― [5] ; cinco

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Después de un largo rato en el subterráneo, durante el cual casi me duermo ya que el sueño me estaba matando, llegué a la estación indicada por Google Maps. Me bajé en ella y crucé la estación prácticamente corriendo, no quería encontrarme con ningún otro grupo inesperado de punks o algo parecido. Quería encontrar a Michael y matarlo por ser un completo imbécil. Aunque yo no podía decir nada, había salido corriendo como la estúpida enamorada que soy atrás de él sólo para ayudarlo. Obviamente no le saldría muy barato, en lo absoluto.

Me tomó unos pocos minutos encontrar la calle en la que se encontraba la gigantesca fabrica Sydney's. Una vez allí, sólo me faltaba elegir una de las dos esquinas por las que Michael abría doblado cuándo vino corriendo... Decidí chequear primero la esquina izquierda. Definitivamente era esa. Estaba completamente desolada y destruida para estar sólo a la vuelta de la fábrica más importante de la ciudad y tan cerca de una avenida tan concurrida, lo cuál llamaba mucho mi atención. Sin embargo, caminé por esa calle sin miedo hasta llegar al sombrío edificio. Sí... ahora tenía un poco de miedo, sólo un poco.

Abrí la mochila que llevaba en mi espalda y saqué la linterna. Alumbre la entrada y pude divisar la escritura de la que Michael me había hablado. Subí los escalones hasta estar frente a la puerta de madera que estaba más que rota. Empujé uno a uno los pedazos que aún seguían cumpliendo su función de puerta y dentro era todo silencio. Había muchísima basura en el suelo de lo que suponía en algún momento había sifo la recepción, junto con polvo, muchísimo polvo también. Comencé mi camino fijándome cuidadosamente dónde estaba pisando hasta que llegué a unas escaleras.

Primer piso — habitaciones, comedor, sala de reunión, secretaria

Segundo piso — enfermería, psicología, terapia de shock, laboratorio

Tercer piso — aislamiento

Cuarto piso — azotea, sala de máquinas

Todo eso decía el pequeño tablero de metal que colgaba polvoriento sobre las escaleras. La pregunta era... ¿en cuál se encontraba Michael? No tenía otra opción, debía recorrer uno por uno hasta encontrarlo.

Troté los escalones hasta encontrarme en el primer piso. Un pasillo extremadamente largo y angosto se extendía frente a mí. Tenía cientos de puertas en cada lado y mayoría estaban cerradas con llave. Pasé rápidamente por adelante de ellas, no tenía sentido perder mi tiempo intentando abrirlas porque Michael claramente no estaría allí. Encontré la primera puerta sin llave, y esta estaba entreabierta. La empuje un poco más, y alumbre su interior. Miles de hojas y muebles rotos estaban esparcidos por el piso. Habían dos camas desordenadas también, pero ningún Michael. Bufé y salí para intentar en otro lugar.

Resulta que el idiota no se encontraba en ninguna de las habitaciones del primer piso, ni en el comedor, ni en la sala de reunión. Me faltaba revisar sólo la secretaria en ese piso.

Entré cautelosamente. Esta habitación era notablemente mucho más grande que las anteriores. Alumbre las paredes con la linterna, encontrándome con altas estanterías que se extendían desde el suelo hasta el techo, éstas estaban repletas de carpetas con archivos. Todos los estantes estaban ordenados alfabéticamente, suponía que guardaban los expedientes de los pacientes aquí. Escuché un sonido, papeles cayéndose. Volteé rápidamente, topándome con nada. Más estantería. Suspiré relajàndome. Pero no me había dado cuenta de que la sala doblaba en la esquina y seguía, lo cual volvió a inquietarme. Avancé hasta llegar a aquella esquina y, primero dirigiendo la linterna a dónde iba a mirar, asomé mi cabeza. Había un escritorio con más papeleo sin organizar sobré él, una ventana cerrada detrás de una gran silla giratoria de cuero algo desgarrada. Solté el aire que había estado aguantando en mis pulmones pero luego vi la silla moverse. Comenzó a girar, dejándome ver a un Michael con el cabello rojo -¿en qué momento se había teñido el pelo? ¡Lo había visto hace menos de un día! Dios santo, este chico llegara a los veinticinco completamente calvo-. Estaba ojeando unos archivos con la linterna de su celular. Alzó la vista con los ojos demasiado achinados para dirigirse a mí.

—¿Podrías no apuntarme a la cara con tu súper poderosa linterna?

—¿Eso es lo primero que le dices a la chica que a las cuatro de la mañana cruzó la ciudad entera sólo para ayudar a tu trasero a salir de el problema más estúpido que jamás haya escuchado? —Dije, claramente indignada. No estaba de humor, por múltiples razones, y podía tranquilamente darme media vuelta y dejar al idiota de Michael aquí, sólo si se me daba la maldita gana.

—No, perdón —respondió avergonzado. Se levantó del asiento de cuero y se acercó a mi, abrázandome por la cintura.  Escondió su rostro en mi cuello, apretandome demasiado fuerte y susurrando un "gracias" en mi oído. Yo no me moví.

—De nada. ¿Qué es eso que estabas leyendo? —Pregunté seca, tratando de cambiar de tema.

Él sintió la distancia que estaba empezando a crear entre los dos y sabía que no le agradaba en lo absoluto. Sin embargo, no sacó los brazos de alrededor de cuerpo hasta después de haber tenido suficiente de mi cercanía.

—Leía sobre la locura de los pacientes.

—¿Estaban muy mal? —Pregunté intrigada, revolviendo algunos papeles arriba del escritorio.

—Dementes, creo que no hay una persona de las que han estado aquí que no haya asesinado a alguien —respondió. —Y también, al parecer, este lugar cerró hace sólo tres años.

¿Tres años? Sí que estaba destruido para que sólo hayan pasado tres años.

—Quiero ir a recorrer el lugar.

Lo miré fijamente a los ojos, dándole mi mejor mirada de ni siquiera lo pienses.

—No. ¿Y si aún hay pacientes deambulando por aquí? —Cuestioné para mí misma en voz alta. Tenía mucha imaginación.

—Habrá que averiguarlo —finalizó, ansioso por ver qué demonios había en los otros pisos de este tenebroso edificio.

—Pues irás sólo, no pienso ver nada más de este manicomio —sentencié, dándome media vuelta y encaminándome para salir por el mismo lugar por el que entré.

—Oh, vamos Dev. Será divertido... Por favor. ¿Por mí?

—He hecho demasiadas cosas por ti, Michael —hablé, seriamente.— Y ni siquiera se hicieron cuatro meses de que te conozco. He hecho por ti mucho más de lo que tu por mí, créeme.

Él se quedó mudo, el reflejo de la luz de la linterna dando contra el techo iluminaba débilmente su rostro. Se veía triste.

—Dev... ¿puedes darme sólo una oportunidad para explicarte todo? Maldición, ya no resisto que me trates así.

—Te di una sola oportunidad, Michael. Ayer, ¿no lo recuerdas? —Pregunté clínicamente.— Te digo que casi me creo tus lágrimas de cocodrilo, pero gracias a dios estaba Dallas con su mensaje para darme un pase de regreso a la realidad. Una realidad en la que tu jugaste conmigo sabiendo lo indefensa que era frente a ti. Una realidad en la que me usaste, rompiendo mi corazón. Una realidad en la que tu no eres más que un completo idiota, el maldito y perfecto idiota del que me enamoré pero a ti nunca te importó, y tampoco lo hace ahora. ¿Y sabes que es peor aún? Que luego de todo eso, tengas el descaro para seguir mintiéndome diciendo que me amas, porque bien sabes que no es así, nunca lo fue.

Había dicho todo eso sin derramar una sola lágrima, mis ojos ni siquiera se habían aguado. Estaba siendo fría, estaba comenzando a caer en la realidad. Las cosas estaban siendo a ser cómo debían. Yo comenzaba a salir de las redes de Michael. Aunque no podía evitar sentirme algo culpable de mis palabras al ver a Michael en aquella posición, en la misma que yo había estado: triste, porque yo no era alguien sin sentimientos cómo él.

—Así que por favor, aprecia que sigo haciendo cosas por ti a pesar del hecho de que tu rompiste mi maldito corazón y dirige tu trasero fuera de este lugar, y de mi vida.

Luego de decir eso, caminamos fuera de la secretaria, y del manicomio. No le había dado oportunidad a Michael de responder algo. Al poner un pie fuera, el frío nos impactó a ambos y al recordarlo, le tendí a Michael la campera de Ashton que había traído exactamente por esto, junto con las aspirinas y la botella de agua. Él tomó todo lo que le di, pronunciando un silencioso "gracias" sin nada más. Y así, volvimos a casa sin pronunciar palabra alguna.

chan chAN CHAN la chica se nos revela ahre

lo escribí tan rápido que creo que salió horrible así q sepan perdonarme bue 

igual, ojalá les guste *corazón corazón*

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FUCKING AND PERFECT ME; mgc #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora