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Antes de contarte lo que me ocurrió el segundo día de colegio, déjame que te haga una pregunta.

¿Alguna vez te han acosado?

¿Alguna vez se han metido contigo por ser diferente?

¿O nunca nadie te ha insultado?

Por mejor estudiante o simplemente por no tener la apariencia que todos se esperan que tengas. Porque no te guste la misma música que a los demás.

Por ser diferente.

Yo... yo sufrí ese tipo de acoso. Pero digamos que todo empezó en raíz de un suceso. Y, ese suceso tiene mucho que ver con algo que seguro estás esperando.

El toque dorado.

Angela: Bueno, chicos, suficiente por el segundo día.

Habíamos estado trabajando principalmente en las disciplinas matemáticas. Cosas que ahora te sonarán tan simples como sumar cinco más diez. Pero claro, éramos niños de siete años, no disponíamos de conocimientos.

Angela nos dispuso de varios ejercicios. Algunos de ellos eran básicamente públicos. Nos pedía nuestras puntuaciones para anotarlas.

Había uno de cálculo mental. Básicamente, decía una operación estilo ocho más nueve y nosotros anotábamos el resultado. Luego nos lo preguntaba y lo decíamos en voz alta.

Mi apellido es Reynolds. Lassen Reynolds. Tengo un segundo nombre que empieza por S pero, sinceramente, nunca he sabido cual es.

Angela repasaba la lista. Hasta que, inevitablemente, fue mi turno.

Angela: Vamos a ver... quién va ahora... ¡Lassen Reynolds! ¿Cuántas casillas correctas has tenido, cariño?

Lassen: P-pues... todas...

Angela: ¿Las veinte?

Recuerdo la cara de asombro de Angela. Ninguno de mis compañeros hasta el momento había tenido más de 16.

Lassen: Sí...

Angela: ¡Muy bien hecho, Lassen! Eso demuestra que has aprendido bien la lección, gran trabajo.

Un halago así por parte de un profesor, como supongo que sabrás, te convierte inmediatamente en objeto de burlas.

???: ¿Como lo ha hecho?

???: Seguro que ha hecho trampas.

???: Mira el niño de oro teniéndolo todo perfecto.

Escuchaba esas críticas en silencio. De reojo, miraba mis manos. ¿Que culpa tenía yo de que fueran doradas?

Angela: Dejad a Lassen, niños. No os metáis con él.

Por suerte, Angela fue muy buena conmigo. Era la típica profesora de la que te encariñabas tanto que no querías ni imaginarte qué sería de ti sin ella.

Para mi desgracia, esto se repitió en un par de ejercicios más. Algunas operaciones a papel más complicadas para esa edad (veintidós más diecisiete, por ejemplo). Las tuve perfectas porque no resultaba muy complicado para mí, lo que causó que muchos se burlaran. Me sentía pequeño frente a tanta crítica en mi contra, ni Angela podía pararlo.

Por ello, me sentí como iluminado cuando sonó el timbre que indicaba que podíamos irnos.

Angela: Bueno, pequeños, recordad hacer para mañana la página cinco del libro. Los corregiremos en clase, no quiero poner ningún negativo porque no lo hacéis. ¡Pasad buena tarde!

Fortnite 0: Historia de una leyenda doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora