Me desperté al otro día al mediodía con un dolor de cabeza insoportable. ¿Resaca, quizás? No, no lo creo. ¿Había llorado más de la cuenta? Sí, eso suena mucho más a mí. No había nada más que quisiera que poder superarlo de una vez, pero parecía ser casi imposible.
Caminé hasta la habitación de Ashton pero no había nadie en ella, ni sus cosas así que supuse que no había venido a dormir anoche. Suspiré de alivio y me volví hacía el baño. La persona que reflejaba el espejo no era yo. No lograba reconocerme. Mi aspecto era espantoso. Ojeras, ojos y nariz rojos, labios secos, voz rota. Y todo por un chico... Patético.
Debo admitir que me arrepiento de haber sentido la aquella necesidad de enamorarme, debí haberle hecho caso al Internet y a los libros. Enamorarse apesta. Duele demasiado. Lo peor es que es evitable, pero en ese preciso momento en el que te encuentras frente a esa persona no lo parece y para cuándo te das cuenta ya metiste la pata hasta el fondo y no hay vuelta atrás. Cambias totalmente sólo por ese alguien y luego cuándo ya no están más juntos extrañas a tu yo anterior, porque ese yo tuyo no sufría tanto cómo tu yo después de haber sido enamorado por una persona quién ya no está. Y eso apesta.
Bajé a la cocina sin siquiera haberme cambiado el pijama y me preparé el desayuno. Un té negro. Pasé a sentarme en el sofá con la taza caliente entre mis manos. Caí en la cuenta de que no había abierto ninguna ventana en toda la casa y la única tenue luz encendida era la de la cocina que apenas se reflejaba en la sala. Esto ya era demasiado deprimente.
Tocaron la puerta dos segundos antes de que pudiese apoyar el pie en el escalón, interrumpiendo mi camino hacia mi cama dónde tenía planeado pasar el resto del día mirando películas en Netflix hasta que se hiciera hora de ir a trabajar.
—¿Quién es? —Pregunté antes de asomar el ojo por la perilla y ver aquella melena ahora teñida de rojo en mi puerta—. No pienso abrirte, vete.
—Ya lo sé —respondió y escuché cómo metía una llave por la cerradura, abriendo la puerta por su cuenta.
—¿Por qué demonios tiene la llave de mi casa?
—Ashton me la dio para que venga a buscarle unas cosas, está con resaca —dijo, cerrándo la puerta detrás de él y apoyándose en ella y comenzando a mirándome de arriba a abajo una y otra vez.
—Michael, vete. Ahora —ordené, casi con un tono suplicante con los ojos cerrados, podía sentir cómo iba a largarme a llorar otra vez en cuestión de segundos si no lo veía largarse por la misma puerta por la que entró.
—No, Dev. Necesito que escuches lo que tengo que decirte —me pidió, acercándose a mí con pasos lentos, observando cómo iba reaccionando a sus acciones, ante las cuáles retrocedí inmediatamente.
—No quiero escucharte —dije con la voz comenzando a quebrarse—. ¡Vete, Michael! Por favor.
—Sólo escúchame, por favor.
—Habla rápido —ordené, sin siquiera mirarlo. Tenía la vista clavada en el suelo, obligándome a mi misma a no ceder a él.
—Enserio lamento todo lo que pasó, nunca quise que terminara así. Yo también estoy sufriendo, créeme. Sólo, siempre fui así: un idiota. Al principio sí, quería acostarme contigo y eso iba a ser todo pero no sé por qué hiciste que cambiara de opinión. Y no sólo de opinión, me cambiaste a mí totalmente. Ya no logro reconocerme. No soy el mismo idiota de antes. Sigo siendo un idiota, pero un idiota por ti. Dev, por favor. Mírame.
Alcé la mirada lentamente. A cada palabra que salía de su boca me daba cuenta de cuánto lo había extrañado este tiempo. No había podido evitarlo y ya estaba llorando de nuevo. Pero ya no eran las mismas lágrimas del mismo dolor, éstas eran con un poco más de felicidad.
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FUCKING AND PERFECT ME; mgc #2
FanficDev Irwin conoció lo que es el amor por primera vez, pero no resultó ser precisamente un cuento de hadas con final feliz. Luego de haberse enamorado de Michael Clifford, guitarrista en la banda de su hermano, Ashton, y haber experimentado su primer...