Dejé a Yania continuar con su lectura de Ocaso. Rodé los ojos cuando retomó el parloteo de lo sexy que sería tener los colmillos de vampiro atravesando su cuello. Yo había estado en esa posición y no había nada de sexy en que te mordieran, sobre todo en el cuello. Dolía como la mierda y ni siquiera te volvías súper fuerte. No importaba lo comestible que se vieran en la pantalla, los vampiros no eran más que un dolor en el trasero. Y en el mío, un dolor constante. Pensé en Becca, protagonista de Ocaso. Pensé en todas las noches que me desvelé leyendo sus puntos de vista, sus teorías e ilusiones. Recordé el problema que le suponía elegir, entre dos seres sobrenaturales, y, sin darme cuenta me encontré parodiando sus textos. Estaba convencida de tres cosas: Primero; solía amar a los vampiros: Edgard, Stefano, Ramon Salvador, etcétera. A decir verdad, todo lo que tuviera colmillos y ojos claros. Segundo; una noche algo sorprendente, y a la vez, horrible sucedió. Y tercero; los mordiscos son dulces. ¡Claro! Tanto como puede serlo una motosierra en tu cuello. Mi nombre es Micaela Palacios y esta es la historia de cómo un vampiro se comió mi corazón. Literalmente. Mi anatema inició luego de las vacaciones de invierno. El primer día de clases, un lunes 27 de julio del 2009.