Capítulo XLI: Hace 4 días

4.6K 270 2
                                    

Empezaba a oscurecer, Maximiliano despertó de nuevo pero por primera vez pudo mantenerse despierto más tiempo, todo su cuerpo le dolía, miró de reojo al hombre que lo acompañaba, seguía inconsciente. Tragó grueso y sintió sed, el dolor de cabeza era terrible, se preguntaba si se había quebrado algo, el brazo con seguridad, el dolor era terrible, no podía mirarse, su cuello estaba inmovilizado.

Escucho pasos cerca y con las pocas fuerzas que tenía se dispuso a hablar.

—¡Agua! —gimió.

Una de las enfermeras que estaba pasando lo escuchó, se acercó a él de inmediato.

—¡Muñeco! Te despertaste, ¿Quieres agua? Ya te la doy. ¿Sabes quién eres ¿Dónde estás o qué pasó?

Maximiliano, trago grueso de nuevo, ¡Maldita mujer! quiero agua pensó, pero también era importante decir, quién era.

—Max de la O.

La mujer se quedó callada un segundo. Rió.

—Anda bebe. Dime, nadie ha pedido por ti por acá y dudo que lo hagan, esto está en la tierra del olvido, ya conseguimos que los trasladen a un hospital de la capital, aquí no tenemos cómo atenderlos, tú no estás tan mal, es tu amigo el que me preocupa. Está muy malito el pobre.

—Agua —dijo Max.

—¡Ah! Si, voy.

Maximiliano no recordaba que había pasado, solo sabía que iba camino a un bosque cultivado de una compañía local y de pronto todo se puso negro.

—Max de la O —repitió, bebió del agua que le alcanzó la mujer—. Corporación de la O, llama, avisa por favor.

Maximiliano sopeso que algo le había pasado a sus dientes, o a su boca, le costaba gesticular.

—El carro en el que andaban era muy bonito, pero no lujoso, era más bien de campesinos

—¡Maldita Mujer! Llama —gritó.

La mujer abrió los ojos de par en par y tragó grueso.

—¡Loco! —se giró.

La mujer habló con el encargado del centro de salud al día siguiente y comentó de forma casual, lo que le dijo Maximiliano, él la regañó por no avisarle.

—No han dicho nada él. Yo busque en las redes sociales y nadie menciona que se ha perdido, o que tenga un accidente.

— Ana, ¡Por Dios!

—No se parece!

—Tiene medio rostro cubierto en vendas idiota —se alteró el médico.

Se dirigió a la cama de Maximiliano, dormía pero él lo despertó.

—¡Señor! ¿Señor de La O? —preguntó dubitativo.

Maximiliano se sobresaltó al oír su apellido, pensó que podía haber estado soñando. Abrió los ojos y miró al doctor.

—¡Sí! Maximiliano de la O —contestó emocionado.

—¿Cómo le avisamos a su familia? Todo quedó destrozado.

—Llame a corporación de la O. Lucrecia Jones, dígale que la contacté con mi familia.

—Bien. Vamos Ana, tú harás esa llamada —le dijo el doctor con mirada furiosa a la mujer que se quedó seria y siguió.

—Por fin ¿Cuántos días han pasado? —preguntó Max con más dificultad.

—Cuatro días señor. Desde el domingo, hoy es jueves No se agite, ya no hable, solo escúcheme.

Maximiliano hizo un breve gesto de estar de acuerdo.

—El señor que iba con usted está muy mal. Está grave, necesita intervención quirúrgica, estamos esperando aún el helicóptero para trasladarlo pero nada aún, vamos a necesitar que usted nos ayude con eso, sé que puede.

—Está bien.

—El otro señor que conducía el camión esta fuera de peligro. No sé cómo salió bien librado —explicó el médico.

Pensó en Bianca, si se había angustiado por él, tenía mal la cuenta de los días, creía que habían pasado solo dos días. No había estado mucho despierto, su familia claro que se había preocupado por él, incluso Dante, estaba seguro, pero Bianca ¿Cómo estaría? pensó.

Se emocionó cuando el hombre le dijo que ellos cultivaban sus propios árboles y que incluso podría elegirlos personalmente, otro día, le advirtió el hombre, era domingo y solo lo recibirán si lo acompañaba él y él debía ir de viaje ese día más tarde. Maximiliano lo miró con suficiencia como queriendo decir, que si se iba a atrever a dejarlo a él sin atenderlo, él hombre entendió y decidió ir con él. Casi le desgracia la vida al hombre, aún quizás no se salvaba. Un muerto en un accidente, por su culpa. Que imprudencia.

Matrimonio de apariencias amor por convivenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora