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MI CONSCIENCIA


Tras todo aquel ejercicio que las había dejado agotadas, sintiendo que estaban muy cómodas con que la otra la viera desnuda, caminaron hasta la cocina donde aprovecharon para cocinar entre risas tontas y charlas banales, pasando allí la tarde pues en todo momento siguieron picando.

Cansadas de estar sentadas, se movieron de nuevo a la cama donde ambas permanecieron abrazadas, Alba teniendo la cabeza apoyada en el pecho de Natalia que notaba como la mestiza le devolvía las caricias cariñosas que le estaba dando en la espalda, en el abdomen.

La rubia y pelirrosa movió la cabeza colocando su redonda orejita en el pecho de la contraria, llevando la mirada hasta la ventana, fijándose en la oscuridad que había y separándose con pesar del calentito cuerpo de su elfa favorita.

     — Nat... No sé qué hora es, pero no quiero que te echen la bronca... ¿Quieres volver ya a tu zona..?— susurró con una vocecita suave y acariciando sus mejillas.

     — La verdad es que me encantaría quedarme aquí, pero tienes razón en que es tarde.., debería volver... ¿Me llevas, Albi..? Prometo acercarme mañana al acantilado para que nos veamos...— susurró notando como se quitaba de encima suyo, dejando una sensación de frío.

     — Puedes traerte a tu hermana... si tiene tanta curiosidad, estará genial...— se levantó de la cama y tras una mirada tierna a Natalia, se vistió con cierta prisa y con la misma, vistió a la contraria.  — Vamos.

Cogidas de la mano salieron de la casa, andaron por el bosque y llegaron hasta el acantilado, notando que las facciones de sus rostros ya empezaban a dibujar en pequeños matices la tristeza.

     — ¿Me abrazarás con mucha fuerza mientras cruzamos este sitio..?

     — Mientras crucemos y siempre, Nat.

Se pusieron al borde del acantilado y cuando Alba sintió que los brazos rodeaban su cuerpo, extendió las alas y empezó a volar manteniendo la vista al frente, mientras que la morena sentía suaves caricias en su espalda y disfrutaba de la vista que tenía del cielo estrellado y de la luna que les iluminaba.

A pesar de que ya habían llegado a la otra punta del acantilado, la mestiza siguió batiendo sus alas hasta llegar a las afueras del bosque, ahí fue donde finalmente puso los pies en tierra, a la vez que Natalia.
Con un poco de tristeza, tras un cariñoso beso que deseaba las buenas noches y que durmieran genial, se alejó de su cuerpo mirando fijamente sus ojos.

     — Te quiero.

     — Yo también te quiero, Natalia...

En un golpe de valentía le dio un pico y luego volvió hasta casa corriendo, donde nada más llegar se fue directa a la cama mirando el techo, coordinandose perfectamente con la mestiza en la respiración.

La misma Natalia, que estaba mirando al techo estableció una conversación consigo misma.

— Buah, que pasada el día de hoy, ¿no crees..? Tu primer beso y tu primera vez, con ella... es tan guapa...

          — Y ha sido genial, de verdad que sí... Ahora todo es distinto, más bonito.., con sentido.

— Sí, pero lo de que Elena la conozca mañana.., puede acabar un poquito mal, sabes lo lista que es... En cualquier momento podría preguntar sobre ese tema, o soltarle una bomba.

           — ¿Entonces propones que se lo diga yo, o qué..?

— No te propongo nada, sólo te digo que tal vez es mejor que se lo digas, antes de que le pique la curiosidad...

Nuestro nombre  ||  AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora