Capítulo 5

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La tarde se pasó con lenta parsimonia, pero cuando Jeff llegó de vuelta al departamento hizo todo a un lado y comenzó a preparar la cena: espagueti a la boloñesa (su especialidad), ensalada de lechuga y espárragos, carne asada y una botella de vino tinto que tenía guardada en la alacena. Se sentía incómodo por estar haciendo la comida para otras personas, sin poder alejar de su cabeza todas las veces en que había preparado esa misma cena para Robert y él.

Estaba poniendo la mesa cuando dieron las 7:45 y Rob entró puntualmente por la puerta. Las velas estaban en su lugar, junto con la vajilla para “eventos especiales” y las copas de cristal. El muchacho se acomodó los anteojos y se quedó pasmado.

―Jeff… ¿qué es esto? ¿Qué pasó? ―su voz sonaba confundida y sorprendida, algo que ya delataban sus ojos.

―¿Nunca has visto una mesa elegante o qué? Tengo que sacarte más seguido…

―No, yo sé lo que es, más bien… ¿por qué?

Jeff tragó saliva, intentando sacar alguna excusa de los rincones de su mente.

―Yo, uh… no sé, tenía ganas de cenar así, ¿sabes? Hace mucho que no lo hacemos.

―Bueno, me halagas, pero…

―Anda, ve a arreglarte y luego te quejas, ¿de acuerdo?

Jeff llevaba una camisa blanca con rayas negras, unos ajustados pantalones oscuros y unos zapatos de vestir. También se había peinado. No sabía exactamente por qué, pero supuso que tenía que hacerlo.

Robert, sin decir nada, asintió y fue hasta su recámara. Pasaron tan sólo diez minutos cuando el chico emergió, vestido con una ligera camisa negra y unos pantalones a juego, además de unos zapatos recién pulidos. Había acomodado su cabello como le gustaba, con una bien marcada línea en el costado izquierdo de su cabeza. Jeff lo miró de arriba abajo, sonriendo inconscientemente. Se veía guapísimo.

―Perfecto ―dijo―. ¿Nos sentamos?

Dubitativo, Rob se acercó al extremo de la mesa y se sentó, mientras el otro hombre hacía lo mismo en el extremo opuesto. La cena aún no estaba servida.

―Entonces… ¿qué preparaste? ―preguntó Robert después de un rato.

―Adivina ―Jeff puso los codos sobre la mesa, ansioso. ¿Qué tal si Marcus no llegaba? ¿Cómo diablos iba a explicar todo eso?

―Um… ¿pasta y carne? ―se aventuró Rob, sonriendo por primera vez en toda la noche.

―Me conoces muy bien ―rió Jeff. El silencio volvió a asentarse―. Pero aún no está todo listo. ¿Quieres algo de vino?

Robert negó con la cabeza.

―Quiero saber qué significa todo esto. Te conozco bien, y por eso sé que algo no cuadra aquí…

Jeff tomó aire, sin sentirse preparado para continuar con su mentira. Optó por la defensiva.

―¿Por qué tienes que ser tan paranoico? Sólo quería tener una linda cena contigo una vez, ¿vale? Eso es todo.

―No lo es ―afirmó el chico de lentes, ladeando la cabeza―. Dime la verdad… ¿quieres regresar conmigo?

Y ahí estaba de nuevo el maldito silencio, pero ahora había algo más en el aire, algo espeso y dulce a la vez. Jeff no sabía qué decir; se había quedado totalmente sin palabras. Sus ojos se encontraron con los de Robert, quien lo miraba con una expresión indescifrable.

Justo cuando abrió la boca para responder, el timbre sonó, cortando el silencio y todo lo que se había acumulado en el ambiente de un solo tajo. Jeff se sobresaltó y corrió a la puerta, con una mezcla de sensaciones que hicieron que le dieran náuseas.

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