VI. El sombrero misterioso

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La estación del tren marino de Hogsmeade consistía en un andén solitario, ubicado en los muelles de la isla, que a esa hora estaba iluminado tenuemente por viejas lámparas de gas, aunque claramente usaban magia en lugar de combustible. La llamada Isla de Hogwarts en realidad no era muy grande: sólo contenía el colegio y sus terrenos, incluyendo un bosque habitado por especies mágicas y el pueblo de Hogsmeade.

—¡Los de primer año, por aquí! —una poderosa voz retumbó por todo el andén. Hagrid se encontraba de pie frente al último vagón, con una vieja lámpara de gas en la mano derecha, mientras agitaba la mano izquierda por si algún despistado no podía notar al enorme semi-gigante que los llamaba—. ¡Vamos, los de primer año, por aquí!

Al mismo tiempo, los prefectos y delegados guiaban a los alumnos de grados superiores hacia la isla. Jinbe tuvo que despedirse del resto de sus nakama para seguir en dirección al castillo con los otros alumnos de tercer grado.

Al final, cuando todos ellos se hubieron marchado, en el andén quedaban solamente Hagrid y los alumnos de primero.

—Muy bien, niños, síganme.

Era una escena surrealista: ver a todas esas pequeñas figuras siguiendo a un hombre tres o cuatro veces más grande que el promedio de sus estaturas, guiándolos a través de un puente de madera húmedo por la brisa marina, el cual conectaba el andén con la isla. Al salir de los muelles, se encontraron con un camino de adoquines dónde los últimos alumnos mayores abordaban viejos carruajes negros los cuales parecían moverse mediante magia. O al menos eso era lo que veía la mayoría. Para el grupo de ex piratas los carruajes eran claramente tirados cada uno por una pareja de lo que parecían ser pegasos esqueléticos con alas como de murciélago.

Luffy se detuvo a mitad del camino y permaneció con la vista fija en uno de esos caballos. A su lado, una niña rubia se acercó al extraño animal, y comenzó a acariciar su cabeza de aspecto reptiliano.

—¡Harry, por aquí! — Hagrid llamó a Luffy.

Ace de inmediato se giró y fue a traer a su hermano de regreso al grupo.

Los últimos chicos que faltaban por ingresar a los carruajes, que resultaron ser dos prefectos de Ravenclaw y los delegados, se acercaron a la niña.

—Los de primer año deben seguir a Hagrid a los botes —dijo el delegado, un muchacho alto y desgarbado con la túnica de Hufflepuff.

La niña acarició una vez más al extraño animal, luego se giró hacia el delegado y lo miró un momento.

—Está bien —dijo con voz tranquila, y luego se marchó dando pequeños saltitos, como si bailara, en dirección al resto del grupo de primero.

La mayoría de los otros alumnos se hicieron a un lado, como si temieran que su «alegría» (o al menos así lo pensó Luffy mientras la veía atentamente) fuera a contagiárseles.

—Ella está muy triste —dijo, y luego siguió a Ace para reunirse con el resto del grupo.

Con los alumnos de nuevo reunidos, Hagrid retomó el camino hacia su destino avanzando en dirección contraria a la seguida por los carruajes. Llegaron a una intersección de tres caminos, en donde había varias indicaciones con flechas de madera. La que apuntaba hacia el camino por donde venían indicaba claramente que iba en dirección a la «Estación de Tren Marino de la Isla Hogwarts» y al mismo colegio, otra que continuaba hacia el frente indicaba «Hogsmeade», y la tercera, que se adentraba por un pequeño bosque, señalaba el camino hacia el «Lago Negro».

Piratas del mundo mágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora