Capítulo III: "Besos"

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Me despierto sudado

Aún apareces en mis sueños

Veo cómo es que corres peligro

Puedo sentir esa adrenalina que te envuelve

El éxtasis que se mezcla con el terror

Un líquido que recorre cada vena tuya.

Siento que algunas gotas caen de mis ojos

No entiendo el porqué

No sé qué me pasa cuando te veo en ellos

Eres simplemente un alma que camina hacia mí

No tienes forma

No tiene sentido alguno.

Me duele verte tan gris

Tan apagado

Siento que te pierdes a ti mismo

Pero ¿cuándo fue que me di cuenta que no eras lo que pensaba?

Cuando es que el sentido cambió

Y la forma del rombo se deformó.

Mi mente da miles de giros hacia el mismo recorrido

Me siento perdido

Sin un trayecto al que pueda ir

Sin el camino donde debo de pisar.

Sé que no eres real

Un simple reflejo de mis sueños

Tal vez un fantasma

O un ente bueno sin deseos malvados

Capaz no seas alguien de carne y hueso

Solo un anhelo

Algo en lo que pienso para no sentirme tan solo

En esta guerra dentro de las cuatro paredes,

Puede que la locura envuelva mis brazos

Mis piernas, mi abdomen o mi cuerpo exacto

Solo sé que pensar en ti

Es un relajo.

Diciembre hacia su entrada y las vísperas navideñas se acercaban, el olor a comida casera familiar se olfateaba hasta el primer piso del hogar donde él vivía. El día no se prestaba para ser bueno ni un poco, las nubes grisáceas escondían al redondel mayor, el frío se aproximaba para dar presencia, el invierno estaba por llegar y quería destacar entre todos. La noche previa, los rayos no paraban de cantar al unísono, estaban enojados con el mundo por no poder darle alegría a los demás, enojados con el dios que les había dado como castigo ser quienes imponían miedo en la humanidad.

Una ducha caliente haría que el cuerpo del joven se despierte o más bien el vapor del baño envolvería sus brazos dejándolo completamente dormido. La lluvia que salía por el grifo, cayó lentamente sobre cada una de sus extremidades, colocó su cuerpo debajo de esta y su cabeza contra el cerámico marmolado en tonalidades marrones. A fuera podías escuchar sus gemidos de placer, el hecho de sentir que sus músculos no se contraerían por unos quince minutos logrando que el estrés que llevaba sobre sus hombros, junto al peso del pasado, se apartaran. Al salir del pequeño sauna se vistió lo más rápido que pudo pero algo siempre tenía que salir mal, sus medias no estaban y era el único para limpio que le quedaba de todos, bajó casi a las corridas, llevándose por delante la puerta de su recámara, tropezando con decoraciones que adornaban la escalera forrada en una alfombra de tonalidades crudas, sobrias.

Un tramo largoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora