Me desperté en una cama, había un olor que me resultaba familiar, una mezcla de incienso y azafrán... ¡Estaba en casa! Me levanté de un salto y bajé las escaleras corriendo y saltando de alegría, por fin estaba a salvo, el infierno se había acabado, corrí a buscar Marian, la había hechado mucho de menos, pero el palacio parecia estar vacío, pense que estarian durmiendo, a si que fui a su habitación para darla una sorpresa. Pero justo cuando iba a abrir la puerta...
-No, espera.
dijo alguien, era Jake, estaba vivo, corrí a habrazarle.
- Creí que estabas muerto.
Le susurré al oido.
-Tranquila, te va a ser dificil desacerte de mí.
Me guiñó un ojo y yo le sonrreí.
-¿Porqué no quieres que entre?
Pregunté intentando comprender su preocupación.
- He descubierto algo.
Dijo, entonces Marian apareció por el pasillo.
-¡Elisabeth!
Corrió hacia mí y me abrazó, yo no supe reaccionar, no lograba sacarme de la cabeza las palabras de jake, ¿Qué habría descuento?
-Estoy bien, solo necesito descansar.
Dije intentando quedarme sola, aunque en estas circunstancias parecía imposible.
-Claro, ve a la cama y descansa, pero mañana has de contarme lo que pasó.
Me asusté al oirla, no me gustaba mentir, pero no podía contarle la verdad, era una realidad demasiado diferente a la que todos conocíamos.
Llegué a mi habitación, comencé a desvestirme y me dí un baño, salí de la bañera y Jake me esperaba fuera.
- ¡Que haces aquí! ¿Cómo has entrado?
Agarre con fuerza la toalla que tapaba mi cuerpo.
- Tengo algo que contarte.
Dijo Jake consiguiendo atraer toda mi atención.
-Por favor, dime que es algo bueno.
- He encontrado una carta de tú madre.
Mi cara cambió por completo, no podía se de mi madre.
- ¿Para quién va dirigida?
Pregunté intrigada.
-Para tí.
-Es imposible, mi madre murió al darme aluz, no tiene sentido.
Cada vez estaba más confusa, no podía ser, mi madre murió, y no estaba segura de querer recordarla.
- ¿Quién te contó que tu madre había muerto?
No entendía a que se refería.
-Marian.
- ¿Todavía no te has dado cuanta? ¡Está con ellos!
No terminaba de entenderle , Marian no podía estar con ellos, tantos años con ella, me habría dado cuenta.
-¿Dónde la encontraste?
Pregunté rezando por que no tubiera nada que ver con Marian.
-Lo siento, estaba en su habitación.
No me dió tiempo a reaccionar a su respuesta, sentí una sombra a mi espalda, como en mi pesadilla, me giré intentando encontrar el dueño de aquella extraña sombra que rondaba mi cuarto, pero entonces, un grito me desconcertó.
-Aaaaaaahh!!
Me giré a la velocidad de un rayo, Jake yacía en el suelo, sangrando, tenía una daga atravesandole el pecho, yo no sabía que hacer.
-Sacala, tienes que sacarla.
Me dijo temblando.
-No puedo, esque no puedo.
Comenzé a llorar, no podia hacerlo, no en ese momento. Jake me cogió la mano y la puso en la daga, no podía dejar de temblar.
-Si puedes, yo sé que puedes.
Agarré la daga con las dos manos, cerré los ojos y tiré con todas mis fuerzas, la daga calló al suelo y un estrépitoso ruido rompió el silencio de mis llantos.
-Gracias.
Me dijo mientras me agarraba la mano con todas sus fuerzas, tenía su cabeza apollada en mis rodillas, todo estaba lleno de sangre, entonces alguien me agarró la manos, me puso una bolsa en la cabeza y me alejó de jake, noté como me golpeaban y todo se quedó negro...
Me desperté asustada, no sabía donde estabamos, Jake estaba a mi lado, inmovil, Comenzé a zarandearle rezando porque no estuviera muerto y unos segundos después despertó.
-¿Qué ha pasado?
Me preguntó, pero yo estaba demasiado desorientada como para responder.
-¿No te acuerdas?
Pregunté.
-Sí.
Dijo bajando la mirada, entonces me dí cuenta de dónde estabamos, estábamos en las mazmorras del palacio, Marian me prohibió bajar, pero de pequeña siempre me escapaba y jugaba por los pasadizos secretos que había por el castillos, yo era la única que los conocía.
-¿Qué nos han hecho?, estas sangrando,¿ te encuentras bien?
Me preguntó, le miré a los ojos y todo desapareció, me encantaba que se preocupara por mi.
-Si, solo es un rasguño.
Entonces me dí cuenta, algo ni iba bien, le rompí la camiseta histérica, intentando escontrar le herida que la daga le había dejado.
-Pero, cómo...
No podía ser... su herida había desaparecido.