xiii. viernes; bebidas.

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Apenas Junghwan volteó hacia el café, tras haberle colgado a Haruto por el teléfono, se encontró con Jeongwoo a centímetros de su rostro, con una expresión casi cómicamente enojada.

- ¡Eso no será necesario!

La queja del mayor entre ambos cargaba el mismo matiz caprichoso que ya había demostrado momentos atrás. Sin embargo, ahora Junghwan pudo percibir con mucha más facilidad cuál era el motivo de su actitud extraña. El aroma que emanaban sus labios lo decía todo.

- Creo que-

- Yo estoy perfectamente bien -declaró Jeongwoo, interrumpiendo al barista- Sólo te pedí que llames a Haruto y que lo traigas aquí de inmediato, no que llames a la policía...

- Sólo exageré para que venga... -murmuró el menor, tras haber perdido el susto inicial.

Y Junghwan tenía motivos para haberse asustado. Muchos motivos de los que Jeongwoo probablemente no daría cuenta hasta que alguien se lo comente al día siguiente.

Recapitulemos.

Inmediatamente después de hacer que Haruto se marchase, tras haber cometido el grave error de acusarlo de tener problemas de ira y asumir el motivo de su expulsión, Jeongwoo quedó sentado en esa banca por aproximadamente cinco minutos, sin inmutarse.

Fue ese momento cuando asimiló casi completamente la idea de que había arruinado las cosas, y que no había mucho que pudiese hacer por arreglarlas.

Había perdido la oportunidad de conocer a su crush.

Para suerte (o desgracia) suya, al lado del café se encontraba un pequeño bar. Al notarlo, fue llevado hacia allá casi por impulso, aunque debió saber que nadie le dejaría tomar a un chico menor de 20 años.

Hubiese recordado la ley coreana si es que alguien se la hubiese mencionado para prohibirle la entrada al local, pero no, todos parecieron hacerle caso omiso a su presencia. Se sentía un ambiente bastante pesado de desamparo, con una carga tan negativa que le hacía sentir como el más positivo allí.

- ¿Qué te ofrezco? -preguntó un desganado bartender, apenas Jeongwoo se asomó a la barra.

Pudo notar que llevaba los brazos cubiertos casi completamente por tatuajes, un signo que trató de ignorar.

Como el menor no contestó, el joven tras el mostrador suspiró y le alcanzó una de las jarras de cerveza que tenía ya llenadas.

- Como sabrás, hoy atraparon al jefe, así que no le vamos a cobrar a ningún hermano... -suspiró nuevamente, aún más pesado- Salud, hermano, ahoga las penas.

Por supuesto, todo el contexto confundió a Jeongwoo, quien tenía miles de preguntas en la cabeza, las cuales optó por ignorar por su propio bien. El color amarillento podrido no le daba buenas vibras a Jeongwoo, pero temía que le suceda algo si se negaba. Además, ese muchacho tenía razón: necesitaba ahogar las penas.

- Salud, hermano.

Le siguió la corriente, alzando su jarra con un esbozo de sonrisa antes de acercar el líquido dorado a sus labios. Inmediatamente, pudo percibir el penetrante aroma del alcohol cosquillear su lengua, así como un ligero vuelco se aproximó a su estómago.

El bartender pareció satisfecho con ello, o simplemente optó por ignorarlo, ya que no tardó en alejarse para llenar más jarras y proceder a beber una de golpe. Eso fue lo último que Jeongwoo recordó haber visto de ese joven.

El picor etílico llegó a su garganta con el primer sorbo. Su expresión, de nariz fruncida y leve escalofrío, no tardó ni un instante en demostrar que realmente no tenía la edad apropiada para ese tipo de entornos. Y, pese a ello, todos los hombres en ese local parecían muy sumidos en una intensa depresión colectiva como para prestarle demasiada atención a aquel detalle.

ninki; hajeongwoo (Treasure)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora