Switch

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Llevaba todo el día sintiendo esa irritante sensación en el cuerpo, a pesar de sus esfuerzos en ignorar la situación y convencerse a sí mismo de que no era gran cosa, Madara no podía evitar que los celos se instalaran en su estómago con odiosos retortijones, sin ánimo alguno de desaparecer.

Desde que Tobirama había comenzado a entrenar a otras personas y él mismo se había retirado, el tiempo que podía dedicarle en la pista había disminuido, y a pesar de que Madara lo entendía, observarlo coquetear tan descaradamente frente a él lograba apretarle el estómago de celos.

Bien, tampoco era Tobirama el que coqueteaba. Era aquel talentoso y emergente patinador de Estados Unidos que había llegado hace tres semanas y su talento era tal, que su esposo había accedido a entrenarlo casi de inmediato.

Y a él le tocó observar cómo este le hacia ojitos todo el maldito día. La forma en que se bromeaban y reían de algún chiste cómplice, el que se persiguieran por la pista de hielo haciendo maniobras y saltos juguetones que no venían al caso, cómo siempre encontraba una razón para posar su mano sobre el brazo de Tobirama, deslizándolo lentamente dejando claras sus intenciones...

Y Tobirama o bien era lo suficientemente idiota para no notarlo, o lo hacía y dejaba que lo hiciese.

Si la opción correcta era la segunda, bien que se dejaba coquetear para llenar su ego (algo que no sería raro, Tobirama disfrutaba de recibir atención y elogios) o...

O lo hacía porque le interesaba. Porque quería que ese idiota siguiese coqueteándole y el temor a que así fuese, que al fin su esposo se hubiese cansado de él al acabarse aquella magia que compartían cada vez que iba a una competencia, buscase a un nuevo patinador joven y con potencial de brindarle una medalla de oro, logró helarle la sangre y apretar su estómago en un desagradable sentimiento.

Pasó el resto de la práctica enfurruñado en su rincón de la pista. Izuna lo miraba extrañado de vez en cuando por su evidente desánimo, pero no decía nada. En el tiempo que llevaba dirigiendo sus entrenamientos, el lazo con este se había estrechado a otro nivel, después de todo pasaban mucho tiempo juntos viajando y entrenando, era difícil no conocerse más en esas condiciones.

Durante todo el día, Tobirama ni siquiera fue a verlo y besarlo como antes solía hacerlo, estaba demasiado concentrado en su propio alumno y Madara también debía enfocarse en el suyo, la brillantez de Izuna en la pista era difícil de ignorar y si se atrevía a hacerlo el Tigre de Rusia se lo cobraba de inmediato.

Aunque si lo pensaba bien... Había pasado un tiempo desde la última vez que Tobirama había ido a su lado de la pista a molestarlo un rato o a simplemente besarlo. Ahora si se acercaban, era para cosas técnicas o cotidianas, para recordar al otro sobre ciertos mandados o alguna consulta sobre patinaje. Hace tiempo que Tobirama había dejado de ser tan empalagoso frente a la gente e incluso en privado esto se había replicado.

Madara había escuchado que después de unos años de matrimonio el amor se enfriaba un poco. Había otras responsabilidades que atender y proyectos por cumplir, la fase de luna de miel hacía tiempo que había acabado por lo que incluso en la intimidad de su habitación, se escuchaban más ronquidos que gemidos.

Aunque muy en su interior, debía admitir que era algo... frustrante.

Tobirama y él nunca habían tenido una sexualidad del todo común. Después de mucho experimentar y tener sexo desde que se conocieron, llegaron a un acuerdo que satisfacía del todo los fetiches que compartían, los cuales habían nacido solo de su relación, porque Madara jamás se había sentido atraído hacia el BDSM hasta que se enamoró de su entrenador.

One Shots (madatobi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora