Capítulo IV: "Navidad"

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Te escribí en mis fantasías

Te imagine en mis noches

Te dibujé en mis cuadernos

Te canté canciones en el abismo

Te tomé la mano al cerrar los ojos

Te puedo sentir

A mi lado, acompañándome

Has cambiado una parte de mí

Has hecho que conozca algo

Que nunca pensé que pasaría por mí

Tu cabello lacio con destellos rubios,

Tus labios delgados, resecos del frío

Tu cuerpo entallado y trabajado

Tus dientes relucientes

Tu forma de ser

Tu manera de tratar a la gente

Creo que estoy enamorado de ti desde hace seis meses

Sin tener conocimiento de cuando pasó.

Me aterra que algo salga mal

Me aterra que solo yo sienta este lazo

Me aterra que el hilo rojo nos una

Pero que algo nos desuna

O simplemente que en esta vida no se nos dé

Me aterra el mundo y las personas que viven allí

Pero nadie impedirá que sienta esto por ti

Nadie lo entendería

Solo tú y yo

Los culpables de este sentimiento extraño

Pero tan placentero.

Si no es en esta vida

En este planeta

Aquí mismo,

Lo será en otro.

Pleno veinticuatro de diciembre, un día para disfrutarlo junto a tu familia, comer hasta que tu estómago esté por reventar, probar cualquier tipo de postre, entablar una conversación que acabe en llanto por el chiste malo que hizo tu tío, sentirte en casa luego de que el estrés embeba tu alma todos los días pasados del año. Haría por lo menos diez años que eso no sucedía en la vida de William, no había sentimiento festivo dentro de su corazón endulzado con edulcorante, un sustituto del azúcar.

Posó frente a su espejo, mediante a sus ojos solo podía ver un chico completamente perdido, sin comprender nada de la vida, flacucho, con el rostro chupado y una sonrisa triste. La certeza de aquello eran los adoquines gigantes que llevaba sobre sus hombros, esa carga que aún dolía y no podía sanar, no se aliviaba y la herida se abría cada vez más. "Los tiempos serán mejor", se dijo para sí mismo, "hoy será un día diferente, tendrás una familia con quien pasar la noche, no estarás solo y no te hará falta el afecto", suspiro y limpió las lágrimas que se le caían por sus dilatados, penetrantes y gigantes luceros verdosos, "concéntrate". Estiró su cuerpo el cual hizo un sonido extraño y fue en busca de las llaves del coche, subió a este y puso música de fondo, la cual nunca podía ser infaltable. Condujo por el barrio a no más de veinte kilómetros por hora, una canción con una armonía única, su letra desplazaba el hecho de tener a alguien frente a ti y que sea tan maravillosa a tus ojos que te pierdas al verle, cantó acorde con esta mientras llegaba al primer semáforo de la avenida, el cantante que había escrito esa obra de arte era muy reconocido por la gente y aclamado por su manera de ver al mundo, sin etiquetas, sin estereotipos, amando a todos por igual e intentando de hacer el bien en la sociedad, todos estos puntos llamaban la atención de los adolescentes de esa época, era un modelo a seguir. Aparcó el coche en la entrada de la casa de su mejor amiga, tomó todo el coraje que tenía en su interior y apretó dos veces una especie de botón.

Un tramo largoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora