Capítulo 16.

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Anthony empezó a respirar fuerte, se camufló como pudo y evitó hacer el mínimo ruido posible, el objetivo es que nada ni nadie lo delatara.

Violeta miró atemorizada lo que encontraba delante de sus ojos, con cuidado se aseguró que nada raro estuviese pasando.

—Qué raro.. juraría que hace nada había escuchado ruido  —dijo en voz alta.

La joven bajó un par de peldaños de la escalera y volvió a mirar la bajada. De nuevo, no vio nada.

—¿No estarás siendo demasiado paranoica? Quizás son unos simples niños jugando..—pronunció con miedo—. En fin.

La muchacha entró despacio en su departamento, cerró bien la puerta con llave y con pestillo incluido.

Anthony logró verla como entraba y con cuidado se paró pegado a la puerta.

 —Tu voz..toda tú. Simplemente eres un sueño perfecto que jamás podré alcanzar  —dijo en voz baja.

El joven posó sus labios sobre la puerta del piso y salió del edificio con mucha precaución. Violeta de nuevo, tuvo la sensación que alguien la vigilaba, volvió a abrir la puerta y miró todo.

Segundos después, se metió en el departamento con muchísimo miedo y hizo el mismo proceso anterior.

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Esteban le ofreció la mano para cerrar el trato, ella le correspondió.

—Pues si gustas, podemos ir a tu casa y me enseñas las instalaciones  —añadió el.

Minerva se levantó de la silla.

—Si, vamos ¿Hará falta que durante este tiempo te mudes? —preguntó.

El se levantó también, ordenó todo mientras que ella guardaba el recibo.

—Si, al menos durante el tiempo acordado. Antes pasaremos por mi casa, cojo unas cuantas cosas y ya a la tuya  —dijo Esteban.

Minerva asintió.

—Pues vamos.

Esteban cogió las llaves y el móvil. Le abrió la puerta y después de salir fueron hacia el coche de Minerva.

—¿Tienes el coche por aquí?  —preguntó ella.

—No, vine andando  —sonrió.

—Perfecto, ahora me guías  —contestó ella.

Ambos subieron al coche y ella se dirigió gracias a las indicaciones de él a la casa de Esteban. El entró en su casa y salió con una maleta con sus pertenencias, volvió a subir y veinte minutos después llegaron a la casa de Minerva.

Estacionaron el coche y fueron a la casa de la muchacha. Ella lo hospedó en una habitación y le enseño todo el piso, bueno todo no. Se dejó un pequeño cuarto, el cual se encontraba bajo su custodia y cerrado con llave.

—¿Y ese?, ¿No me lo enseñas?  —señaló la puerta que escondía algo misterioso.

Minerva lo miró desafiante.

—No, ese cuarto está prohibido.

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Los tres jóvenes se levantaron y pusieron las maletas en el maletero del bus. Javier ayudó a Esmeralda.

—Gracias Javi  —sonrió.

 —No hay de qué  —le sacó la lengua Javier.

Rubén los miró.

—Guapa, ¿Qué asiento tienes? —le preguntó a Esmeralda.

Esmeralda miró el billete.

—El asiento 2 ¿Y Vosotros?  —preguntó.

 —¡Wow!, otra coincidencia. Nosotros el 3 y el 4  —respondió Rubén.

Los tres sonrieron.

—Ni hecho aposta  —dijo Javier.

El conductor del autobús se acercó a los pasajeros y les pidió los billetes. Esmeralda, Javi y Rubén subieron al autobús.

Se sentaron y Javi procuró ponerse en el asiento que comunicaba en el pasillo para poder estar cerca de la muchacha.

Durante todo el trayecto estuvieron hablando animadamente, nada más llegar bajaron todas sus pertenencias y fueron a la parada de taxis.

Javier vio un anuncio de un piso compartido y llamó para alquilarlo. Al terminar la llamada guardó el teléfono.

—Bueno, pues ya hemos llegado  —dijo Rubén.

— Si, encantada de conoceros. Ha sido un placer poder compartir esta estancia tan divertida con vosotros  —dijo amablemente ella.

—Chica, si nos vamos a ver más —dijo con esperanza—. ¿Dónde vivirás?

Esmeralda recordó la dirección del piso que había alquilado.

—Calle Malaquita, Núm. 2  —dijo ella.

Javier y Rubén se miraron asombrados.

 —Entonces... ¡Vamos a compartir piso!  —dijo Javier.

—¿Enserio? —preguntó ella alucinada.

—Sí, enserio  —dijo Javier agradeciendo en silencio la suerte que estaba teniendo.

—No perdamos más tiempo, vamos  —dijo Rubén.

Subieron ilusionados al taxi y en unos escasos minutos llegaron a su destino. Pagaron el taxi, entraron en la casa y se repartieron las habitaciones disponibles después de ver como estaba distribuido su nuevo hogar.

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Arielyn se sonrojó tras las palabras que le habían dicho los padres de Michael.

—Cualquier muchacha estaría encantada de tenerlos como padres o suegros, sois encantadores —sonrió tímida.

—Tú no te quedas atrás. Además comparto la opinión de mi mujer   —dijo el marido- serías la novia perfecta para nuestro hijo.

El matrimonio sonrió. Arielyn se puso nerviosa y no sabía cómo evadir el tema.

 —¿Yo con él? Imposible..Aunque el despertase nunca se fijaría en ella  —dijo su inconsciente.

La madre miró de nuevo a su hijo.

—Voy a mirar que todo esté en orden. En unos minutos vengo podéis quedaros con él.

Tres meses después..

Arielyn se sentó al lado de Michael y le acarició la mano mientras le cantaba como lo hacía durante estos largos tres meses.

 —¿Sabes? Tienes que recuperarte, muchas personas necesitan verte sonreír de nuevo. Eres muy joven y seguro tienes muchos sueños por cumplir  —le hablaba al muchacho.

Como un soplo de aire y una inyección de adrenalina se apoderó del cuerpo de Michael, el muchacho movió la mano tras sentir el calor de alguien. Era como si una persona desconocida le estuviese hablando..

Arielyn notó el movimiento y lo miró con un hilo de esperanza. Lo que no esperaba es que justó posara sus ojos en el, estos se cruzarían con los ojos tan impactantemente perfectos de un ser tan inusual.







Un capricho del destino©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora