Capítulo 18. [Parte B]

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Cada sílaba que leía lo horrorizaba más. Esteban posó la vista sobre otro cuyo contenido, es el siguiente:

Un día más que pasa, un día menos de vida para tus padres y tu hermano pequeño. Me vas a pagar con sangre el haberme rechazado, te rogué miles de veces pero nunca quisiste. Esto es el principio del calvario que te voy a hacer pasar, y no solo yo, sino toda mi secta. Cuidado con denunciarme, ya sabes lo que puede pasar.

Cada vez entendía más cosas de la vida de Minerva. La muchacha del nombre tan peculiar ocultaba un gran misterio, vivía amenazada desde hace muchos años por un individuo que aún no se explicaba quien podía ser ni que motivos podía tener. No solo el la tenía acorralada sino una especie de secta también.

—¿Y si es obsesión lo que tiene por ella? Si es un psicópata no va a cansar hasta destruirla, antes de que sea demasiado tarde estoy en la obligación de ayudarla  —pensó.

El joven profesional continuó leyendo mas anónimos y descifró otro enigma más. Sus padres y hermano lo secuestraron por una deuda de sus antepasados, y no solo eso, el individuo misterioso quiso cobrarse la deuda haciéndola suya cada vez que quisiera y obligándola a casarse con él. Ella no aceptó y le atacaron donde más quería, su familia.

Esteban recopiló todos los documentos, hizo fotos a cada prueba y lo dejó en el lugar dónde los había encontrado. Observó de nuevo la llave y esta vez estaba dispuesto a desafiar al peligro, se acercó a la puerta misteriosa e introdujo la llave con mucha cautela para comprobar si pertenecía a esa cerradura.

En otro lugar de la casa Minerva se puso cómoda, recogió el baño, cogió la ropa sucia y la sorpresa se la llevó al abrir la puerta. Se encontró a Esteban frente a la puerta misteriosa, corriendo llevó al lavadero la ropa sucia y se fue hacía el.

—¿Se puede saber que haces?  —gritó.

La muchacha le arrebató de un manotazo la llave y se puso delante de la puerta. Esteban nervioso la miró e intentó calmarla.

—Minerva escúchame  —dijo el manteniendo la calma.

—¿Qué me calme?, ¿Pero quién te crees tú para invadir mi propiedad privada subnormal?,¿Es qué no tienes vida propia? ¡Métete en tus asuntos! —seguía gritando alterada.

Esteban puso sus manos sobre los hombros de su clienta. Ella bruscamente se apartó.

—Cálmate y no me faltes el respeto por favor. Hablemos como gente razonable, solo te quiero ayudar —suplicó él.

—¿Qué no te falte el respeto?.No me lo faltes tu a mí, no te metas en mi vida payaso  —gritó.

El muchacho suspiró fuerte hasta que perdió los nervios.

 —¡Basta ya! Deja de gritarme de una puñetera vez, solo te quiero ayudar entiéndelo —dijo él firme.

Minerva se quedó en estado de shock. Solo quería pegarle, desatar la furia y la desesperación que llevaba por dentro.

—Ya lo sé todo, leí anónimos con amenazas y muchas atrocidades más. Te lo suplico, confía en mí. Déjame ayudarte, para eso estoy aquí. Todo va a salir bien  —le explicó intentando tranquilizarla.







Un capricho del destino©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora