EXTRA I

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DYLAN.

—¿Entonces...?

—No.

—Hijo...

—He dicho que no, papá.

—¡Pero ya estoy mejor!

—No irás a trabajar, tu salud está mal, necesitas descansar. Por Dios, hazme caso— supliqué acercándome a la cama, donde él estaba recostado con una mueca de fastidio.

Hace un mes le habían diagnosticado diabetes tipo 1, era una suerte que lo supiéramos pronto, ya que el médico dijo que podía tratarla, y si llevaba un muy buen cuidado de sí mismo, podría llevar una vida tranquila y duradera.

El problema era que mi viejo no conocía el concepto de "tranquilidad". Era tan difícil retenerlo en su cama al menos por un minuto, era un hombre muy activo, se pasaba la vida trabajando.

—Me voy, regreso para el almuerzo... ¡no te levantes de la cama! Tío Phil viene a verte en un rato, mi prima Lissy estará aquí a las 9:30 de la mañana, no se irá hasta que yo esté de vuelta. Jo se está encargando perfectamente del local principal, y con mi ayuda todo estará bien ¡no tienes de qué preocuparte!

Apretó los labios.

—No sé que fue lo que hice bien en mi aburrida vida para tener un hijo tan maravilloso como tú.

Sonreí con ternura.

—Te amo, papá.

—Y yo a ti, Didi.

Le puse mala cara.

—¡No me digas así!— gruñí.

—Ajá— le restó importancia con un movimiento de su mano, mientras acomodaba sus lentes y seguía leyendo uno de esos libros clásicos que tanto le gustaban.

Sonreí.

Las personas siempre habían mencionado mi gran parecido con Gael Brawn, mi padre. Sobre todo con nuestro físico, ambos éramos escandalosamente parecidos; nuestro cabello era del mismo intenso color negro, nuestros ojos grises que gritaban "impotencia" como Lissy, la hija de mi tío Phil, decía. Nuestra sonrisa amable y la buena altura... la abuela Clara siempre había bromeado sobre nosotros siendo dos enormes "palmeras". Pero si en algo no nos parecíamos, era en su enorme habilidad para perdonar y no guardar ningún tipo de perdón. Yo no era así, jamás podría.

Minutos después, yo ya estaba bajando de mi motocicleta y entrando al local. Sonreí con entusiasmo cuando miré a mi alrededor. No podía evitarlo. Este lugar era como mi pequeño paraíso, amaba pasar las horas de mi vida aquí, plasmando la imaginación de las personas en dibujos para luego hacerlos enternos con tinta sobre su piel. Increíble.

—¡Chico guapo!— chilló Alexia, con una enorme sonrisa detrás del mostrador.

—Chica fea— murmuré, sacándole la lengua.

—¿Cómo sigue Gael?

—Mejor— respondí, antes de recostar mis antebrazos en el mostrador para observarla mejor. —¿Qué haces?

—Oh, nada interesante, estoy sacando las cuentas de la semana pasada, Phil me ha estado molestando todos estos días atrás con eso. Ese hombre en verdad no sabe lo que significa la paciencia. —sonrió.

Alexia era la chica que se encargaba en el mostrador, como algún tipo de recepcionista. Era muy hermosa; su cabello castaño estaba atado en una coleta, llevaba puesta una camisa de tirantes, dejado a la vista todos los tatuajes que cubría su cuerpo. A primera vista quizás podría parecer intimidante, pero cuando te permites conocerla, te das cuenta de que es un amor.

Una D para Lucas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora