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LAS VISTAS

A la mañana de una semana después, la medio rubia nada más despertar desayunó y salió de casa con el mismo vestido que el día anterior y un corsé distinto,de color rosado. A la misma vez, la morena desayunó junto a su familia y se vistió con un vestido parecido al del día anterior pero de manga larga y después salió de su casa con calma.

Habían pasado unos días en los que no habían podido quedar, pues Natalia había tenido algunos asuntos de la "alta sociedad" que resolver junto a su familia. Pero aún así, los que sí habían quedado, afianzaron una relación que empezaba muy poco a poco, en el que hablaron de temas muy típicos; la infancia, los libros que más les habían gustado y marcado en su vida, la música que les gustaba, si tenían o no mascotas, así descubriendo que Alba tenía una.

Alba, que estaba acercándose al lugar en el que prometió estar si Natalia volvía, escuchó unos ruidos cerca del campo de tiro y se acercó un poco pudiendo así ver a Natalia, para acercarse a ella.

     — Hola.

Se puso la capucha que le tapaba totalmente el pelo y se acercó a ella desde atrás con una gran sonrisa, provocando que la mujer portadora del arco lanzará la flecha y por algún tipo de arte fuera a parar al centro de la diana, mientras escuchaba la risa de Alba por su reacción.

     — Hola Alba.

     — ¿Te he asustado? — preguntó acercándose a ella para coger su mano.  — Podríamos ir a mi zona, allí podremos hablar y estar juntas con mucha más calma, no tendré que esconderme...

Natalia asintió sin ser consciente del todo de lo que había escuchado, mirando a sus ojos para proseguir mirando a la mano que le acababa de coger la otra mujer.

     — ¿Vas a arriesgarte a que alguien de mi especie conozca la zona en la que pasas todo tu rato libre? ¿Eso no es peligroso?— miró de nuevo directamente a sus ojos con desconcierto.

     — Llevamos varios días hablando, ambas sabemos de sobras que si hubieras querido ya podrías haberme matado o vendido a quien sea que lo hagan.— habló con convicción encogiéndose de hombros.  — Tú corres más peligro que yo sí quieres entrar sola antes que conmigo.— sonrió y tiró un poco más de su mano.

     — En eso tienes razón... Pero ya te voy avisando, como se me tiré encima alguien de los tuyos y esa enorme familia que formáis, me vuelvo a mi casa de cabeza.

     — Mientras no hagas ningún tipo de preguntas raras o algo parecido, todo estará bien.

La más alta asintió con la cabeza y dejó que la bajita la guiará pues confiaba en ella. Caminaron con calma hasta llegar a la zona profunda del bosque que quedaba muy cerca de un acantilado, dónde le enseñó y explicó muchas cosas, por no decir prácticamente todo lo que había hecho allí desde que era una criatura de ocho años.

Cuando el sol se posó en lo más alto del cielo, se observaron felices y por arte de magia Alba hizo aparecer una pequeña cesta de comida, lo cual sorprendió a Natalia, que encantada comió de lo que le estaba ofreciendo.
Se pasaron la tarde entre risas tontas por anécdotas graciosas siendo mayoritariamente de comidas familiares y de cosas sucedida durante la infancia en la escuela.

Al ver que se hizo oscuro y apareció la luna, las descubrió a ambas sentadas colgando los pies de una enorme roca, prácticamente siendo una de lo juntas que estaban, observando el cielo.

     — Las vistas desde aquí son tan bonitas...— suspiró y cerró los ojos por un instante.

Su voz, sorpresa para la mujer que escuchaba, había sido dulce y meloso. Aunque no está de más, que ella, al igual que las personas que leéis esto, no sabía con plena convicción si se refería a la luna llena y brillante, o a la pelirrosa que tenía justo al lado.

     — Y tanto...— soltó un suspiro que nadie consiguió entender pero que dio paso a lo que toda la gente estaba deseando.

En el segundo justo que pasó una rápida estrella fugaz encima suyo y que ninguna vio por estar perdida en la persona que les acompañaba, se quedaron observándose los ojos, siendo la portadora de orbes acaramelados quien se acercó muy lentamente a la otra.
Natalia al ver que no era nada que su cabeza se había inventado, discretamente llevó las manos hasta dejarlas a la altura su espalda baja para que no se alejara más. También fue ella quien se lanzó, besándola con cierta pasión.

Natalia que al principio aquello la había cogido por sorpresa, se lo siguió agradeciendo tener las manos en su cintura para que no pudiera alejarse de ella, igualándola en cuanto a pasión de refiere.

Sus lenguas se encontraron en una pequeña batalla que terminó teniendo ambas las mismas perdidas y ganancias.
Finalmente, Alba, aprovechando que el agarre de la otra en su cintura se había aflojado, se separó un poco y aprovechó para coger aire y repasar con suma suavidad, los húmedos e hinchados labios de la mujer que aún permanecía con los ojos cerrados.
Ésta, nada más sentir el tacto suave en sus labios, abrió los ojos mirándola con un brillito que encantó a la mestiza. Segundos después, cuando fue capaz de reaccionar, llevó una de sus manos hasta la de la contraria que permanecía en su rostro y la cogió para acariciársela, y en cierta forma, devolverle las caricias que le había dado.

Tras unos minutos en que ambas estuvieron mirándose, ambas se acercaron a la otra, así dándose varios besos más, cálidos y tiernos, dejando a la luna como única testigo de aquel delito pasional que estaban cometiendo.

Tras darle otro beso, que fue el último de aquella noche y volver al campo de tiro, quedaron en que se verían al día siguiente.

Natalia, después de que la acompañara hasta el campo de tiro, rogó para que Alba no se echara para atrás a pesar de que fue ella quien se lanzó a besarla. También, rezó para que en el viaje de vuelta a casa no se encontrara a nadie y llegara a salvo a su casa.

Nuestro nombre  ||  AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora