―¿Me estás dejando por tu ex novio? ¿Es esto una broma?
La expresión de Marcus se debatía entre el enojo y la incredulidad, y Robert quería que la tierra se lo tragase ahí mismo.
―Lo siento, pero... creo que en realidad nunca dejamos de estar juntos, sólo dejamos de llamarlo como tal… y creo que estar contigo me hizo darme cuenta de lo mucho que necesitaba estar con él de vuelta.
―O sea que fue gracias a mí ―espetó Marcus, escupiendo las palabras y abriendo mucho los ojos―. Gracias a mí se dieron cuenta de lo mucho que se amaban, fantástico. ¿¡Y yo qué!? ¡Él prácticamente nos presentó!
Rob alzó los brazos para intentar imponerse al otro hombre, sin éxito. Optó por tomarlo por los hombros y obligarlo a verlo de frente.
―No, escucha… ―murmuró―. Marcus, eres un gran hombre, de verdad. Eres guapísimo y simpático… y muy bueno en… bueno, tú sabes lo que…
―Oh, sí ―intervino Marcus, poniendo los ojos en blanco―. Ya me quedó claro por qué me estás dejando…
―Ese no es el punto ―irrumpió Robert con voz firme, silenciando a Marcus al instante―. El punto es que eres genial y todo, pero yo quiero a Jeff. Yo amo a Jeff. Y lamento mucho haberte hecho perder el tiempo, porque…
―Oh, vamos, no digas eso ―musitó Marcus, ladeando la cabeza y abrazando a Rob con calidez―. No fue una pérdida de tiempo en lo absoluto. En verdad te quiero, pero… ¿quién soy yo para interferir con el amor verdadero y esas cosas? Aprovéchenlo, que ya casi no pasa… y ojalá estén juntos para siempre.
Sus palabras sonaban sinceras y espontáneas, pero melancólicas al mismo tiempo. Robert no pudo evitar que un par de lágrimas escaparan de sus ojos, y volvió a enterrar el rostro en el amplio pecho de Marcus. Sin embargo, ahora ambos sentían como si una barrera invisible hubiese aparecido entre ellos. Ya no había vuelta atrás.
―Gracias, Marcus. Te deseo lo mejor ―dijo Rob tras separarse, tallándose los ojos con los puños.
―Y yo a ti… ―el silencio se tornó incómodo de pronto, y las miradas se volvieron furtivas―. En fin, supongo que nos veremos luego, vecino.
Rob alzó la vista y clavó sus ojos marrones en los de Marcus, dirigiéndole una última sonrisa antes de dar la vuelta y salir del departamento.
―Igualmente, vecino.
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El Vecino
RomanceEn aquel pequeño departamento de paredes blancas y piso de madera, decorado elegante y minimalistamente, convivían a diario dos mundos, dos personalidades casi opuestas que, curiosamente, rara vez chocaban. Era como si estar tan cerca les proporcion...