𝑆𝑡𝑜𝑟𝑦 4|Amor Verdadero|

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Cuando termino de cumplir un deseo, mi corazón percibe un frágil y delicado abrazo, un descanso relacionado a la pequeña libertad que ocasiona mi "trabajo".

Los primeros intentos fueron difíciles, tuve que aprender a no mostrar ni una gota de lástima o amor. En mi memoria solo quedan imágenes de miedo y dolor; rostros que por las noches me atormentaría si es que tuviera la oportunidad de dormir.

Mi coraza y crueldad no fue siempre así, fui humana y como muchos, también vomité al ver un cuerpo muerto, dudé el asesinar a alguien, lloré al no poder darles vida a mis amos, y desee ser amada como ellos.

Pasé por tantas cosas que me es difícil el contarlas con una sola mano. Una de ellas, me enseñó el importante papel que juega una mujer en la vida. El precioso amor maternal.

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Mientras vagaba por el mundo humano, observé muchas injusticias, deseaba ayudar a todas esas personas, pero el ser solo un espectro y las leyes espirituales, me impiden hacer uso de mi poder.

Yo no puedo llamarlos, ellos deben acudir a mí, su fuerza al querer encontrar una salida hace que pueda liberarlos de ese pesar.

Una noche de Luna llena, una mujer me llamó. Me sorprendió tanto el saber que por fin usaría mis dotes, mi frasco estaba aún vacío, necesitaba cumplir más deseos. De lo contrario mi vida se perdería obteniendo la victoria los dioses.

–—Por favor bella criatura, ayúdame –—susurró ella. Parecía muy cansada, pues las bolsas debajo de sus ojos eran bastante obvias. De sus piernas desprendía una consistencia viscosa.

En sus manos llevaba un pequeño bulto que protegía fuertemente. Sus ojos no dejaban de añorar salvación, si no la auxiliaba posiblemente moriría.

–—En que puedo ayudarte, mi señora –—contesté dulcemente dándole un trato gentil.

La poca fuerza que le quedaba era suficiente para contarme su pesar, estaba ya bastante cansada. Era cuestión de minutos para que su cuerpo se pusiera helado, como una ráfaga de viento en otoño.

–—Te lo imploro, cuida a mi hijo. No dejes que nadie le haga daño.

–—Concederé tu deseo, pero ya no gastes más energía. Duerme hermosa mujer, ve a donde no existe el dolor y espera a que el tiempo defina cuando ambos se volverán a encontrar.

La mujer confió en mis palabras, levantó uno de los extremos de la sabana donde llevaba enrollado a su hijo y con un cálido beso se despidió. Estaba lista para caminar al paraíso.

Mi proceso siguió y con ello pude entender su pasado, ese que terminó comprimiendo mi corazón, aquel que me hizo comprender ese amor verdadero que solo las madres pueden dar.

El Peligro detrás del Kimono©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora