Capítulo 12

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11 DE DICIEMBRE

El domingo había pasado como un borrón con Valentina quien estaba trabajando tratando de preparar inventario para el mercado navideño. Había enviado a Juliana y Mia a comprar una mesa para su puesto, junto con contenedores de almacenamiento y bolsas de papel. Habían vuelto con todo eso y un montón de cosas que Valentina no había pedido, pero Valentina no podía estar molesta ya que Mia parecía más feliz que en meses. Juliana había alternado entre pasar el rato con Mia y ayudarla con el inventario. Ahora había progresado para dar forma al polímero para algunos de los elementos más simples. Usando las diversas herramientas para cortar formas básicas antes de que Valentina las ensamblara para hornear. Trabajaban bien en equipo.

El lunes había llegado demasiado rápido. Su estómago se retorció en nudos. Valentina no estaba segura de estar lista para regresar a la casa, pero se suponía que debía encontrarse con los bomberos y los de la aseguradora en la casa en... miró su reloj... ¿cinco minutos? Eso no puede ser correcto.

–Vamos, vamos a llegar tarde–, dijo Juliana desde abajo.

–¿Mia?– Preguntó Valentina, deteniéndose en la puerta de la habitación de su hija. Ella estaba en su cama, jugando con un scrunchie. –¿Estás bien?– Preguntó Valentina.

–Sí, yo solo ... ¿y si no queda nada?– Preguntó Mia. El mismo pensamiento había mantenido a Valentina despierta toda la noche.

–Entonces reconstruiremos. Las cosas son solo cosas. Todavía nos tenemos la una a la otra, y todavía tenemos a Juliana, mamá y Amanda –. Valentina le recordó. Había un aire de confianza en sus palabras que no estaba segura de sentir.

–Gracias, mami, bajaré en un minuto–. Valentina apretó la mano de su hija y se dirigió hacia las escaleras, los nervios burbujeando de regreso a la superficie. Quería proteger a Mia de esto. Todavía no sabía si traerla era la elección correcta.

–Bueno, Estoy lista –, le dijo Valentina a Juliana.

–¿Qué hay de Mia?

–Oh si. Mi hija. Debería traerla, ¿verdad?– Juliana asintió. Todavía no habían hablado del beso. Ya era tarde cuando llegaron a casa. Ambas un poco borrachas. Y Valentina estaba nerviosa. Sin embargo, necesitaban hablar. Eso estaba claro.

–¡Mia!– llamó por las escaleras.

–¡Ya voy!– Pasó un minuto más antes de que apareciera al pie de las escaleras y quitara la chaqueta del gancho. Valentina tomó el de ella y Juliana los acompañó a todos al garaje.

El camino hasta la casa fue corto. Solo un par de minutos. Sin embargo, el tiempo suficiente para que la ansiedad de Valentina subiera a otro nivel.

–Estamos aquí–, anunció Juliana innecesariamente mientras apagaba el motor.

–Oh, ellos también–, se dio cuenta Valentina. –Ese debe ser el tipo con el que hablé.

Sus ojos captaron primero el exterior ennegrecido. La ventana delantera estalló en el fuego. La puerta de entrada estaba colgando de sus bisagras, ¿parte del fuego o saqueadores? Ella no estaba segura. De lejos, el peor daño fue en el garaje y en el dormitorio de arriba. Todo el techo se inclinaba hacia el garaje, al igual que el dormitorio adicional. El cual era de Mia. Nada la preparó para volver a verla. Había nevado un poco durante la noche y el blanco realmente resaltaba el revestimiento carbonizado de la casa de su infancia. El garaje había desaparecido por completo y el piso de arriba se había derrumbado. A la izquierda, la pared de la cocina había sido arrancada durante la explosión inicial. El techo hasta el segundo piso y la escalera colgaban torpemente.

Rescatando la NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora