Capítulo 10

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9 DE DICIEMBRE

–¿Estás segura de que no quieres que vaya?– Preguntó Juliana.

–Sí, verte la va a preocupar innecesariamente–. Valentina se puso su abrigo nuevo sobre su suéter nuevo y agarró las llaves del auto. Afortunadamente, el seguro cubría el alquiler hasta que pudiera conseguir un reemplazo.

–De acuerdo, estoy segura de que saldrá bien. Ella es una niña fuerte–. Valentina asintió.

–Estoy a punto de arruinar su vida–, murmuró Valentina.

–No arruinar, pero definitivamente cambiar–. Juliana apretó la mano de Valentina en un gesto reconfortante. La semana había consistido en largas noches en las que se pasaba horneando y barnizando polímeros con la esperanza de que estuviera lista para el mercado navideño. Cinco días. Eso no era suficiente. Su lista tenía un kilómetro de largo. Incluso con los pedidos internacionales, necesitaba un maldito milagro navideño. En cambio, le iba a decir a su hija que iban a estar viviendo con su maestra.

Su cerebro recorrió mil maneras de decírselo a Mia durante el camino a la casa de María. Pensó si sentarla en la sala de estar de María era la mejor opción, o decirle en el coche. Podía esperar hasta que volvieran a casa de Juliana. Al final, no se decidió por ninguno de ellos.

Valentina condujo hasta detenerse frente a la casa. Una construcción moderna que a Valentina le parecía muy fría y poco atractiva. Mia pensó que era genial porque su dormitorio tenía una cama alta incorporada. María no reparaba en gastos para su única hija. Valentina respiró hondo. Necesitaba salir. Necesitaba ir a la puerta. Como si ver a María y Amanda felices y listas para su mes fuera no fuera lo suficientemente malo.

Valentina se armó de valor en la puerta con una respiración profunda antes de presionar el timbre. Pasaron unos momentos antes de que alguien respondiera. Amanda abrió, con una gran sonrisa en su rostro.

–Hola Valentina, veré si Mia está lista. Entra.– Valentina asintió, su voz la había abandonado.

La casa no mostraba signos de que fuera casi Navidad. Finalmente, cuando llegaron a la sala de estar, Valentina puedo hablar. –¿Se portó bien?– ella preguntó. Todavía me preguntaba dónde estaba María.

–Quiero decir, ella no se porta mal Es una niña bastante buena –. Amanda se encogió de hombros.

–Bien.

Cayeron en un incómodo silencio mientras esperaban a Mia. La casa tenía solo dos dormitorios y no era nada como la casa heredada de Valentina o la casa más grande de Juliana.

–Bueno, está bien, supongo que sólo esperaremos–, murmuró Valentina. Retorciendo sus manos juntas.

–¿Cómo estuvo tu semana?– Preguntó Amanda.

–Um... creo que interesante lo resume. Sí, quedémonos con lo interesante.

–Bueno esta bien. La mía estuvo bastante buena. Llevamos a Mia al zoológico el otro día.

–¿Oh enserio? – A decir verdad, Valentina había escuchado toda esto por medio de Juliana a principios de semana. Vivir con la profesora de su hija tenía algunas ventajas.

Unos momentos después, Mia apareció en la sala de estar, seguida por María, con una bolsa en la mano.

–Estas aquí. Ni siquiera escuché la puerta .

–Amanda me dejó entrar–, le dijo Valentina.

–¡Mami! ¡Fuimos al zoológico!– Mia dijo a modo de saludo.

Rescatando la NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora