Capítulo XXXVII: Un desliz

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Llegaron al apartamento y Bianca notó que Marcelo estaba agotado, Joana lo llevó a su cuarto y ella se ocupó de Mariano.

—Yo lo veo mientras te bañas —le dijo Maximiliano.

Ella lo miró y sin decir nada asintió con la cabeza. Se cambió en el baño y se bañó, mientras Maximiliano cuidaba al niño, oía la ducha, recordó su primer encuentro, tantas cosas habían cambiado desde entonces. El niño lo miraba y se retorcía con flojera entre sus cobijas. ¡Vaya que las cosas habían cambiado!

—¿Te vas a bañar tú? —preguntó ella.

—Sí, subí algunas cosas que tenía en el auto, espero que no te moleste.

—No. Te acomodaré el sofá.

—¿El sofá? —preguntó él, incrédulo.

—¿Qué quieres que te de mi cama?

—Que la compartas.

—Claro que no.

Él sonrió y negó con la cabeza se ducho y se cambió, quedó sin camisa y con un mono deportivo blanco. Bianca no perdió detalle pero disimuló.

—Ya acostaste al niño. Veo

—Sí. Lo veo dormir en el monitor, escucho todo también.

—Bien.

Él se dirigió a la sala y tomo las cosas del sofá, regreso a la habitación y se acomodó junto a ella, ella lo miraba con la boca abierta.

—¿Qué haces?

—Me preparo para dormir. No pasa nada, ¿Cómo vas a dejar que duerma incómodo cuando tú tienes tanto espacio?

—Justo lo que yo me preguntaba. Cómo es que me dejaste estar incómoda en un lugar en el que no quería estar, teniendo este o cualquier otro —se quejó ella.

—¡Ya! Ahora que abriste esa puerta exploremos esas ideas. ¿Quieres que me venga a vivir con ustedes?

—Ya no quiero.

—¿Segura?

—¡Sí!

Él se sentó frente a ella y la halo por las piernas, ella se quejó. Él la atrapó bajo su peso apretándola por las muñecas.

Ella podía sentir su olor, su calor y el peso de su cuerpo sobre el de ella.

—¡Déjame! Estás...abusando de mi hospitalidad.

Él se limitó a sonreír y se tendió sobre ella, Bianca gimió, se regañó mentalmente por ceder a su contacto, lo beso rápido en los labios y él se entregó al beso. El beso la encendió de inmediato.

Bajo y retiró sus bragas, ella no lo ayudó pero tampoco se quejó ni lo rechazó, él se subió y sobre ella, la miró a los ojos, se sintió turbado por sus mejillas rojas, su cabello desordenado y sus ojos brillantes.

La miró a los ojos largo rato, mientras se ubicaba entre sus piernas, ella lo ayudó, moviéndose un poco, el bajo y beso su cuello, la mordió con delicadeza y ella gritó y de aferró a sus hombros, pronto lo sintió entrando en ella, con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, lo recibió se aferró a su espalda.

Él se tendió cansado sobre ella, resopló sobre su pecho, bajo y beso sus pechos, ella se revolvió de nuevo tomó su cabeza y le obligo a levantar el rostro hacia ella.

Lo besó en la boca y él la apretó contra él con fuerza. Ella lo apartó y se dio medio vuelta mientras se recuperaba, cerró los ojos pensando en lo idiota que era. ¡Qué fácil fui! Se decía.

Ella trató de dormir pero no pudo. Maximiliano colocó una de sus manos en su cintura, y ella no se la retiro pero se sintió incómoda. Esperaba que no hablara, se acercó más y hundió su cabeza en su hombro, ella lo sintió y no se movió.

—Buenas noches —fue lo único que alcanzó a decir.

Ella no respondió. ¡Soy una fácil! Bueno al menos que sirva para eso, pensó. Mañana como si esto no pasó. Se va a creer que todo está arreglado y no está. No me ha dado mi lugar.

Pensó de nuevo en Augusto, sería sobre eso que hablaban la otra vez. ¿Maximiliano lo habría mandado a investigar? Se preguntaba ella, lo que más le molestaba aparte de lo obvio, era pensar que Maximiliano aún la vigilaba y de dio cuenta de todo y enfrentó a Augusto.

Tendría que averiguarlo. Hubiese sido genial no acostarse con él pero bueno. Al menos pudo hacerse la loca y no insistió en la cama.

A Bianca la despertó el ruido de la lluvia que caía, eran las 2 de la mañana, Maximiliano dormía de su lado. Lo miró un momento y le gustó verlo allí. Fue hasta la cocina tomó agua y observó por las ventanas el agua que caía, regreso a la habitación.

—¿No podías dormir? —preguntó Maximiliano.

—Solo tenía sed.

Él se sentó en la cama y cuando ella se acercó la halo hacia él.

—¡Max! ¿Qué haces? Ya, basta.

—No hago nada —la abrazó por detrás.

Ella se separó de él y se levantó de la cama.

—No quiero que te confundas.

—Yo tampoco quiero que tú te confundas.

La tomo por las caderas y la acercó a él, la hizo caer en la cama, la giro y ella quedó boca abajo, el subió su bata, la acarició. Ella fingía indiferencia.

Ella quería reírse, controlo una sonrisa, lo deseaba, deseaba aquello, se dejó guiar, él la embistió desde atrás, con crudeza y ella se aferró a las sábanas. Cuando llegaron al orgasmo, él se tendió sobre ella.

—Te extrañaba mucho —dijo jadeante.

—Idiota —respondió ella y él rió.

Ella se subió sobre él y comenzó a acariciarlo, recorrió su cuello, mientras permanecía sentada a horcajadas sobre él.

Él le acariciaba las piernas y la miraba a la cara.

—No creas que por esto, estamos bien ya. No te confundas —insistió ella.

Él cambió su sonrisa por una expresión seria y asintió con la cabeza. Tendría mucho trabajo pensó.

Ella se levantó y se echó junto a él. Besó su frente y sus labios. Se acurrucó junto a él.

Matrimonio de apariencias amor por convivenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora