Suciedad.

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Aun puedo recordar aquella mirada conmocionada de Amelia al verme llorar de tal marera. Esa mirada que empezó a sentirse de culpa al creer que fue por ella que empecé a llorar para luego hacer algo que me dejo choqueado.

Amelia se acerco a mí y me rodeo con sus brazos. Me paralice mientras seguía llorando.

No quería que me tocara. Estoy sucio ¿Por qué me toca?

- Lo siento, Jeremy. – eso detuvo que me separara de ella.

- ¿P-por qué...? – pregunte desorientado, con un aumento de dolor de cabeza.

- Por lo que sea que te haga triste. – dijo mientras apretaba su abrazo.

Pero ella no tiene la culpa de que me sienta sucio, de hecho ella se está ensuciando por mi culpa.

Trate de alejarla pero ella no me soltaba, no quería ser tocado.

- Estoy sucio. – le dije molesto.

- No lo estas. – me respondió sin soltar su agarre.

- Si lo estoy. – solté un sollozo.

- Entonces báñate. – fue lo que me respondió.

Si tan solo un baño fuese la respuesta.

- Seguiré sucio... - ya no ejercía la fuerza para alejarla.

- Échate perfume para disimular, – se encogió de hombros – eso es lo que hago cuando no puedo bañarme para venir a clases.

- Pero tú no eres yo.

- Y yo no soy tú ¿Y? – dijo obvia.

- Tú no estás podrida como yo. – dije decaído.

- Pero no hueles a fruta podrida, ni mucho menos a basura.

- Pero me siento así.

- ¿Por qué? – se separo un poco solo para mirarme a los ojos, yo tan solo me quede callado y desvié la mirada. - ¿Jeremy? – me llamó dudosa. Pero no respondí y ella me volvió a abrazar. – Somos amigos, Jer.

No dije nada solo permití que me abrazara mientras lloraba, mientras recordaba los borrones de anoche, el toque de aquella mujer, mi padre riendo y felicitándome esta mañana. Cerré los ojos deseando desaparecer.

No sé cuanto tempo paso, solo sé que al abrir los ojos Amelia estaba a mi lado con un libro en mano y yo apoyado en ella. Me aleje, ella alzo la vista y me dio una linda sonrisa, parecía como si brillara.

- ¿Nos comemos el pastelillo? – me pregunto entusiasma, yo solo asentí con la cabeza. De inmediato ella saco el pastelillo y un tenedor me lo tendió – Recuerda pedir un deseo antes de picarlo. – y la sonrisa se amplió al ver que picaba el pastelillo y le daba la mitad. – No puedes decirle a nadie tú deseo. – me advirtió.

- ¿Por qué?

- Porque luego no se hará realidad.

Yo tan solo asentí con la cabeza mientras pensaba en mi deseo.

Deseo no estar sucio.

Después de comer, Amelia empezó a hablar de cualquier cosa que se le ocurría yo por mi parte solo la escuchaba y la miraba atentamente. Ella tenía esta luz que me atrapaba, que no me hacía sentir de a poco menos sucio... Pero seguía estándolo.

¿Por qué me aleje de ella? Por la misma razón de mi suciedad, padre.

Pero esta vez no quiero alejarme.

Esta vez no dejare que padre se dé cuenta.

Esta vez lo hare bien.

Y así fue que los días pasaron en los que Amelia y yo hablábamos en secreto, en nuestro escondite. Días en los que también me encerraba en mi habitación y trataba de ser completamente invisible para mi padre. Obvio que no siempre era posible y por ende nuevas heridas aparecían en mí, tanto físicas como psicológicas pero las cuales podía ignorar un poco cada que estaba con Amelia, que siempre tenía algo nuevo en la mente.

Amelia se estaba convirtiendo en mi luz.

Padre, más de una vez trajo a mujeres extrañas con poca ropa dichas mujeres que luego de dejar a padre se me acercaban y hacían que me sintiera más asqueado ¿Qué podía hacer? ¿Negarme para que luego padre me dé una paliza por ser un "maricon"? O incluso algo peor... El miedo hacía mi progenitor era más grande que el asco que me recorría todo el cuerpo... Asco que empecé a sentir por mí mismo.

Algo más que Amigos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora