severus Snape, para dar indicaciones.

—¡Muy bien! Primer grado, permanezcan un poco más —dijo el prefecto de séptimo, mientras su compañera y sus colegas de sexto se apresuraban a guiar al resto de los grados hacia las puertas del comedor.

En un par de minutos, en el comedor sólo quedaban los Skytherin de primero —quienes se pusieron de pie y se acercaron hacia su jefe de casa, formándose en dos filas paralelas delante de él—. Los dos prefectos de quinto permanecieron esperando en la puerta. El profesor Snape dirigió una mirada impávida a los alumnos de primero, uno a uno, como analizando si de verdad eran material para su Casa.

Una vez que examinó a todo el grupo, sacó su varita y la agitó, entregando sus horarios. Nami frunció el ceño, un poco extrañada. Por las cartas de sus hermanos mayores sabía que los horarios no se entregaban hasta el desayuno del primer día de clases.

—Ustedes están en la noble casa de Salazar Slytherin —comenzó a hablar el profesor Snape. Su voz era baja, casi en un susurro duro, pero lo suficientemente clara para que todos lo escucharan y se mantuvieran atentos. Nami no pudo evitar estremecerse. Este era Severus Snape: el profesor más odiado por todos aquellos que no fueran Slytherin—. El resto del colegio los verá como basura, como ya se ha demostrado hoy, por ese simple hecho. Los Slytherin nos mantenemos juntos a causa de esto. Cualquier disputa que tengan con otros compañeros dentro de la Casa se resuelve en la sala común. Fuera de ella, todos somos uno, ¿queda claro?

Piratas del mundo mágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora