Dazai Osamu es un Alfa de clase alta, que odia a los omegas por razones personales. Chuuya es un Omega de clase media -alta, que solo busca tranquilidad en su nuevo hogar.
¿Qué les deparara la vida a estos polos opuestos cuando se vean unidos por el...
—Este día no podría ser peor— me quejó con la única persona que me escuchá y soporta cuando estoy molesto. —Primero tuve que convivir en una mañana, que ya iba de la mierda, con aquel omega y luego resulta que ese mismo de carácter irritable asistirá en el mismo aula que yo al igual que el estúpido de Fyodor... ¡Dios, sí no me quieres llévame ya!— levanto las manos hacia arriba exagerando mi perfecta actuación.
—Aún no entiendo. ¿Cuál es el problema con ese omega?— al fin habla y para mí sorpresa se ve bastante curioso en el asunto del que hablo. Aún así respondo después de bajar mis manos y mirando al chico.
—Ranpo-san, sabes que detesto a los de ese subgénero—
—Por eso mismo, no entiendo cuál es la diferencia de este con los demás, porque no has dejado de hablar de él desde hace un buen rato—
—Es que— me atrapó con la guardia baja y me tardo unos segundos para responder claramente —Es un niño engreído, y orgulloso... No lo entenderías— está vez, Ranpo, solo se limitó en alzar los hombros.
Ranpo-san cursa el segundo año, lo que deja obvio que es un año mayor que yo, aún así es el chico con el que más convivo y por lo tanto, lo considero mi mejor amigo. A pesar de no estar en la edad que se establece para serlo, él ya es presidente del consejo estudiantil debido a sus altas calificaciones y al apoyo de su padre, aunque él lo niegue.
Después de todo, es el hijo del director.
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Cuando me separé del enano ésta mañana y me dirigí hasta mi salón, no esperaba verlo entrar por la misma puerta que yo y mucho menos me imaginé que llegaría junto a Fyodor.
Yo acababa de sentarme en mi lugar y después había sacado un libro que de cierta manera me recordaba a mi propia personalidad; "Indigno de ser humano".
Al poco tiempo, entraron esos dos y después de lo que pareció una escena de reencuentro pero nada emotiva, volví a mi lectura, mientras que ellos se sentaron unos lugares atrás de mi.
Tal vez me picaba la curiosidad de saber cuál era su relación, pues parecían muy cercanos y la lectura dejo de ser interesante.
—Tu tampoco eres de Yokohama, ¿Cierto Fyodor-san?— escucho por encima de las demás pláticas del salón. La pregunta me parece absurda, pues es obvio que en Japón no hay flacos, anímicos como ese.
—En realidad yo nací en Rusia pero mis padres se mudaron a Japón, así que aquí me he criado— responde el de cabello negro.