Prólogo

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—Vete, no te quiero aquí— gruñó Dylan mirando fijamente a Lucas. El pelinegro estaba furioso; no con el chico frente a él, sino con él mismo.

Lucas lo miró con una sonrisa burlona. Era una completa idiotez el seguir negando lo que estaba más claro que el agua; lo deseaba con la misma intensidad que él.

Dylan no apartó la mirada de Lucas en ningún momento. La habitación solo era iluminada por una pequeña lámpara de lava roja.

—¿Por qué lo sigues negando? Sabes que lo quieres al igual que yo. Lo deseas— dijo con lentitud mientras daba unos pasos más cerca, quedando frente a frente, sus respiraciones mezclándose. Dylan era unos centímetros más alto que él, por lo tanto, tuvo que levantar la cabeza un poco para poder mirarlo mejor.

El pelinegro enmudeció, ¿cómo era posible aquella barbaridad? Dylan nunca se quedaba sin saber que decir, siempre tenía el control de todo. Pero el no tenerlo esa noche, frente a él, lo enloqueció. ¡Por una mierda! Lo odiaba, lo detestaba con todas sus fuerzas.

¡Me gustan las chicas! Se repitió una y otra vez mentalmente. Nunca había pensado en un chico, al menos no de esa manera tan impura, tan... lujuriosa. Pero es que con Lucas todo se iba a la mierda, su cuerpo reaccionaba de una manera inexplicable, inevitable con su toque.

Y no le gustaba, ¡por una mierda!

Dylan apretó los dientes haciéndolos rechinar en el proceso. De una manera tan repentina, su mano se enredó en el cuello del rubio. El chico, en lugar de alejarlo, sonrió, de un momento a otro se sintió excitado.

¿Qué cojones?

—Te encanta tener el control ¿cierto? Hazlo, no tengas piedad conmigo, no te reprimas.

—No me provoques, Lucas. —Siseó apretando el agarre en su cuello. El rubio abrió la boca jadeando.

—¿O si no qué? —lo retó.

— Si no lo haces, te voy a poseer aquí mismo. Te follaré tan duro y sin piedad que vas a gritar del placer y dolor, ambas en partes iguales— susurró con malicia cerca de su oído. Lo apegó a su cuerpo permitiéndole sentir la jodida erección que había provocado por sus malditas provocaciones.

No estaba jugando.

Ya no más.

Lo soltó, se alejó varios pasos de él, pasando las manos por su alborotado cabello; frustrado. Lucas cerró los ojos, sintiéndose desfallecer en cualquier momento.

—Sé que sientes lo mismo.

—No. No lo hago.

—No importa. Aunque tu boca diga lo mucho que me detestas, tu maldita erección desea ser adorada por la mía, desea con demencia tenerme arrodillado.

Totalmente fuera de sus cabales, en sus adentros le dió la razón, aunque quisiera, no podía, ya no podía negarse a lo que sentía. Dylan había llegado al final del túnel y se encontró con una pared que le bloqueaba el paso. Ya no podía huir.

—Entonces hazlo, arrodillate. Enséñame lo mucho que mueres por hacerlo.

En ese momento ni el propio Dylan se conocía, pero ¡a la mierda todo! Tenía una maldita erección que deseaba ser calmada, en ese momento le importaba una mierda las consecuencias.

En ese momento solo necesitaba sentir su boca dándole placer, robándole exquisitos jadeos y gemidos. Quería jalar su cabello para guiarlo al ritmo que a él le enloquecía.

Lucas lo hizo, él malditamente lo hizo.

En ese momento, Dylan comprendió una cosa: Estaba perdido. Lucas Jackson había ganado el juego.

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Jijiji. Vendo biblias benditas por si quieren una.

No se imaginan lo emocionante que es para mí escribir esto, es completamente nuevo y me gusta.

¿Que les parece Dylan en modo sucio?

¿Les gusta Lucas?

¿Qué dicen del prólogo?

¿Está intensa la cosa?

Si les gustó, no se les olvide votar y comentar, eso me motiva demasiado para seguir publicando capítulos.

Con amor: ankall.

Una D para Lucas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora