Capítulo 1

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30 DE NOVIEMBRE

Valentina Carvajal deslizó el pequeño paquete de pendientes con forma del gorro de Santa en el sobre de burbujas a sus pies. Su taller había visto días mejores. La prisa navideña que solía esperar, se había apoderado de la oficina mientras trataba de sacar todo a tiempo para que llegaran los pedidos navideños para sus clientes. Una docena de variedades de pendientes navideños, la misma cantidad de collares, algunas pulseras, adornos para árboles e incluso árboles de Navidad. Todos hechos de arcilla polimérica durante el año y metidos en sus bolsas de plástico en varios contenedores de la habitación. Revisó la lista de empaque de la Sra. Mandy Monroe. Pendientes de Santa. Chequeado. Juego de elfos de polímero. Chequeado. Pulsera de colores navideños. Chequeado. Pendientes renos. Chequeado. Todo estaba ahí. Deslizó la hoja de embalaje en el correo y agregó una tarjeta de presentación con Feliz Navidad impresa en el frente y su sitio web impreso en la parte posterior. Con un suspiro, selló el sobre y comprobó que la etiqueta del embalaje y la dirección del remitente estaban pegadas. Perfecto. Arrojó los artículos protegidos a la parte superior de la caja y revisó su teléfono.

Mierda. Ya llegaba tarde, al menos si quería enviar los pedidos de hoy a la oficina de correos.

Abrió la pesada caja y agarró su chaqueta al salir por la puerta, no había tiempo para ponérsela. Maldición. Llaves del coche. Pulsó el botón para abrir la puerta del garaje y se dirigió a la puerta principal, esperando no haberla cerrado. Afortunadamente, no lo había hecho. Valentina se apresuró a entrar y dejó la caja de correo en el umbral de la puerta. Para cuando salió, ya eran las 2:45 pm y la Sra. Fernández estaba en la puerta de al lado.

–Buenas tardes, Valentina, ¿te vas a la escuela?

–Sí, señora Fernández. Llego un poco tarde. Tendrá que disculparme .

–Tonterías querida. Vas temprano. Yo se como funciona el tiempo. Yo no soy tan vieja. Deberías venir a tomar un café.

–De verdad, señora Fernández. Necesito llevarlos a la oficina de correos antes de recoger a Mia –. Valentina se apretó la pesada caja bajo el brazo.

–Oh pish. Todavía estarán allí mañana. ¿Qué estás haciendo con tantas cosas para enviar por correo? – preguntó la señora mayor, notando la caja por primera vez.

Valentina suspiró. Se habían mudado a la casa unos meses antes. Había estado esquivando a la señora Fernández desde el primer día en que terminó pasando tres horas atrapada en la vieja casa que olía vagamente a humo y whisky.

–Son solo algunos regalos de Navidad–. Suficientemente cierto.

–Bueno, afortunadamente nuestro sistema postal es el mejor del mundo. Tienes mucho tiempo para llevarlos antes de Navidad.

Valentina suspiró. –Puedo entrar por cinco minutos. Déjame meter esto en el coche.

–Perfecto.– Valentina metió la pesada caja en el maletero y se acercó a la Sra. Fernández, que llevaba un vestido de flores con cuello que le dio a Valentina recuerdos de su adolescencia tratando de evitar ser arrastrada a la casa de la Sra. Fernández para tomar el té después de la escuela. Valentina sonrió. Si esta mujer supiera cómo usar Internet, sería la clienta ideal de Valentina. En cambio, estaba vendiendo a treinta y tantos que no tenían tiempo para hacer sus propios regalos de Navidad, pero querían que ese toque de alegría navideña casera se agregara a sus regalos o accesorios navideños. Valentina estaba más que feliz de dárselos. Sus mayores ventas eran en el mercado navideño. Diciembre en resumen.

–Ahora, debes hablarme de tu familia. Debe haber mucha familia para que envíes tantos paquetes. Te vi con otra caja grande ayer, ¿no? ¿Cómo podía esta mujer que no recordaba la conversación del día anterior recordar que Valentina había llevado una caja enorme a la oficina de correos ayer?

Rescatando la NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora