Capítulo V: la Academia

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3 años antes

Durante aquella larga semana Yvette pudo familiarizarse más con la academia Servaterra mientras les hicieron pasar por pruebas tanto físicas como mentales para determinar el elemento (agua, aire, fuego o tierra) de cada uno de los aspirantes. Durante esos días también pudo hacer una amiga llamada Simphonie, una chica dulce cuyo pelo rubio le cubría la espalda hasta la altura de la cintura y que solía recoger en una trenza.

Hoy sábado, todos los jóvenes estaban nerviosos ya que a la mañana siguiente serían elegidos para sus respectivos elementos, aunque no sabían cómo sería la prueba final que lo determinaría, así que estaban impacientes.

-Estoy convencida de que seré una Adqüis -le comentaba Simphonie a Yvette en el comedor. -Es solo un presentimiento, pero entre aire y agua, el agua es mi elemento.

-Tienes suerte de estar tan segura -le respondió Yvette, dudosa. -Yo no tengo ni idea del mío, y es una decisión tan grande... Me parece flipante que la tengamos que tomar solo después de una semana aquí, ¿sabes?

-Bueno, pero, no es por ponerte nerviosa, pero la mayoría tiene una idea de cuál será su elemento. De todas formas, no tienes de qué preocuparte, haremos la prueba, y ellos nos lo dirán, tampoco es como que vayas a elegirlo tú -afirmó y las dos se rieron. Yvette se sintió reconfortada.

-Tienes razón, debería estar más nerviosa por la prueba en sí. ¿De verdad nadie sabe de qué se trata?

Simphonie negó con la cabeza.

-Oye, esta noche Yzma me ha invitado a su habitación, al parecer van a tener una Despedida de Natural, podrías venir.

- ¿Eso son las fiestas que hacen para despedirnos de que sea nuestro último día sin elemento? Sabía que se hacían, pero pensaba que no lo harían. Como Winnefred se entere...

- ¿Eso es un no?

Yvette se lo pensó unos segundos, pero rápidamente le aclaró a Simphonie que iría.

Pasadas unas horas en las que Yvette disfrutó de su soledad en los jardines de los alrededores de la Academia, se paró a reflexionar. Para empezar, se paró a pensar en lo poco que paramos a pensar. Parecía que los humanos siempre iban de un lado a otro sin pararse a respirar por un instante, a contemplar lo que son sus vidas en realidad, y lo que significan. Esta importancia del ser humano le parecía impresionante a Yvette, y en su mente no cabía la posibilidad de que el resto de la gente no se hubiera parado a pensar ni un solo momento de sus vidas lo preciada que era la vida. Por supuesto, no pudo evitar pensar en su hermano y la inagotable agonía del no saber nada acerca de él desde hace tanto tiempo. Incluso de vez en cuando un sentimiento de culpa le acechaba en la nuca y le susurraba al oído que no merecía ser feliz sin su hermano a su lado, pero eso tampoco le pareció justo.

Tan inmersa se encontraba Yvette en el mar de los pensamientos que no se dio cuenta de que la fiesta a la que había sido invitada había empezado e incluso estaría por terminar, teniendo en cuenta que al día siguiente madrugarían. Le había dicho a Simphonie que iría, y no quería que se llevara una impresión equivocada de ella, así que decidió pasarse por la fiesta, aunque fuera por unos minutos.

Dejando atrás los jardines y adentrándose en la Academia, Yvette se dirigía hacia donde la música le guiaba. Caminaba a paso ligero por los pasillos de paredes lilas y verdes cuando giró una esquina y se topó con una imagen que hubiera deseado no haber visto. Un cuerpo en el suelo. La directora Winnefred delante. Quieta. No había más música, solo sus latidos. Winnefred se giró y la vio allí, congelada. Volvió a mirar el cuerpo y una arcada amenazó su garganta. No se dio cuenta de que Winnefred la había arropado entre sus brazos, y por fin pudo respirar y volver a escuchar a lo lejos la música de la fiesta. También se dio cuenta de que el profesorado y los empleados de la Academia se encontraban a la izquierda de la chica sin vida, y de que una de las profesoras parecía hablar con las autoridades por teléfono.

-Yvette, ¿no? -le preguntó Winnefred. Yvette asintió. -Bien Yvette, eres la única alumna que ha visto esto, y por ahora nos gustaría que el resto del alumnado continuara sin saberlo. Verás, ha sido un... -resopló – un crimen racial. Era una Qroswen. No solemos tener alumnos Qroswen porque como ya sabes no suelen gozar de los recursos económicos que tenemos los humanos, pero debemos averiguar qué le ha pasado, así que agradeceríamos tu discreción por el momento.

A Yvette le impresionó la facilidad de la directora para poder articular tantas palabras y pensamientos con tal escena tan cerca de ellas. Ya le parecía raro que siguieran de fiesta sin que nadie les hubiera mandado a sus habitaciones... De hecho, es como si alguien hubiera planeado que todos estuvieran en la fiesta para dejar sola a la indefensa Qroswen. Escalofríos recorrieron la piel de Yvette al pensar que mientras el asesinato se llevaba a cabo, ella surcaba su mar de pensamientos en los jardines, sola, inocente, con la guardia baja.

Lo más probable es que el monstruo que realizó tal acto siguiera entre las paredes de la Academia, y que dormiría esa noche bajo el mismo techo que Yvette y que el resto de los aspirantes, en una cama similar. Pero algo no encajaba. Los Servaterra existen por la razón de proteger. ¿Cómo podría hacer algo así un aspirante a Servaterra?

Durante el desayuno de la mañana siguiente le pareció extraño ver que todos ignoraban lo ocurrido hace menos de diez horas en uno de los pasillos de la misma Academia, y que aparte de los adultos, ella era la única con el conocimiento de lo sucedido, lo que pensó que también podría ponerla en peligro.

Yvette sentía curiosidad por conocer mejor a Simphonie ya que era la primera amiga que había hecho, así que mientras desayunaban se dieron a conocer entre ellas solo para descubrir que tenían mucho en común.

-Y, ¿cómo es que estás aquí? ¿No hubieras preferido continuar trabajando para la empresa de tus abuelos? -le preguntó Yvette.

-Bueno -articuló Simphonie con cierta incomodidad -supongo que ya no me cuesta tanto hablar de ello. Hace un par de años yo estaba saliendo con una chica. Era mi primera novia y aunque solo fuéramos unas adolescentes estábamos enamoradas. Por lo menos sé que yo la quería mucho. Una tarde la policía llamó a mi casa y sin más nos dijeron que les habían asesinado unos Zanatos. A ella y a sus madres. -Simphonie se miraba el regazo y las manos mientras hablaba, le costaba mirar los ojos de Yvette que tanto le recordaban a su antigua amada. -Resultó que una de sus madres era Áizer, la misma que la llevó en su vientre, por lo que ella era mestiza. Desde aquel día supe que, si pudiera hacer algo para evitar que algo así le pasara a más gente, lo haría. Y aquí me tienes. 

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