Todo llegó a mí de repente... Pero eso no significa que haya sido algo bueno. Crecemos viendo un lado de la vida que parece pintado de colores cálidos, donde todo es simple y perfecto, hasta que la realidad nos golpea con fuerza y nos damos cuenta de que el mundo no es tan amable ni tan acogedor como creíamos. La vida tiene una forma despiadada de mostrarnos su verdadera cara, y es en esos momentos cuando el brillo se apaga y la esperanza se vuelve un hilo tenue que apenas logramos sostener. Ahora es mi turno de hablar, y no he venido aquí para endulzarles la existencia ni para convencerlos de que todo es un caos irremediable. No les voy a decir que el camino es siempre fácil ni que rendirse es la única opción. En cambio, quiero compartir un pedazo de mi realidad, una visión cruda y sincera de un mundo que a veces duele y pesa, pero que también nos desafía a buscar destellos de sentido entre las sombras. Este es un viaje hacia la profundidad de la mente, un espacio donde la angustia se mezcla con la esperanza, donde la lucha por entender quiénes somos se libra cada día, y donde el dolor se convierte en un recordatorio de nuestra humanidad. No es una historia de finales felices ni de desesperación absoluta, sino una mirada honesta al caos y a la calma, a los miedos que enfrentamos y a las verdades que a veces preferimos ignorar
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