Desconectar.

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*11 meses después*

Me encontraba en la ventana de mi habitación quedaba a la casa vecina, a la casa de Amelia. Veía como ella salía de su casa para luego dirigir su mirada a mi ventana. Yo sabía perfectamente por su mirada que quería sonreírme y saludarme pero negué con la cabeza. Nadie podía saber que ella y yo somos amigos, no podía dejar que nadie se enterara porque eso significaría que padre sabría.

Ella asintió con la cabeza y dio media vuelta, rodeando la casa para ir al patio trasero, yo la seguí con la mirada. Yo ya sabía que significaba eso, ella quería que la siguiera, ella quería hablar conmigo.

Espere un rato para levantarme de la ventana y ponerle el seguro a la puerta me volví de nuevo a la ventana para abrirla y salir por esta (no sin antes fijarme que nadie estuviera viendo). Corrí hasta el patio trasero y fui hasta la parte de la cerca rota que comunicaba con el patio de la casa de Amelia. La verdad es que esa cerca tanto Amelia como yo, la partimos de manera disimulada, cosa de quitar y poner sin que nadie se diera cuenta del cambio, solo sus mamás; Las cuales ya conocí y me preguntaban si me encontraba bien y me alimentan cada que veo a Amelia, incluso hacen una lonchera extra para que Amelia me la de. Ellas no son malas. Ellas son cálidas.

Ellas no me dan asco.

No como aquellas que pasan a mi habitación... O pasaban antes de que empezara a pasar seguro a la habitación. Aunque no siempre puedo salirme con la mía...

- Jeremy – me llama Amelia -, aquí estoy. – dice mientras agita la mano en la pequeña casa en la que se esconde.

Me acerco y entro en la casita en la que dentro se encuentra una Amelia sentada con las rodillas pegadas al pecho y las manos apoyadas en las rodillas, me regala una pequeña sonrisa.

Algo anda mal.

- ¿Qué paso? – le pregunto mientras me siento a su lado y la miro. Ella suelta un suspiro y recuesta la cabeza sobre sus manos.

- ¿Por qué no pueden dejarme tranquila? – Me pregunta.

Ya sé lo que pasa.

Recuerdo que en esa época siempre molestaban a Amelia, por el tema de ser hija de una pareja de lesbianas. Los niños siempre le decían cosas crueles, las niñas pensaban que Amelia al ser hija de lesbianas también le gustaban las niñas. O bueno, no podemos echarles toda la culpa a los niños, porque de algún lugar lo debieron de aprender... En sus hogares, por ende sus padres.

Los adultos pueden llegar a ser muy crueles con unos simples niños, tan solo por no pensar de la misma forma que ellos, por no ser de mente cerradas como ellos. Y Amelia lo sabía de primera mano.

- Son unos idiotas, Lia. – le dije.

- Pero me molesta... - hizo una pausa para esconder su rostro entre sus piernas – Y me pone triste. Quiero ser normal Jer. – suelta un sollozo.

De inmediato la abrazo. No me molesta ni incomoda abrazarla a ella.

- Eres normal. – le digo en un susurro.

- ¡Pero los demás!

- Son idiotas, Lia. – la interrumpí. – Y tú eres muy inteligente, no creas en ellos.

- Eres mi mejor amigo, Jer. – Me abraza de vuelta.

***

- Oye... - Me llama mi padre con una botella de cerveza en la mano, yo tan solo lo miro - ¿Qué se siente ser un macho...? – alarga la ultima vocal, yo solo me encojo de hombros y agacho la mirada. No quiero verlo.

- Bien... - murmuro aquella mentira que quema en mi garganta.

- Eso... - arrastra las palabras – Eh- Estado pensando... Que necesitas una nueva mami... - dice para sentarse junto a mí en el sofá y apoya su mano en mi rodilla.

No quiero que me toque, me siento sucio cada que me toca, él y cualquiera que no sea Amelia y sus mamás.

Me quedo callado.

- Y alégrate... - me agarra de la mandíbula, puedo oler el alcohol y el mal aliento de mi padre. Quiero vomitar. – Ya la tienes... Saluda... A tu nueva mami... - acto seguido entra una mujer con poca ropa y una sonrisa extraña en los labios. – Ella... Si es una mujer... - dice mientras se tambalea hasta donde está la señora. – No como... la inútil de tu madre... - y lanza la botella contra la pared sobresaltándome para luego agarrar a la mujer y lo que parece como comerle la cara y agarrar su trasero.

Yo me levanto en silencio y me dirijo a mi habitación, me meto en la cama me acobijo por completo y me tapo la cara al empezar a escuchar sonidos provenientes de la sala. Cierro los ojos y pienso en Amelia y la comida que me dan las señoras Eleonora y Diane.

[...]

Me despierto al sentir una mano acariciando mi mejilla, al abrir los ojos me encuentro con la señora que estaba con padre mi "nueva madre", según las palabras de mi padre.

Me aleje lo más que pude de aquella mujer.

- Tranquilo. – me dijo con una sonrisa. – No te haré nada malo.

Pero no negó que me iba hacer algo.

Me quede callado, tan solo la miraba. Odio su toque. Me hace sentir sucio.

- A partir de ahora yo seré tu mami – me dijo mientras acercaba su mano – y tendrás que hacer lo que yo diga, a menos que quieras que papá se moleste contigo... - hace una pausa al ver que me asusto – No queremos que papá se moleste contigo ¿verdad? – Niego con la cabeza – Buen niño, entonces tienes que hacer todo lo que yo te diga. – Y me empieza acariciar mi cabello, mi rostro, cuello... Va tocando donde puede y donde quiere.

¿Y yo? Yo tan solo me quedo callado mirando a la pared, dejando que haga lo que quiera, desconectando mi mente de mi cuerpo.

A esa edad yo ya sabía cómo volverme un cascaron vació.

Algo más que Amigos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora