― [7] ; siete

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Michael no dejaba de dar vueltas por mi habitación, completamente furioso. Tanto que aún no se había percatado de mi presencia. Por cierto... ¿dónde se había metido Harriet?

—Michael, vete de mi cuarto.

Entonces volteó, mirándome a los ojos y en ellos pude ver lo molesto que estaba. Me miro de arriba abajo y se acercó de manera lenta y amenazante.

—¿Crees que puedes hacerme esto y salirte con la tuya? —Preguntó, el cólera saliendo junto con su voz—. Demonios, Dev. No deberías vestirte así para él —dijo despectivamente, refiriéndose a Ed—. No pienso dejar que él vea más de lo que se merece.

—¿De lo que se merece? —Pregunté incrédula, comenzando a enfadarme yo también—. ¿Y acaso eres tú quién decide cuánto de mí cuerpo merece ver? Créeme que estás muy equivocado.

—¿Piensas que vas a pasearte por una fiesta en dónde no conoces a nadie mostrando esos muslos que tienes? No lo creo.

—Pues yo sí —respondí, cansada de que me tratara como si fuese suya cuándo no lo era.

—Nadie va a ver lo que es mío —sentenció, dando un paso firme quedando exactamente frente a mí, unos centímetros más arriba.

—¿Y qué es tuyo, eh? Créeme, me encantaría saber —comenté sarcástica, encarándolo con otro paso firme en su dirección quedando demasiado cerca, pero el enfado que ambos llevábamos nos impedía siquiera notarlo.

—Tú. Devonne, eres mía. Y lo sabes.

—¿Yo? —Repetí irónica, soltando una carcajada para remarcar que estaba más que equivocado—. El hecho de que mi nombre esté en tu estúpida lista de víctimas, no significa que mi cuerpo te pertenezca.

—Pero lo hace.

—No, no lo hace.

—Cállate y ponte otra cosa. No pienso dejarte salir a aquella fiesta sabiendo que todos esos idiotas estarán viendo algo que jamás van a tocar —dijo, y en esa misma oración se escondía una advertencia.

—¿Y qué si tocan lo que ven, eh? —Decidí tornar esta situación a mi conveniencia, poniendo a Michael aún más celoso—. ¿Y qué si al final necesitaré usar protección cómo me preguntó Ash? ¿Qué harás tu? —Pregunté, susurrando las últimas palabras sobre sus labios mientras clavaba mi mirada desafiante en la suya—. Tu nunca te enterarías...

Pude ver sus ojos tornándose oscuros de los celos. Su respiración se aceleraba debido al enfado y sus músculos se tensaban por la fuerza que estaba usando para formar unos puños con sus manos. Comenzó a dar pasos firmes y decididos hacia mí, obligándome a retroceder hasta quedar acorralada contra la pared. Le dio un puñetazo a la pared, dejando su mano sobre mi cabeza y la otra la aseguró, firme y dura en mi cintura.

—No quieres jugar ese juego, Dev. Créeme, no quieres —su voz salía entrecortada debido a lo acelerada que estaba su respiración la cuál chocaba contra mis labios, causando que mi respiración comenzara a acelerarse también.

—Te equivocas otra vez, Michael. Sí quiero jugar.

—Perderás... —me advirtió en un susurro, observando fijamente mis labios y moviendo su mano de mi cintura a mi espalda baja, uniendo su pecho con el mío.

—¿Qué más tengo que perder? —Pregunté sarcástica, y no dudó ni dos segundos en atacar mis labios. Por puro instinto, tampoco dudé en tomar su cuello entre mis brazos, dejando que una de mis manos colgara sobre su espalda mientras que la otra jugaba con los pelos de su nuca.

Luego de tres semanas, volví a tener el sabor de sus labios en los míos y en ese segundo me sentí completa. Siempre iba a volver a él, cómo la estúpida que era.

Sus labios se movían a un compás acelerado, demandante. Me estaba diciendo mil cosas con ese beso pero mi cabeza estaba demasiado perdida cómo para entender siquiera una de ellas. Sacó la mano que tenía en la pared y la unió con su otra mano en mi espalda baja, logrando que nuestros cuerpos casi se fundieran en uno sólo. Su lengua delineaba mis labios lenta y tortuosamente para luego atacarlos otra vez, descargando toda la cólera que sentía en ese momento.

En ese mismo segundo me sentí miserable, cuando pasaba una de sus manos a mi muslo izquierdo y bajaba sus besos por mi mandíbula. Esto era lo que Michael quería, lo único que él necesitaba de mí: sexo. ¿Qué estás haciendo? me cuestioné a mí misma. Lo único que estaba haciendo era firmarle una autorización para romperme en mil pedazos, otra vez. Esto no sería en nada diferente a lo que Michael siempre hacía conmigo: se haría el posesivo, ilusionándome, obtendría lo que quería y luego se iría a los brazos de otra... posiblemente Dallas. Sentí las lágrimas agruparse en mis ojos, pero me negué a llorar. No iba a tirar a la basura los treinta minutos que Harriet había dedicado en maquillarme por Michael.

Puse mis manos en sus hombros, empujándolo lejos de mí.

—Guarda todo esto para cuándo estés con otra —escupí sin poder siquiera mirarlo a los ojos, me sentía ridícula. Tenía razón cuándo dijo que saldría perdiendo—. Vete, Michael. Ed llegará en cualquier segundo.

—¿Y con Ed tendrás algo mejor que esto?

—Esto fue un error, Michael. Estás jugando con mis malditos sentimientos, otra vez —lo acusé, usando todo el poder sobre mí misma que poseía para no gritarle—. Haces esto, pero en la noche te vas a tener sexo con otras chicas y aún asi pretendes que te crea cuando dices que me amas. ¿Acaso tienes idea de lo que me estás haciendo? Ya te has acostado conmigo, me has enamorado y has roto mi corazón y aún así sigues aquí. ¿Qué mas pretendes? No creo que puedas hacer algo más conmigo. Ya no te sirvo, dejame en paz.

—¿Servirme? —Preguntó él confundido, y luego bufó. Tomó mi rostro entre sus manos y yo no hice nada. No tenía ánimos ni para moverme—. Dev, ¿qué tengo que hacer para que me escuches y me creas?

—Es muy obvio, Michael —respondí seca—. Tus acciones te contradicen de una manera tan obvia, pero si no sabes qué hacer eres un caso perdido.

Él suspiró, mirándome a los ojos. El sonido de la bocina de un auto se escuchó desde la calle.

—Ese debe ser él...

—Sólo... —y me besó dulcemente, dejando toda la furia y la cólera de lado por un momento, dedicándose a memorizar cada centímetro de mis labios.

—Adiós, Michael —dije, señalando la puerta una vez que nos separamos, sin levantar la vista para verlo a los ojos. Él asintió tristemente y se fue. Segundos después, Harriet entró a la habitación con la forma de una O en la boca.

—No acepto comentarios —la apunté con el dedo amenazante antes de que pudiese decirme algo al respecto. Sabía que había estado escuchando todo desde afuera.

Rápidamente me arreglé el maquillaje y bajé las escaleras acompañada de mi amiga. despidiéndonos en la entrada. Podía ver el auto de Ed estacionado en la acera, y cómo él salía de él para esperarme. Alzó la vista, mirándome a los ojos desde la distancia que nos separaba. Se veía tan bien con aquel jean negro y esa camisa a cuadros atractivamente desarreglada... qué lástima que yo ya no me sintiera tan bien. Sin embargo, le sonreí y troté hacia él. Me acorraló con sus brazos, dándome un abrazo que no me venía para nada mal en este momento. Su colonia era embriagadora. Deposité un beso en su mejilla y abrí la puerta del auto para entrar por el lado del co-piloto. El motor rugió cuándo Ed giró la llave, encendiéndolo para poder irnos. Y justo antes de abandonar la calle de mi casa, pude ver cómo una melena roja teñida nos observaba desde la ventana de mi habitación, con aquella furia otra vez presente en sus ojos. 


tres capítulos prácticamente seguidos pidan un deseo bc eso es exactamente lo mismo que una estrella fugaz, srsly 

tenía ganas de escribir smut para serles cien por ciento sincera pero obviamente que nO SE LAS VOY A HACER TAN FÁCIL 

ojalá les haya gustado la make out session ahre 

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FUCKING AND PERFECT ME; mgc #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora