XII - Final

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– ¡Sí! – dijo sorprendiendo a Ooga por el entusiasmo mostrado y a la vez haciéndola sonreír, quién iba a decir algo más cuando oyó los gritos de emoción por dentro del salón de baile y vio un montón de cabezas asomándose y se dio cuenta que todas las chicas habían sido testigas de aquella pedida de cita, solo miró con enojo a su ahora próxima cita quien le sonrió en disculpa por haberse confesado en ese momento y lugar.

Aunque eso no iba a cambiar el que salieran en una cita y quien sabe, terminar siendo algo más que amigas.

A pesar de que afuera parecía haber un día hermoso y soleado, para Momoko había sido un día terrible y una noche peor, había tenido una fiebre terrible que no la había dejado recién en la mañana, haciendo que no pudiera levantarse por la mañana para ir a la escuela.

Al menos eso era algo bueno por un lado, así no tendría que batallar con sus sentimientos que estarían atormentándola todo el día.

Otra vez ahí estaba dándole vueltas a lo mismo.

Ya estaba cansada de aquello.

Pero lo único que podía hacer era rodar por su cama y nada más, no se sentía fuerte como para levantarse y hacer algo más.

Tenía hambre, pero no la suficiente como para pararse por algo y dudaba que su hermana quisiera traerle algo de comer como para interrumpir su sesión de estudios.

Tenía la garganta inflamada, así que no quería gritarle, porque sabría que podría dañar sus cuerdas vocales y eso lo evitaría a toda costa.

No era la mejor cantante, pero eso le impediría estar en Sakura Gakuin y una cosa era que quisiera evitar a su senpai y otra muy distinta que de plano no quisiera estar más en aquella escuela, con lo difícil que había sido convencer a su padre.

Así que no arriesgaría a perder esa oportunidad, así que en cuanto se sintiera mejor iría por algo de comer...u obedecería a su pereza y se quedaría ahí hasta que le diera más hambre.

Rodó por su cama y de repente sintió algo que le lastimaba en la espalda y se levantó a buscar que era aquel objeto, quitó la colcha para saber que era, dándose cuenta que era su celular.

Sonrió y se dio cuenta que al parecer su madre se había apiadado de ella y le había dejado con que entretenerse, rápidamente se acostó de nuevo y comenzó a revisar sus redes sociales, para notar que en Instagram había una foto Maaya y Marin besándose, lo cual le sorprendió en demasía, sobre todo por el ojo morado de Maaya.

Eso quería decir una sola cosa, Marin por fin había hablado y había decidido por Maaya, así que sus dos amigas se habían agarrado a golpes.

Y al parecer Maaya se lo había cumplido, no pelearían en su presencia, movió la cabeza negativamente, ya tendría tiempo para hablar con esas dos.

Puso el teléfono en su cama y miró a la ventana, los insipientes rayos de sol que se colaban por la cortina.

Por un lado estaba feliz por Maaya que al fin después de tanto pelear con ella para que confesara su amor lo había hecho, pero por el otro lado se sentía triste por Mirena, así que tendría que estar a su lado consolándola.

Aunque después vería como reconciliar las cosas entre las dos y que volvieran a ser amigas todas como en un principio.

Si ella no podía ser feliz, ¿Por qué no intentar que las demás si?

Suspiró, pero eso lo haría después, por ahora se concentraría en recuperarse, para poder saber bien que había pasado y poder volver a la escuela.

Tomó su teléfono de nuevo y siguió viendo sus cosas, cuando de repente escuchó que tocaron la puerta y se enderezó escondiendo el teléfono instintivamente.

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