Capítulo 4

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El amanecer lo bañó con su suave luz dorada. Jeff sabía que era tarde ya, porque el sol jamás salía a la hora que tenía que levantarse. No quiso ver su despertador, simplemente corrió hacia el baño y se dio una fugaz ducha. Sabía que algo estaba mal, porque él nunca llegaba tarde a ningún lado, mucho menos a aquel trabajo que tanto se había esforzado por conseguir. Corrió por la sala, tratando de no hacer ruido para no despertar a Robert, quien entraba muchas horas más tarde que él.

Bajó las escaleras lo más rápido que pudo, pero justo cuando estaba por llegar al primer piso, una de las puertas de los departamentos se abrió de súbito. Jeff se detuvo en seco, justo a tiempo para no estamparse contra Marcus, el vecino nuevo. De inmediato llegó a su mente el recuerdo de Rob ruborizado, y algo cosquilleó en la parte posterior de su cabeza.

―¡Disculpa! No te escuché bajar.

―No te apures ―aseguró él, notando que Marcus ahora le resultaba sorprendentemente menos atractivo que cuando lo había visto por primera vez. Se preguntó cuál sería la razón, a pesar de que ya la sabía―. No debería bajar corriendo así.

―Muy cierto ―Marcus sonrió―. Vives arriba, ¿verdad? ¿Con el otro chico… Robert?

―Así es ―dijo Jeff―. Muy perspicaz.

―Ni tanto ―contestó su vecino―. Hace un par de días los vi llegar juntos. ¿Ustedes, uh… ustedes están juntos?

Jeff debía haber respondido de inmediato, pero las palabras tardaron en salir por su boca.

―N-no, no lo estamos… no. ¿Por qué? ¿Te gusta?

Marcus tragó saliva.

―Claro, si es que en realidad son… disculpa, en verdad no debería…

Jeff se relajó un poco.

―Tranquilo. Sí lo es… lo somos. Pero él está solterito y disponible ―asestó, sonando más como sí mismo―. ¿Te gusta? ―repitió.

―Pues… ―el hombre esbozó media sonrisa―. No me molestaría conocerlo más a fondo, ¿sabes?

Jeff casi se cae de espaldas. El cosquilleo en su nuca se convirtió en una punzada.

―Oh, te entiendo ―respondió en automático―. Es un buen chico. ¿Qué tal si un día vienes a cenar?

―¿Podría ser esta misma noche? ―sugirió Marcus, y sus ojos brillaron. Jeff no pudo decir que no. Se había olvidado por completo de que ya se le había hecho tarde.

―Sí, seguro… yo, uh, le diré a Rob cuando regrese…

―Ya sé ―inquirió Marcus―. ¿Por qué no preparas una cena linda y todo, pero no le dices que iré? Sería lindo que fuera sorpresa, ¿no crees?

Qué listo, dijo Jeff para sí mismo, algo contrariado.

―Muy bien. Pasa a las ocho; ahí estaremos.

―Bien. Gracias, uh… no me has dicho tu nombre.

―Jeff ―dijo él, extendiendo la mano―. Y ahora debería irme. Un gusto en conocerte…

―Marcus ―completó el otro, estrechando su mano sin saber que Jeff ya lo sabía―. El gusto es mío. Nos vemos esta noche, pues.

―Así es. Hasta luego.

―Adiós.

Y entonces Jeff bajó, súbitamente recordando la prisa que tenía y esprintando hasta llegar a su auto. La idea de que había arreglado una cita a ciegas entre su ex novio y un desconocido dio vueltas en su mente todo el día, impidiéndole concentrarse en su trabajo.

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