3 años antes
En la mañana del último día de su primera semana en la Academia Servaterra, los aspirantes escogerían sus elementos. Tras reflexionarlo, Yvette había comprendido que no era una decisión tan importante. Lo importante era el cometido del ser un Servaterra, aunque esto conllevara las habilidades que cada elemento te hacía poseer, claro. Para los Ezesis, cuyo elemento es el aire, sus pulmones desarrollaban unas capacidades sobrehumanas. Con un soplido podían hacer volar decenas de camiones, o derribar puentes como quien derriba una pirámide de naipes. Así como controlar el propio aire como una masa manipulable haciendo posibles huracanes o maremotos. En el caso de los Adqüis, venía a ser lo mismo, pero con el agua; su manipulación completa, incluyendo en la temperatura y su estado físico y químico. Los Pélagos temían un poco en las sombras a los Adqüis, ya que sabían que, si dado el momento se reunieran contra ellos, les derrotarían. Pero esperaban que nunca llegaran a una situación así dado que se suponía que las intenciones de los Servaterra siempre eran buenas... Bueno, quizás no siempre. El poder podía corromper el alma de los Servaterra, pero eso es algo de lo que hablaremos más adelante. En cuanto a los Geomis, los manipuladores de la tierra, se solían ver como los Servaterra más débiles, aunque a la vez considerados los más puros con sus intenciones. Aun así, contaban con grandes habilidades de las que no solían hacer uso, como llegar a mover las propias placas tectónicas de la Tierra, pero lo normal era que hicieran crecer cuantos árboles, plantas y flores pudieran para beneficiar a las crásticas en apuros, ya fuera con medicinas o asilo. Por último, los Parkis. Los manipuladores del fuego. Se habían labrado la reputación de ser los Servaterra más fuertes en combate. Los más peligrosos. Podrían, simplemente, realizar fuego en cualquier momento y con cualesquiera que fueran las circunstancias, y emplearlo a su antojo.
Por alguna razón, este último era el elemento que más atraía a Yvette, y una vez lo pensó, se preguntaba cómo es que no era el elemento que absolutamente todos querían. Pensó que el fuego le otorgaría confianza en sí misma y la capacidad de controlar todo y a todos, algo que nunca fue capaz de hacer en su vida hasta ahora. El fuego podía con todo. Ella podría con todo.
Dado el momento, la directora Winnefred reunió a los aspirantes e hizo un comunicado.
-Sé que tras esta semana habéis podido llegar a conoceros un poco mejor, aunque ahora muchos no lo reconozcáis. Os encontráis en una edad crucial. No sois adultos, pero pronto lo seréis, y ese cambio ocurrirá entre los muros de esta Academia. El primer paso para comenzar este cambio es la elección de vuestro elemento. En efecto, somos conscientes de que algunos de vosotros sospechabais de esto, y estabais en lo correcto. Vosotros mismos seréis los que elijáis vuestro elemento -declaró, y al instante comenzaron a murmurar los aspirantes, y otros a chistar. -Bien, sabemos que no todos estaréis contentos con esta idea, que esperabais unas pruebas y exámenes. No obstante, estamos seguros de que es la mejor decisión y de que nadie, excepto vuestro instinto, os conoce mejor. Siempre seguid vuestro instinto, no importan las circunstancias.
Yvette y Simphonie se miraron la una a la otra. Yvette se alegró por Simphonie, ya que sabía que tenía claro que quería ser una Adqüis. En cambio, Yvette no lo tenía claro. El ser Adqüis era una decisión excelente; la Tierra rebosaba de agua. El aire le parecía inacabable, el fuego indestructible, y los Geomis eran los Servaterra más éticos, algo que admiraba profundamente. La idea de ser una Parkis cada vez le sonaba mejor.
-Debido a que decidiréis con el instinto -continuó Winnefred- vuestras conversiones comenzarán ahora mismo- dijo señalando las cuatro puertas que se abrieron rodeando la sala en la que se encontraban los aspirantes, que eran más o menos setenta.
La multitud arrastró el cuerpo de Yvette. Perdió de vista a Simphonie. Todo era confusión y barullo, y sin saber muy bien cómo, se hallaba en una habitación cuadrada de paredes de ladrillos, con candelabros en cada esquina. A su lado izquierdo pudo ver dos chicas y un chico. Eran aspirantes, como ella. Los cuatro, confusos, miraron la mesa de piedra que tenían delante. Encima de esta levitaban cuatro formas que representaban cada elemento; agua, aire, tierra y fuego. Yvette observó la de fuego: una especie de esfera llameante. Entonces se dio cuenta. Cuatro aspirantes. Cuatro elementos. Miró los elementos y rápidamente a sus compañeros. Ellos también parecían decir con sus miradas "no me quitéis mi elemento, es mío, lo necesito". Y en ese mismo instante Yvette quiso como nunca el fuego. Lo deseó como nunca había deseado algo en su vida. El cuarteto se lanzó a la vez hacía el mismo elemento; el fuego. Yvette supo entonces que debía luchar, y no se rendiría por nada. Una fuerza sobrehumana se había apoderado de su cuerpo y ella no podía hacer nada más que luchar. Uno a uno, se enfrentaba con los tres aspirantes para llegar a coger el elemento del fuego. Patadas, puñetazos, tirones de pelo... Yvette tuvo que morderle el brazo al chico para que la soltara, y mientras él lloraba y las chicas yacían medio inconscientes y doloridas en el suelo, Yvette no miró atrás y consiguió tocar el fuego.
Lo sintió caliente. Ardiendo. Pero, aunque sentía dolor, a la vez le calmaba. Era como si el mismísimo Sol abrasador le abrazara quemándole la piel, los órganos y los huesos, hasta llegar a su corazón, hirviendo su sangre. En ningún momento tuvo miedo, solo paz y alivio, y cerró los ojos.
Yvette se despertó horas después en su cama, lentamente, pero con energía. Una energía que jamás había sentido antes. Corrió a buscar a Simphonie y la encontró en los jardines. Todavía no se había acercado mucho a ella, pero vio cómo estaba utilizando sus poderes al lado de la fuente junto a lo que deberían ser otros Adqüis. Todos reían y gritaban mientras usaban sus poderes por primera vez, creando burbujas flotantes o cisnes de hielo en la misma fuente. Yvette sintió que no debía interrumpirla y que quizás debería buscar al resto de Parkis, pero no les encontraba por ninguna parte. Pensó que habría tardado más que el resto de los aspirantes en despertarse ya que todos parecían estar situados menos ella.
Paseando por los pasillos, miraba las ventanas de las clases y las habitaciones, pero no veía a ningún Parkis. Entonces se acordó de que, en la última habitación de la biblioteca, donde se reunía el club de lectura a debatir los martes, había dos grandes chimeneas, una a cada lado de la habitación, así que se dirigió hacia allí rápidamente.
Se cruzó con un par de aspirantes y profesores que la miraban durante más tiempo del que preferiría. Quizás estuvieran pensando que parecía perdida. Entonces, subiendo las escaleras dentro de la biblioteca, llegó a la última estancia cuyas puertas estaban cerradas. Respiró hondo antes de abrirlas, e hizo lo propio.
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Hyunder
FantasiYvette y Kovan viven en la Tierra, aunque ya no es como la conocemos, concretamente en la isla de Hyunder. Las criaturas fantásticas por fin son libres de caminar por las calles, aunque no a todos les parezca una buena idea. Sigue sus historias mien...