Día a día.

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Ya son dos semanas desde que mamá ya no esta, que no me da mi beso, mi abrazo. En el cual ya no esta mi luz. Y es que para esa edad, mi madre era mi luz en toda esa oscuridad.

- Tengo hambre. - Le dije con temor a mi padre.

- ¿Y que quieres que haga? - Me miro de mala forma, como si yo fuese una rata. Y es que para el era eso, tan solo una plaga. - Todo es por tú culpa. - Me dijo con odio desbordandole en su voz. - ¡Se fue por tú culpa! ¡TÚ CULPA! - Y a pasos rápidos se acerco a mi, yo trate de correr pero no importo, padre era más rápido que yo. - Si no hubieses nacido. - Dijo en voz baja.

Me tiro contra la pared, con la cual me di en la cabeza y el costado derecho de mi cuerpo. Me miro desde arriba con completo desprecio, para acto seguido quitarse la correa.

- Todo es tú culpa. - Y el primer impacto del cuero contra mi piel llego.

Y desde ese momento empezó a ser mi día a día.

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