Pensó que moriría en aquel acantilado, pero extrañamente el dolor desapareció cuando se topó con dos ojos rubíes que lo miraban desde una esquina de la caverna en la cual se encontraba moribundo y lo último que recordó antes de desmayarse fue hacer visto una cabellera ceniza acompañada de una gran capa roja mientras escuchaba de fondo el rugido de un gran dragón