Capítulo 5.

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Nunca antes podía haber llegado a odiar más a su móvil.

—¿Quién se atreve a fastidiarme en uno de los momentos más entretenidos que he podido tener?

Violeta se puso las manos sobre su cabeza y dejó caer un atormentado suspiro. Antes de acabar enfadada decidió responder el aparato

—¿Quién es?  —contestó desganada y un tanto seria.

De repente se empezó a escuchar una musiquilla. Por otro lado Anthony y el joven dependiente se miraron fijamente.

 —¿Y bien?  —preguntó Anthony con curiosidad.

El trabajador se quedó mirándolo con atención y seguidamente posó sus ojos sobre la oferta.

—¿Si?  —respondió el dependiente.

Anthony empezó a ponerse nervioso debido a la tranquilidad que tenía el joven y inexperto muchacho.

 —¿Aún sigue la oferta o ya ha acabado?

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Minerva cogió el periódico y se sentó con el cabello mojado en el sofá. Antes de empezar a leer se dio cuenta de que seguía con el cabello mojado pero.. no le importó en absoluto.

La joven fue a su cuarto y se vistió con un vestido a rayas, entre rosas y blancas. Tras acabar de vestirse, se recogió el cabello con una goma haciéndose una coleta al lado.

Minutos después se sentó sobre su cama , empezó a ojear el periódico y cuando se dio cuenta, había ido a parar a la sección de anuncios.

Esteban se paró a reflexionar el diseño. No es que hubiese mucha demanda pero siempre podía existir alguna excepción.

Igual si cambiaba el formato podría llegar a ser más llamativo.

—¿Conclusión? Podría venir mas clientela.

—¿Fin? Conseguir más popularidad y más ingresos.

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Javier y Rubén se miraron soltando una sonora carcajada. Javier puso su mano derecha mirando hacia arriba.

—Osea tío, no me acompañas de shopping, me parece súper mega fuerte ¿Eh?  —pronunció conteniéndose la risa y poniendo un tono de voz "pijo".

Rubén miró a su compañero.

—No, si ya lo que me faltaba. Un mariposon en mi casa  —dijo entre risas.

Javier le dedicó una mirada asesina.

—Oye, sin faltar ¿Eh?  —contestó de broma.

Rubén movió la cabeza de lado a lado.

 —Venga, vamos a ponernos serios o empezaré a preocuparme  —añadió.

Esmeralda seguía mirando la "calculadora", sin lugar a dudas podría servir para pegarle un ladrillazo a alguien.

Un minuto después, se dispuso a hacer recibos a mano y a máquina. Está claro, de una forma cautelosa para no equivocarse contando las horas ni en las respectivas cantidades.

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El padre de Michael miró el edificio que señalaba su mujer.

—Si, es ese  —dijo la mujer segura de sí misma.

La mujer convencida miró a su pareja.

- Busquemos aparcamiento, allí hay un parking  —añadió.

El matrimonio hizo los respectivos giros y cambios de sentido, entraron al parking y aparcaron el automóvil. Tras comprobar que lo habían cerrado bien, entraron al hospital y se dirigieron hacia el mostrador de información.

Arielyn se paró a meditar todo lo que se le estaba pasando por la mente. Para qué gastaba su tiempo en tonterías si al fin y al cabo ese chico ni existiría jamás.

Llena de rabia soltó un pequeño gruñido.

—¿Porqué tengo que pensar ahora en esto?

Cada vez soportaba menos las ideas absurdas que se le ocurrían.

—¿Por qué todos pueden ser felices y yo no?

Su inconsciente gritaba: ¡No te martirices más estúpida!







Un capricho del destino©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora