III. Callejón misterioso

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Luego de que terminó el momento emotivo, la familia Potter pasó poco más de una hora escuchando las aventuras de Luffy en la jungla. Lily Potter sentía como su corazón saltaba cada vez que contaba como un cocodrilo casi lo había devorado, o como por poco y terminaba aplastado bajo las poderosas garras de un oso gigante de más de una tonelada de peso. Y, varias veces, fulminó a su marido con la mirada cuando este solamente se reía entre dientes de las aventuras potencialmente mortales de su hijo.

Ann, por su parte, encontraba muchas de esas historias exageradas y no dejaba de hacer preguntas de lo más insidiosas, las cuales parecían tener por objetivo descubrir sus mentiras.

Ace reía abiertamente de algunas de las cosas que Luffy había hecho, y lo regañaba cada vez que admitía como casi había terminado devorado o destrozado por las garras de algún animal. Recordaba con nostalgia eventos similares, y deseó poder haber estado allí, como si todavía fueran dos (tres) niños jugando a ser piratas mil años atrás.

Brook permaneció en silencio casi toda la conversación, limitándose a observar la interacción familiar mientras bebía su té.

Finalmente, cuando el reloj estaba a punto de dar las once, Lily Potter se puso de pie y llamó la atención de todos.

—Vamos, hay compras que hacer, podemos seguir con esto más tarde.

Así, la familia Potter, más Brook, abandonó la habitación privada y se pusieron en marcha hacia el callejón Diagon.

Los ojos de Luffy brillaron cuando vio a los ladrillos del muro detrás del Caldero Chorreante hacerse a un lado ante el toque de la varita mágica de James Potter. Algo que su familia pareció encontrar sumamente divertido. En especial cuando su entusiasmo no hizo más que crecer al ver los escaparates de las tiendas anunciando toda clase de objetos encantados, en particular las escobas voladoras.

(Ace rápidamente hizo una nota de no dejar a Luffy sin supervisión a menos de cien metros de distancia de una escoba. Tal vez incluso debería tratar de convencer a su padre que solicitara la escuela excluirlo por completo de las clases de vuelo.)

La primera orden del día, como es obvio, fue ir al banco. Por lo general, incluso con el callejón en su máxima capacidad, caminar desde la entrada del callejón hasta Gringotts no tomaba más de veinte o treinta minutos. Pero la familia Potter, dada su fama, no tardó en ser abordada por docenas de personas que deseaban estrechar la mano del Niño-que-vivió.

Luffy notó de inmediato como por un segundo una mueca de fastidio apareció en el rostro de Ace, antes de ser empujada a un lado y comenzar a saludar a sus fanáticos.

Ann, por otro lado, no hizo mucho para ocultar su enfado ante esa escena.

Por fortuna, la situación embarazosa concluyó cuando un hombre tan alto como el viejo Shirohige, aunque en apariencia menos fuerte, se acercó a la familia Potter, causando que la multitud se dispersara.

—¡Hagrid! —exclamó Ann emocionada ante la llegada del hombre enorme.

La sonrisa de Ace cambió de falsa a genuina en cuanto se dio cuenta.

—Es bueno verlos —dijo con voz amable—. ¿Están aquí para las compras de Hogwarts?

Sus ojos negros como escarabajos se posaron en Luffy.

—¡Gorgonas galopantes! ¡Pero si es el pequeño Harry! No te había visto desde que eras tan pequeño que cabías en la palma de mi mano.

Luffy lo estudió por un momento con sus ojos curiosos. Finalmente decidió que era confiable y lo saludó alzando la mano:

Piratas del mundo mágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora