Capítulo Dos

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El domingo llego y David no podía estar más feliz, se paró temprano y de paso hizo lo mismo con su hermano, para preparar todo lo necesario antes de que llegarán las diez y llegará el castaño.

Al final prepararon los brownies, huevo revueltos, café y varias cosas más, terminaron más de media hora antes de las diez dándoles la oportunidad de irse a cambiar.

En cuanto el timbre se escuchó, David fue corriendo a abrir la puerta sonriendo ampliamente, al ver a Joaquín con una gran sonrisa, de inmediato se hizo aún lado para que pasara y dejara la comida que traía en la mesa.

— ¿Cómo estás? —preguntó David haciendo las señas, correspondientes bajo la mirada atenta del joven.

— Bien, llegué unos minutos antes, pero no medí bien el tiempo, espero no les molesta —comentó el castaño sonrojándose un poco.

David estaba por responder cuando escucho vio a su hermano bajar las escaleras, por lo que camino rápidamente a la cocina como si tuviera algo que hacer, cuando en realidad sólo quería dejarlos solos.

— No te preocupes, por llegar unos minutos tempranos —musitó Emilio, haciendo que el castaño se dé la vuelta para mirarlo.

El rizado se quedó sorprendido cuando vio lo lindo que era el joven frente a él, con ojos color miel, el cabello rizado en un tono castaño, que estaba sujeto con unos broches de un lado, además de las mejillas levemente sonrojadas dándole un toque demasiado tierno.

— De acuerdo —comentó Joaquín sin poder quitar la mirada del rostro del joven frente a él, sintiendo sus mejillas ponerse aún más rojas, al pensar lo guapo que es— Soy Joaquín, por cierto —saludo.

— Claro, es un gusto, yo me llamo Emilio —dijo extendiendo la mano para estrecharla con el castaño— Ya está el desayuno, vamos al comedor.

Cada uno se sentó en un lugar frente a la mesa, momentos después llegó David con una gran sonrisa, dando la oportunidad de que comiencen a disfrutar de los alimentos.

— ¿Cómo les fue? —intrigó David en lengua de señas, para que sólo el castaño pudiera entenderle.

— Bien, es muy lindo —admitió Joaquín también en lengua de señas, sonrojándose demasiado por lo que dijo.

Ambos soltaron una pequeña risita, causando que Emilio frunciera el ceño, al no entender la casa de sus risas o del sonrojo del castaño; definitivamente debía aprender a hablar lengua de señas.

— ¿Cómo aprendiste a hablar señas? —intrigó el rizado, para evitar que lo confundieran más.

— Mi padre es sordomudo y por eso aprendí a hablarlo, aunque aún me cuestan algunas palabras, —contestó Joaquín, disfrutando del desayuno— En realidad es mi padrastro, aunque yo lo quiero como si fuera mi padre, a pesar de que llego cuando tenía siete años —a completo lo que dijo antes.

— Me alegro —comentó Emilio sin saber que más decir.

Continuaron concentrados en desayunar, manteniendo un silencio. Al menos hasta que David noto como su hermano volteaba a ver constantemente al castaño, cosa que jamás había hecho, por lo que llamó la atención de Joaquín para poder preguntarle algo.

— Creo que le gustas a mi hermano, no deja de verte — señaló David.

— No digas eso, solo es amable conmigo —dijo el castaño muy a penado y sonrojado.

Emilio se arrepintió de no ir a las clases de lengua de señas, cuando su hermano fue, no tenía ni la menor idea de que hablaban, para evitar que sigan hablando volvió a preguntar.

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