VII

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MI HERMANA


Natalia cuando despertó, a diferencia de los otros días, se vistió con unos pantalones de cuero marrones y una simple camiseta verde, extremadamente larga por la zona de la espalda. Tras ponerse sus botas bajó a desayunar un café calentito y cogió un par de galletitas para el camino hasta el campo de tiro y poder darle una a Alba.

Alba, que ya había llegado al campo de tiro cuando la contraria estaba saliendo, se subió al árbol con sumo disimulo y observó sonriente al ver que los cazadores que ahí se hallaban, regresaban a su casa apagados y sin ningún animal ni ningún mestizo.

Unos cuantos minutos después llegó la morena llevando un par de galletas envueltas en un trozo de tela, llegó y tras dejar el arco y el carcaj con sumo cuidado entre las raíces del árbol y apoyado en su tronco, alzó la vista a la rama en la que encontró a Alba días atrás, y sonrió al ver que allí estaba.

     — Creo que el lugar ya es completamente seguro, cuando quieras puedes bajar.— sonrió con calidez alzando las galletitas y dejando apoyada en el tronco su espalda, sin quitarse aún la capucha de la capa.

     — Siempre me toca bajar a mi...— murmuró con el suficiente volumen de voz para que la morena no la escuchara, procediendo a bajar de aquella rama de un salto, parándose justo frente a aquella chica.

Natalia, que justo cuando la vio delante suyo con una enorme sonrisa en los labios, se asustó pues aún no se había acostumbrado, le devolvió la sonrisa y le tendió una de las galletas, que aceptó encantada y murmuró un "Buenísima" cuando acabó de catarla.

     — ¿Has dormido bien?

     — Sí, la verdad es que dormí genial... ¿Pero tú, todo correcto Alba? ¿Has dormido bien? ¿Todo en orden en casa, no te pasó nada por el camino?— preguntó la elfa con curiosidad y preocupación por su reciente amiga, bueno si es que se podría llamar de esa forma.

     — No tienes que preocuparte por mi.— susurró mirándola y rodeó el cuerpo de la contraria con sus brazos y alzando la mirada hasta sus ojos se mordió el labio.

      — Entonces supongo que eso es una respuesta positiva.— la rubia asintió con un movimiento que casi no se vio, pero se notó.

Natalia, sintiendo como la cabecita se restregaba en su pecho, por lo que procedió a rodear su pequeña cintura y dibujando pequeños círculos con la yema de los dedos.
Sintiendo la intensa mirada en su rostro, bajó la suya y con brillito se la devolvió con una gran sonrisa, notando como se ponía de puntillas y tras cerrar los ojos le dio un suave beso que fue correspondido a la vez que la más alta la cargaba en brazos cual koala.

    — Besas tan bien Nat...— dijo en un suave susurró con una dulce vocecita cuando se separó de aquel beso.

    — No digas bobadas, que la que besa bien eres tú...— se recreó dándole caricias en la nuca y la besó de nuevo con cariño.

Alba notó como su espalda chocaba contra el tronco del árbol y con cariño rozó la naricita separándose de aquel beso, con la intención de coger aire y rebajar el rojo de sus mejillas.

     — Que mona eres con ese tono tan rojito en la carita...— susurró con un sonrisa.

Tras dejar una cariñosa caricia, repartió un par de besos en ambas mejillas, para luego con sumo cuidado dejar sus pies en el suelo y separarse para dejar un poco de espacio entre sus cuerpos, sonriendo al ver que el color rojo aún seguía en las mejillas de la preciosa personita que estaba delante suyo.

     — Oye.., ¿te dijeron algo anoche por llegar tan tarde..?— preguntó preocupada por si no iban a dejarla volver a salir.

     — La verdad es que sí, mi hermana... te quiere conocer.— le dijo con un poco de inseguridad por como sería su reacción ante aquello.

     — Bueno... podría venir... aunque solo si sabe mantener en secreto esto, me refiero a lo nuestro...— miró a Natalia, acercándose un poquito a ella.

     — Sabe mantener un secreto, no te preocupes por eso... lo único malo es que puede llegar a ser más curiosa que yo...— acabó en un susurro apesadumbrado, pues sabía de sobras lo pesada que podía llegar a ser.

     — Entonces puedes decirle que venga, si tanta curiosidad tiene...— aceptó con una mini sonrisa.

     — La verdad es que pienso que lo hace con el fin de joderme un poco... pero si a ti no te molesta, entonces le diré que venga mañana al campo junto a mí...— sonrió y se volvió a acercar para acariciar sus mejillas.

     — ¿Te parecería bien ir a mi casa?

Natalia, ante aquella pregunta que al principio le había pillado por sorpresa, asintió con la cabeza en un movimiento casi imperceptible. Cuando notó que Alba la seguía mirando en espera de una respuesta, se acercó un poco a ella, cogiendo su mano.

     — Me parece bien, vamos anda.

En cuanto escuchó eso, Alba entrelazó los dedos con los de Natalia, que se dejó llevar confiando plenamente, y con mucha calma empezó a andar por el bosque, cómo aquel que anda por su casa, pues se podría decir que de alguna manera era así, por todo el tiempo que pasaba ahí.

Natalia que se sorprendió mucho al llegar a una zona del bosque en el que jamás estaba, terminando en un acantilado, se asustó y echó un par de pasos hacia atrás. Desde allí, la morena vio como la mestiza corrió y se lanzó al acantilado con total seguridad, y asustada se acercó porque aquello la habría matado.

     — ¡Alba!— gritó a pleno pulmón.

Nuestro nombre  ||  AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora