3 DE DICIEMBRE
-Entonces, ¿cómo van las cosas? ¿Ya casi terminas los disfraces de navidad?
–Juliana le preguntó a Ana por la videollamada.
–Sí, solo tengo algunos disfraces de pastores más que hacer.
–No puedo creer que tengas tantos pastores. ¿Qué clase de nacimiento es de todos modos?
–Del tipo en el que tengo 32 niños en mi clase y todos necesitan un papel en la obra.
–Sí, la misma razón por la que decidí ir con 25 elfos.
–¿Cómo van tus disfraces por cierto?– Juliana tomó un sorbo de vino antes de responder. Las bebidas del domingo por la noche se habían convertido en un ritual a lo largo de los años. Habían comenzado a trabajar en la escuela primaria el mismo año. Las dos únicas maestras nuevas. Ambas jóvenes, Ambas un poco fuera de su zona de confort.
–Bueno, un pequeño retraso en el plan. Estoy eh ... ayudando a una amiga. Su casa se quemó.
–Oh Dios mío. ¿Era la casa de Cherry Street?
–Si. Sus padres solían vivir allí. El horno explotó.
–Mierda. Pasé por allí ayer. Me preguntaba si todos estaban bien.
–Sí, ella está bien, solo un poco alterada.
–Me imagino. – Juliana tomó un sorbo de su bebida, esperando que Ana no pensara en preguntar qué amigo era. Con la esperanza de no juntar las piezas de que la mujer que se quedaba en su casa era Valentina.
–Así que se quedará conmigo, hasta que pueda encontrar un lugar propio, o ellas puedan reparar su casa–. Sin embargo, Juliana no tenía muchas esperanzas de reparar la casa.
–Bueno, me alegro de que te tenga.– En la pantalla, Ana tomó un sorbo de su propia copa de vino.
–Entonces, ¿cómo fue tu cita la otra noche?– Juliana preguntó, cambiando de tema.
–Oh Dios mío. Fue tan romántico. Fuimos a este pequeño bistro realmente genial, y tenía este delicioso postre. Pensé que me iba proponer matrimonio. Pero no lo hizo. De todos modos, comimos y volvimos a casa y tuvimos una follada muy intensa –. Juliana se rio. Ana nunca fue de las que reprimían sus pensamientos.
–¿Hablas con los alumnos de primer grado con esa boca?
–¿No lo sabes perra?– Juliana levantó la vista de su computadora portátil, sintiendo un movimiento cerca de la puerta de su estudio. Valentina.
–Um, ¿te importa si acortamos esto?– le preguntó a Ana.
–¿Tu amiga?– Preguntó Ana.
–Si. Me tengo que ir. Te veo en la mañana. Quiero escuchar el resto de los detalles.
–Sí, sí. Nos vemos mañana. No hagas nada que yo no haría –. La llamada terminó con un pitido y Juliana miró a Valentina.
–Oye, oye, ven aquí. ¿Que esta pasando?– Las lágrimas llenaron sus ojos y gotearon por sus mejillas mientras respiraba entrecortadamente.
Valentina cruzó la habitación en unos pocos pasos y se detuvo justo fuera del alcance de Juliana.
–¿Cómo se lo voy a decir?
Juliana le pasó un pañuelo, sus dedos lentos en los de Valentina mientras el pañuelo cambiaba de manos.
–¿Decirle a quién?
–¡Mia!– Valentina gimió.
–¿Acerca de la casa?
Valentina asintió y sollozando sobre su pañuelo. –Cuando se fue el viernes, tenía una familia y una casa y ahora vive con su maestra. No es que no esté muy agradecida ni nada por el estilo.
–¿Has hablado con María?– Valentina negó con la cabeza.
–Nosotros tenemos un acuerdo tácito de que, a menos que sea importante, no nos llamamos.
–Tu casa en llamas parece algo importante–. Juliana se reclinó contra su silla y miró a Valentina por un momento.
Valentina suspiró. –No si le preguntas a María. No quiero interrumpir su tiempo juntas.
Juliana asintió. –Lo entiendo, será un gran cambio para ella. Sin embargo, todavía tiene familia. Y creo que va a ser difícil, pero solo tienes que salir y decirlo. Ella es una niña inteligente. Y fuerte. Igual que tú.– Juliana atrajo a Valentina hacia ella en un abrazo torcido, su cabeza presionando contra el estómago de Valentina.
–Sí, por supuesto. Tienes razón. Creo que de repente me di cuenta de lo mucho que van a cambiar las cosas. Cosas como esta pueden impactar toda tu vida. ¿Te acuerdas de ese chico? Martín. Su mamá le hizo algo a su papá y luego se fue a vivir con su abuela, y estaba todo raro y callado.
–Oh, recuerdo a Martin. Me puso pegamento en el pelo en el jardín de infancia.
–Oh, Dios mío, ¿era él?– Preguntó Valentina, alejándose un poco.
–Sí. Martin siempre fue raro. No creo que fuera porque su madre fuera una asesina.
–Oh... no tenía idea. No creo que estuviera en esa clase.
–Lo habría recordado–, le dijo Juliana con una sonrisa. –Mia estará bien. Esto es algo que sucedió cuando ella es joven. Una historia genial para contarle a la gente. ¿Qué tal si pasamos los próximos días limpiando el otro dormitorio para ella para que ambos puedan tener su propio espacio?
–¿Harías eso por mí?
–Por supuesto.– Juliana no agregó que haría literalmente cualquier cosa por Valentina. Siempre lo había hecho, siempre lo haría.
Un par de momentos de silencio pasaron entre ellos. –¿Cómo es María?– Juliana preguntó finalmente.
Valentina resopló. –Ella empezó muy dulce. Ella siempre me traía a casa pequeños obsequios y esas cosas. Especialmente cuando llegaba tarde, que era básicamente todo el tiempo. Ella es doctora, trabaja para este gran hospital, tiene un puesto muy importante. – explicó Valentina.
–Nunca te imaginé con un médico–, respondió Juliana.
–¿Porque siempre te imaginaste conmigo?
–Touche–, respondió Juliana rápidamente, manteniendo el ambiente ligero.
–Ella fue quien sugirió que tuviéramos hijos, ella es un par de años mayor y yo todavía estaba en la universidad, pero lo odiaba, así que lo dejé y me dediqué a hacer un bebé a tiempo completo.
–Wow ... quiero decir ... es bueno que haya podido apoyarte–.
Valentina asintió. –Aunque no creo que ella alguna vez me haya amado realmente. Le encantaba la idea de mí más que lo que significaba tener una esposa.
–Lo siento.– Juliana respondió.
–Yo también. Pero Mia la adora.
–Estoy segura.
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Ya empezamos con los capítulos cortos 😅✨
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Rescatando la Navidad
Romansa¿Es la magia navideña suficiente para volver a unir a estas dos mujeres? Valentina Carvajal odia la Navidad. Entre criar a su hija sola y dirigir un negocio en línea, realmente no tiene tiempo para preocuparse por poner un árbol u hornear galletas...