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En fin...

Creo que debería dejarme de palabrería de una vez y seguir un maldito orden.

No sé ni por dónde debo continuar ahora... deberían haberme avisado de que escribir mi historia iba a ser más difícil. Pensé que sería un poco más sencillo, la verdad, pero la chica esa tiene un cuchillo en la mano apuntándome y no quiero preguntar de donde lo ha sacado.

Volviendo atrás, te conté sobre esa tal Lyna, mi madre y mi tío, ¿no?

Pues ahora olvida todo eso.

Ciertamente, gracias a lo que pasó con ellos mi historia es lo que es ahora.

Pero por el momento solo te diré que, en efecto, desaparecieron. No volvimos a saber nada de ellos.

¿Lyna?

Al menos ella sí tuvo un funeral.

¿Por qué murió?

A día de hoy, sigo sin saberlo. Mi padre nunca me lo dijo.

Y se llevó el secreto a la tumba.

Pero eso es más adelante...

Creo que es buena idea empezar a hablarte sobre algo que no puede faltar.

El colegio.

La división de mi colegio era extraña, dividida. En la mayoría de colegios entrabas con tres o cuatro años y cursabas infantil, a los seis entrabas en primaria y a los doce en secundaria. A partir de ahí hacías lo que te daba la gana cuando alcanzabas dieciséis.

¿En el mío? La cosa no fue para nada así.

A los siete años entrabas. Los cursos estaban pensados para entrenar guerreros, verdaderos luchadores, gente con futuro, por lo que estaban divididos en dos partes. Lo que es lo que dan en todas las escuelas (Matemáticas, Biología, Física, por ejemplo) y lo que dábamos nosotros. Técnicas de combate, construcción avanzada, disparo... diverso.

Lo que tampoco manteníamos de los colegios convencionales era la existencia de cursos. A, B, C, D, E, F, G y H. Ocho clases.

Cuando acababas de cursar el primer año (7-8), pasabas al segundo automáticamente, lo mismo con ir al tercero y al cuarto (8-10).

Diez años.

Primera decisión.

¿Quieres ser un guerrero y entrenar para ser fuerte e invencible o seguir estudiando materias normales?

La decisión era de tal calibre que nunca me pareció bien que nos la dejaran a críos de diez años. Tanto era que a veces decidían los propios padres.

Era decidir tu futuro. Trabajos como dependientes, físicos o abogados eran los que recibirías si te inclinabas por el primer lado.

Defensor, guerrero, artillero... eran las del segundo lado.

Ahora las cosas no son así. Existe eso de los líderes... nosotros no teníamos esas cosas antes.

Los líderes eran los más fuertes. Y por eso nos entrenaban, para ser líderes.

Con diez años entrabas a uno de los dos cursos, cada curso tenía una importante prueba al final. Para los estudiantes eran cosas simples como un examen de historia o una competición de cálculo.

Para los guerreros, eran Battle Royale, carreras con vehículos...

Sí, vehículos.

Otros cuatro años cursabas esto. Para que te hagas a la idea, las clases A, B, C y D de un lado contenían en total 120 estudiantes. De esos 120, solo 20 pasaban al tercer curso.

Éramos muchos y de esos muchos pocos pasaban.

Lo peor llega en el tercer curso.

Los veinte de cada curso se combinaban para dar lo mismo que los demás.

Los más estudiantes debían dar cursos de combate y los guerreros cursos de aprendizaje.

Este curso son tres años. No se eliminaba a nadie, pero para ser considerado en La Academia, debías estar en el top cinco de tu clase.

Y ahora me dirás, ¿qué es La Academia?

La Academia es ese lugar que reúne a los cinco mejores de esos 240 primeros alumnos para buscarles un buen trabajo, y una buena vida.

Los que fallaban eran directamente desechados, no literalmente.

Por ello, cuando cumples la edad de 17 años y estás en ese top 5, llegas a La Academia. Allí cursas un curso multitarea con un profesor para los cinco y todos los gastos pagados. Un lujo.

Puedo decir que, cuando me convertí en profesor, para nosotros no era tan divertido.

Ahora veo los colegios normales y los comparo con el mío y... si nunca hubiera estudiado allí no estaría donde estoy ahora.

Tengo Espectro de mi lado.

Aunque no tenga miembros, pero eso no es lo que importa ahora.

Mi primer día de clase supongo que es lo que más te interesa ahora. Pero, digamos que eso lo dejaré para la próxima. ¿Crees que fue agradable ir a la reunión de padres solo?

Mi padre estaba machacado. Herido. No tenía fuerzas para nada.

No tenía madre, no sabía de ella y llevaba casi un año sin saberlo.

Mi hermano solo me odiaba e insultaba, nunca me ayudó o apoyó en nada.

Así que fui a la reunión de padres solo.

Todos estaban sentados, algunos con sus hijos, otros sin ellos, pero la mayoría me miraba a mí.

"¿Qué hace este niño aquí?"

"¿Dónde están sus padres?

"A lo mejor es adoptado"

"¿Los padres no se hacen cargo de él o qué?"

"¿Nadie se da cuenta de que un crío no puede atender aquí?"

Aguanté todos esos comentarios. Como dicen, "A palabras necias, oídos sordos". Y eso es lo que hice.

Incluso tuve que aguantar un par de comentarios de otros niños...

"Sus padres no le quieren"

"Seguro que será el empollón marginado"

Y, bueno...

¿Sabes que es lo más gracioso de esto?

Que yo siempre fui el empollón marginado hasta que conocí a mis verdaderos amigos. Pero para eso falta mucho tiempo.

De niño, odiaba todo. Me sentía solo, marginado, inútil... nada me consolaba.

¿Por qué todos se burlaban de mí?

¿Les había hecho algo y no me había dado cuenta?

¿Y si realmente mi padre no me quisiera y tuvieran razón?

Había tantas posibles explicaciones que ninguna me cuadraba, ninguna acertaba con lo que pensaba.

Ninguna.

Finalmente, supe deducir por qué todos me odiaban y menospreciaban. ¿Quieres saber por qué?

Porque era diferente.

Y, si quieres un buen consejo de vida por mi parte, premia todo aquello que sea diferente, porque lo ordinario solo querrá acabar con ello.

¿O acaso nadie intento acabar conmigo?

Fortnite 0: Historia de una leyenda doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora