Capítulo V

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Usualmente tenía días pésimos una vez por semana, ya estaba acostumbrado a que fuera entre miércoles o jueves, pero su constante sonrisa los había suprimido, había aplastado esa predisposición al dolor, o tal vez sólo lo había encerrado en algún rincón dedicado a la amargura que permanecía al acecho, queriendo recuperar el dominio al más mínimo vislumbre de posibilidad.

Y no habían sido tan escasos los momentos en los que estuvo a punto de dejarle las riendas de nuevo. Su mente seguía creando escenarios en los que Harry pudiera estar jugando con él, o tomándolo como una carga con quien practicaba su carisma sólo por lástima. Un ejemplo fue cuando lo presentó a Niall y Louis estaba tan tenso por interactuar con alguien más que se comenzó a martillar la cabeza con el pensamiento de que se había comportado como un estúpido antisocial, y esa idea lo habría dejado sin dormir de no ser porque ambos chicos se mostraron despreocupados, con Niall verídicamente complacido por conocer a Louis y Harry manteniendo su perfecta sonrisa sin que ensombreciera en algún indicio.

Sus visitas a la acogedora panadería ya se habían vuelto casi cotidianas, en la semana que acababa de transcurrir había acudido cuatro veces, ya se había vuelto extraño saber que siguiera en casa si tenía ratos libres. No habían salido de ahí, ninguno de los dos lo había propuesto, no porque no lo quisieran, sino porque Louis se sentía protegido ahí dentro, abrazado por un cariño cálido y hogareño, además de que el atardecer parecía ser más hermoso desde el local, parecía bañar y teñir las paredes como si fuera un sitio sagrado. 

Ese día había estado a punto de ser uno pésimo. Lo habían invitado a una fiesta de la universidad y él, como ya estaba predispuesto a hacer, se negó, pero eso no le impidió aquejarse un rato con la idea de que, mientras muchos chicos de su edad bailaban sin cesar al son de un olvidado placer auditivo llamado "música", él se habría tenido que conformar con verlos en caso de haber accedido a asistir. Era viernes por la tarde, no había muchos deberes académicos y él estaba encerrado en su habitación mirando el control de la consola y sus videojuegos, pero por primera vez no eran suficientemente tentadores. 

Para controlar los días pésimos tenía la falible fórmula de pasar la tarde entera jugando videojuegos, leyendo, llorando, acompañando a su madre a dar paseos en auto mientras lloraba, cualquier cosa que no implicara contacto humano y que lo permitiera encerrarse en su mundo hasta que el bombardeo de dolor decidiera que había sido suficiente, que era momento de dejarlo enfrentar las secuelas de una crisis; pero ese día algo nuevo le nació en lo más profundo del pecho, algo que lo cortó en seco cuando predijo que comenzaría a llorar.

Se levantó del sillón individual y dio un par de vueltas por su habitación, cerrada tanto de puerta como de ventanas, y luego caminó trémulo hasta su buró, en donde reposaba tranquilamente su libreta azul, la que ya contenía varias páginas llenas por ambos lados de un cúmulo de conversaciones presenciales con Harry, teniendo grabada en tinta su breve historia de una forma cronológica, progresiva. 

Se sentó frente al escritorio, prácticamente dejando su cuerpo caer de espaldas sobre la silla y atrapando su labio inferior con los dientes al comenzar a hojear. Su vista aterrizó en un párrafo aleatorio en el que se habían dedicado a contarse información básica sobre sus carreras universitarias y habían terminado acordando que Harry le ayudaría con los deberes de filosofía algún día sólo si Louis le ayudaba a redactar correctamente. 

Estaba solo, así que no hizo esfuerzo por contener su sonrisa cuando sus ojos pasearon hacia arriba, y cada vez más y más hasta llegar al inicio de todo, a la primera frase que se había marcado ahí por siempre que lo volvió a hacer sentir una percha de mariposas cosquilleándole el estómago con sus insistentes aleteos, cuyo aire le ocasionó un vuelco en el corazón.

Golden Words| L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora