Siempre he tenido miedo a la muerte, desde que puedo recordar. Solía evitar los lugares oscuros y solitarios, y sobre todo nunca andaba de noche por ningún lado. Teniendo en cuenta todas las noticias que me llegaban a diario de asaltos, secuestros y homicidios siempre tenía a consideración andar entre multitudes a plena luz del día.
Por esto también trabajaba únicamente a media jornada, si bien no me alcanzaba mucho el dinero por lo menos me mantenía vivo. También era muy riguroso al cuidar mi salud, cocinaba mis alimentos más de la cuenta y lavaba rigurosamente la comida tres o cuatro veces hasta que estuviera totalmente libre de algún toxico. Así también mantenía pulcro mi pequeño departamento de manera tal que si uno lo desease podría comer incluso en el baño y no contraer ningún germen.
Realmente no recuerdo que jugada del destino me llevo a estar en esa calle aquella noche; no recuerdo si fue culpa del embotellamiento usual de la autopista, o si impulsado por una locura me aventure en la penetrante oscuridad. Sin embargo recuerdo completamente haber estado allí caminando por el frio asfalto, temeroso mirando a cada rincón a la espera de algún sorpresivo ataque, de algo que amenazara mi vida.
La calle se encontraba en completo silencio y ningún alma merodeaba por aquel lugar, la luna brillaba alta en el cielo despejado reflejando su brillo en el frio asfalto casi como iluminándome el camino. A pasos lentos caminaba el sendero que la luna me trazaba, cauteloso prestando atención a cada sonido, el crujir de las hojas cuando las pisaba, el mecer de las ramas de los arboles al viento. A cada paso que daba sentía como se me aligeraban los hombros, a cada paso que daba estaba más cerca de mi hogar, y más lejos de aquel lugar tan espeluznante, que tanto miedo me daba...
Y de repente llegaron, más silenciosos que el viento. Eran cinco, todos altos y fornidos y todos armados. No puedo recordar que es lo que querían, si querían robarme o llevarme a algún lugar para pedir dinero por mi o simplemente movidos por su más bajo instinto, por la cruel naturaleza humana buscaban hacerme daño, mancillar y mutilar mi cuerpo...
Si recuerdo el dolor, los golpes en mi torso, en mi rostro; los puños que me rompían los dientes y el crujir de mis costillas al quebrarse. Sentí también los cortes en la piel, que me producían sus armas, la sangre caliente recorrer cada centímetro de mi cuerpo. El dolor punzante del frio acero cuando perforaba la carne, y el dolor asfixiante de no poder respirar, lo recuerdo todo.
Tan silenciosos como llegaron ellos desaparecieron dejándome allí ante mi inminente destino, a un pútrido saco de carne que una vez había sido yo. Me encontraron llegando al alba, cuando mis últimos alientos podrían haber sido contados con los dedos de las manos. La ambulancia no tardó en llegar y según los médicos salve mi vida por muy poco. Ahora yazco en una camilla en el hospital, sin poder mover mis músculos ni respirar con mi propio cuerpo conectado a máquinas para poder vivir.
Siempre tuve miedo a la muerte, desde que puedo recordar. Siempre tuve resguardos para evitarla y a pesar de verla cara a cara en aquella ocasión aun así pude evadirla. Es irónico pensar en eso ahora, ya que ahora a cada momento que despierto tengo miedo de seguir vivo.
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Trilogía de Cuentos (Mis tres primeras antologías)
HorrorTodo escritor tiene un comienzo. Desde el 2015 que vengo escribiendo de manera disque profesional y que he puesto mis libros a la venta en plataformas digitales, ferias culturales, etc. También desde esa fecha que participo activamente en la creaci...