Capítulo 05

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—No me puedo creer que me dejara convencer— susurré para mi mismo al dejarme caer en uno de los sillones de la pequeña sala de su apartamento.

El pelinegro apareció caminando despreocupadamente por el estrecho pasillo, tragué saliva al darme cuenta que se había desecho de su camiseta y ahora solo llevaba un pantalón de pijama.

Traté con toda mis fuerzas de desviar mi atención a cualquier lugar, menos a su bien trabajado abdomen. Dylan pareció darse cuenta del efecto que producía en mí, por lo que, una sonrisa ligeramente burlona se dibujó en su rostro.

—¿Quién era la chica?— preguntó tomando asiento frente a mí.

Arqueé una ceja.

—¿Qué más da?

—Solo quiero saberlo— se encoje de hombros, pero no me pasó desapercibido la manera en como sus hombros se tensaron.

—¿Celoso?— pregunté con una sonrisa llena de burla.

—Puede.— Esa respuesta, sin duda alguna, jamás la esperé. Sus ojos hicieron contacto con los míos, y de pronto me sentí tan expuesto que fui yo el primero en desviar la mirada.

—¿Para qué me trajiste aquí? De seguro Eloy debe estar buscándome.

—¿Eloy? —soltó una risa divertida—. Se ve bien que no lo conoces. Lo más seguro es que ahora esté llamándole a Lily, o en su casa. El rubio no tiene remedio. —bufó.

—Lo conoces bien— deduje. Asintió lentamente, posicionado sus brazos detrás de su cabeza. Me removí, incómodo, ante su mirada penetrante sobre mí.

—Sí— concuerda.— Ya te sabes la historia, los conozco desde hace años, son unos buenos chicos.

—Aunque Eddie esté loca— reí y segundos después el pelinegro se unió.

—La otra noche se peleó con una piedra. —negó con la cabeza, divertido.

Ambos guardamos silencio por unos segundos. De pronto, los recuerdos de lo que hicimos la última vez que estuve en ese lugar, invadieron mi mente. Tragué saliva.

—Al parecer, no soy el único que lo recuerda— susurró sin mirarme. Levanté la mirada, sorprendido.

—¿Qué?

—Bueno, que tu mejor amigo te meta mano y que casi haga que te corras, no es tan fácil de olvidar, la verdad— medio bromeó para aligerar el ambiente.

Sacudí la cabeza.

—No llamaste, esperé que lo hicieras— admití, cabizbaja.

—Esto no es... normal para mí, Lucas. No puedes pretender que te busque para arreglar las cosas cuando no siquiera yo sé lo que está pasando entre los dos. Entiendo que tú seas bisexual, y lo respeto. Pero yo...

Dejó la frase al aire. Escondió su rostro entre sus manos.

—Debes admitir que no te soy indiferente— fruncí el ceño.

—Los rubios no me van— bromeó—. Pero puedo hacer una excepción, tienes unos buenos centímetros.

Lo miré, sorprendido, pero luego ambos estallamos en carcajadas.

—Por supuesto que los tengo. También te sorprenderá lo que sé hacer con mi boca. —Me miró, supe de inmediato que trataba de esconder una sonrisa.

—Tu padre...— dijo de pronto, volviendo a su expresión seria— ¿Él sabe tus gustos?

—No — Suspiré—. Cuando se entere que me gusta un idiota tatuador, le dará un infarto. —bromeé intentando esquivar el tema.

Una D para Lucas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora