Las visitas con especialistas nunca habían sido sencillas.
Se recordaba desde niño haciendo rabietas, ocultándose de su madre para que no se atreviera a llevarlo al chequeo, y aunque siempre terminaba resignándose, iba llorando todo el camino. Las cosas no habían cambiado mucho, sólo habían modificado su presentación, pues ahora Louis hacía el berrinche internamente y pretendía que todo estaba en orden, cuando en su mente ya había planeado una y otra vez posibles rutas de escape que no concretaría. Tenía un poco de dignidad que salvar.
Como era su postura usual ahí dentro, llevaba las manos ocultas en los bolsillos de la sudadera y caminaba al lado de su madre, a quien veía saludar efusivamente a los enfermeros y gente de recepción; después de tantos años de recurrencia era obvio que ya casi toda la planta conocía el apellido Tomlinson de memoria.
Pasó por el incómodo proceso de chequeo general: conversaciones con la especialista de su caso—la doctora Wilson— sobre su estado psicológico y preguntas conjuntas al ausculto, las clásicas "¿Has vuelto a sentir el pitido?" "¿Dolores de cabeza?" "¿Mareos fuera de lo común?".
Mismas preguntas, mismas predispuestas respuestas y mismas conclusiones: el tumor se había ido para siempre y su única secuela era la sordera. No era una novedad, de hecho había perdido la esperanza hacía mucho tiempo de que un día le dijeran que existía la posibilidad de recuperar la audición.
Se preparó para el esperado veredicto, dando vueltas a la punta de su pie sobre el suelo para entretenerse, y paseando la mirada hacia su madre de vez en cuando para encontrarse con una expresión intrigada, como si en realidad tuviera fe en que habría progreso beneficioso.
—Bueno, Louis, sí que has mejorado—anunció la doctora, acompañándose de una sonrisa y, obviamente, gesticulación.
"¿Perdona?"
—Tus pruebas psicométricas han arrojado mejores resultados y debo decir que te noto más tranquilo.
Jay sonrió en su dirección a modo de felicitación, mientras él sólo luchó contra el estiramiento de sus comisuras.
—Ha estado saliendo un poco más, creo que eso tiene algo que ver—teorizó su madre. Aunque las palabras iban directamente a la doctora Wilson, ambas sabían que debían marcar también con las manos para que Louis se mantuviera al tanto.
La doctora se mostró complacida, el chico sólo enrojeció y le rehuyó la mirada un segundo.
—Sabía que tomar el aire te haría bien. Sigue haciéndolo, verás que con el tiempo controlarás la ansiedad social a la perfección.
"Lo haré."
La mujer al otro lado del escritorio sonrió ampliamente y rebuscó algo entre sus archivos, su vista se iluminó con confidencia cuando pareció encontrar el requerido. Lo puso sobre la mesa, justo frente a Jay y Louis, antes de explicárselos.
—Tengo una buena noticia, no es cien por ciento segura y quizás hago mal en darles alas tan pronto, pero hay tantas posibilidades de que funcione que creo necesario contárselos—Jay adoptó un estado de alerta, sujetó la mano de Louis con fuerza mientras éste intentó contener falsas ilusiones—. Se probó un prototipo funcional de un dispositivo auricular en un caso similar al de Louis, las pruebas anteriores no habían tenido éxito y por eso creíamos que sería imposible lograrlo—el corazón del joven ya comenzaba a dar indicios de desbocarse—, pero éste último lo hizo.
Madre e hijo compartieron una mirada incrédula, llena de felicidad contenida y de fe.
—Estás diciendo que-
—Hay un pequeño porcentaje de posibilidad de que no funcione con Louis, ya que su caso es un poco más complejo, pero tienen mucho a su favor—interrumpió—. Podemos hacer la prueba en los próximos días, si quieren.
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Golden Words| L.S
RomanceEntre las amplias paredes de una panadería de Londres, oculto sin el afán de esconderse, un chico de caireles color hojas oscuras de otoño se dedica a obsequiar su sonrisa y hasta trozos de su corazón a los clientes, en consecuencia caen por embeles...