El vacío lo llena todo.
No hay ruido.
No hay frío.
No hay calor.
Sólo vacío.
Le agrada este sentimiento.
No tiene que lidiar con nada.
Aprendió a ignorar su consciencia.
No hay negro.
No hay blanco.
Sólo grises.
Grises difuminados y caóticos.
Le es cómoda esta soledad...
No tiene que lidiar con nada.
Sus sentidos se apagan aquí.
...
...
— Hey...
...
... Oh no...
Su piel lentamente se eriza.
El eco susurrante del peligro observa desde la oscuridad.
Puede sentir su mirada.
Está detrás suyo.
Tiene que moverse.
Tiene que huir.—¿Vas a ignorarme?
Pero está paralizado.
No sabe que hacer.—Tienes que acatar mis órdenes.
Susurra en su nuca codicioso.
Un frío estremecimiento le recorre, le deja paralizado.— Ellos son inferiores...
La mano toca su espalda desnuda.
Siente que el aire se le escapa.
El aire es denso y áspero.
Es difícil respirar.
Necesita hacerlo pero le aterra que pueda percibirlo.
Percibir su miedo.— No intentes ser como ellos.
Aquella mano baja lentamente.
Largos dedos rozan su espina.
Lo odia.
Está tocando su cintura, las uñas raspan su piel.
El aliento roza su cuello.
La amenazante presencia se alza dominante por su espalda.— Nosotros nacimos para cazar.
El agarre se vuelve brusco.
De un jalón lo aprieta contra su pecho.
No sabe qué hacer.
Tiene que hacer algo.
Tiene que hacer algo.
Tiene que hacer algo.
Otra mano le rodea el pecho, puede sentir la respiración en su oído.— ¿No vas a hacer algo?
Ríe con burla cargada.
Maldito, maldito, maldito, maldito, maldito.— No soy como ustedes.
No, él no es como ellos.
No lo es.
Él no caerá.
No caerá.— No soy como tú.
La ira llena el vacío.
La frustración.
El asco.
Todo.
Lo que fue la nada absoluta se vuelve coraje y rabia.
¿Cuánto más tendrá que soportar?Su paciencia se agota.
Está harto de todo.Con un empujon violento lo aparta.
Los vestigios del tacto en su piel lentamente desaparecen en el aire.Antes de que pueda ver aquél rostro sarcástico, un muro crece del suelo.
La confusion le inunda al retroceder.
La muralla crece y crece.
Parece que jamás se detendrá.Es infinito, los lados parecen no tener fin y su altura llega más allá de lo que alcanza a ver.
Pero está del otro lado.
Ya no puede acercarse más.
Está a salvo...—¿Qué te hace pensar que no lo eres?
Aquella voz burlonamente habla desde el otro lado.
—Eres como nosotros.
La voz se escucha apretada.
Está conteniendo la ira.—¿No lo recuerdas?
El sonido de unas uñas raspando el concreto molesta sus oídos.
—¿El sabor?
El zarpazo se vuelve más intenso.
El sonido chirriante de las garras contra el muro lastiman sus sensibles oídos.—¿La textura?
Son dos manos las que tratan tan afanosamente despedazar el muro.
Están desesperadas y erráticas.Va a derribar el muro.
Lo hará.
Despedazará el concreto y llegará hasta él.
Joder joder joder joder joder joder joder joder...—¿El hambre?
Abruptamente se detiene, hay silencio total.
Eso le aterra.—Somos depredadores, Craig. Nacimos para devorar y despedazar.
El tono juguetón no pasa desapercibido.
—¿O acaso no disfrutaste el dulce sabor de la carne humana...?
No.
No lo hizo.
No.
No.
No.Lo negará aunque sus fosas se hinchen excitadas al percibir el ferroso aroma en el aire.
Lo negará aunque sus entrañas se remuevan a la emocionante expectativa.
Lo negará aunque su boca se inunde de saliva anhelante.
Lo negará aunque el recuerdo latente de la cálida y jugosa carne bajando por su garganta active algo aterradora y exquisitamente primitivo dentro de él.
Lo negará.
Por que no es uno de ellos...