Capítulo 4.

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Cuando Violeta estaba más atrapada en la novela, de repente un móvil empezó a sonar. Del susto, se sobresaltó pegando un ligero bote. Se quedó mirando a su alrededor para verificar que se trataba del móvil de otra persona.

Confundida minutos después vio que no era así, bajó la mirada hacía su bolso y se dio cuenta que el aparato que estaba sonando, definitivamente era el suyo.

Mantuvo una actitud pasota y siguió leyendo. El móvil no paraba de sonar, se había vuelto un ruido insoportable.

La joven lo miró con odio, con unas ganas terribles de estamparlo contra el suelo, se dijo a si misma:

—¿Quién será la o el pesada/o que insiste tanto?.

Anthony ante la duda que tenía decidió acercarse al mostrador y preguntar. Lentamente se acercó y el joven que se encontraba detrás de ella se quedó mirándole, un segundo después le sonrió amablemente a Anthony.

 —¿En qué puedo ayudarle?  —preguntó el joven muchacho de una forma cortés.

Antonhy ante la respuesta positiva sonrió satisfecho.

—¿Es a usted a quién debo preguntarle sobre la oferta que hay? —preguntó con curiosidad.

El joven dependiente dudó en cual podría ser ya que la empresa contaba con más de una.

—Sí, dígame cuál de todas le interesa, contamos con varias.

Anthony señaló el cartel y miró al muchacho.

—Esa de allí  —afirmó sin dejar de señalarlo.

El joven miró la oferta detenidamente.

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Minerva aturdida y agobiada sintió terror. Hacía tiempo que no tenía ese deseo de llorar pero, ese día había llegado y era hoy.

Se encontraba realmente perdida no podía seguir así, o ponía solución a lo que estaba viviendo o esto acabaría con ella. No contaba con amistades cercanas, ni ningún familiar.

La muchacha recogió y limpió el servicio. Al tenerlo todo en perfecto estado y limpio puso en el lavadero la ropa sucia. Tras hacer eso y tenerlo todo en orden, cogió del revistero un periódico viejo. No era de leer esas cosas porque odiaba las tragedias pero esta vez se sintió atraída por la sección de anuncios.

Esteban estuvo un buen rato leyendo el Marca, era un gran aficionado a esta sección. Día tras día lo leía en sus ratos libres para estar informado sobre la actualidad deportiva.

Pasados unos minutos cerró la página web y buscó más noticias. No era aficionado a leer otros periódicos pero total, si era para mata el tiempo.

En esta ocasión cogió el periódico El País. En segundo lugar le dio una vista rápida y como no le llamó la atención nada, fue a la sección de anuncios y vio el de su agencia de guardaespaldas. Lo observó y sacó la conclusión de que tenía que hacerle un cambio para captar nuevo público y nueva clientela.

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Javier sorprendido tras la interrogación de su compañero soltó una carcajada.

—¿Tu diciendo eso?  —añadió— que raro.

Rubén hizo una mueca.

—Si tío, ¿Te apetece?  —preguntó.

Javier sonrió dubitativo.

—No eres tu quién jamás quiere salir de aquí  —afirmó.

Rubén asintió.

—Si pero reconozco que a veces hay que arriesgar. Tampoco quiero envejecer con un pesado como tú —dijo de broma.

Javier le sacó la lengua burlón.

—Hombre, gracias por la parte que me toca. Si prefieres me pongo dos tetas y un buen culo  —dijo riéndose por dentro y de manera irónica.

Ambos jóvenes se miraron y se rieron.

—Eh, no. Ni se te ocurra que tengo suficiente ya con aguantarte como un tío como para aguantarte también de mujer  —dijo Rubén aguantándose la risa.

Esmeralda fue a su taquilla y dejó el bolso. Se sentó en una mesa amplia que había para todos los cuidadores. Observó todos los objetos que habían y cogió una pequeña libreta, supervisó las horas que se había cuidado a cada niño individualmente y con la ayuda de una calculadora, si se podía llamar así. Más bien parecía un ladrillo llegado de la edad media.

Cada vez que lo miraba no podía evitar reírse. Está bien que haya sido la primera del negocio pero señores, ahora estamos en el siglo XXI. Hay que darle paso a las nuevas tecnologías.

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En los últimos años había sido participe de situaciones estúpidas pero la de esta vez se llevaba la palma. Aunque evitaba d pensar en el tema, el sueño volvía a su mente y cada vez parecía más real.

Por un momento pensó en la última pregunta que se hizo. Aunque lo negara si ese chico existiera podría ser feliz como siempre lo había soñado.

Ella era una joven peculiar y a la vez complicada. Si del amor se trata por muy bonito que sea , siempre tendría dudas.

Toda la vida no podía seguir así, alguna vez tendría que ceder y abrir su corazón. Aprender a confiar y a amar. Si, si el existiera sin duda tendría que darse una oportunidad.

El padre de Michael cogió las llaves del coche y la mano de su mujer.

—Vamos cariño, no perdamos más tiempo  —pronunció.

El matrimonio fue al coche, se subieron y se dirigieron hacia el hospital.

—Cariño, ¿Tienes a mano la dirección?  —le preguntó a su esposa.

Ella asintió mirándolo.

—Si amor  —afirmó.

El hombre seguía conduciendo muy concentrado.

—¿Puedes repetírmela?, con tanto cambio de carretera es para volverse loco  —dijo confundido.

La mujer se la dijo en voz alta y de repente a lo lejos vio un hospital.

—¿No será ese de allí?  —preguntó señalando el enorme edificio.

















Un capricho del destino©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora